te odio

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Cuando Aurora despertó a la mañana siguiente se sentía sola.

El sentimiento era frio, y nostálgico.

Luego de sentarse en su cama, le dio miedo permanecer en ese estado toda la vida, arruinada por culpa de su padre. Lo que le había contado a Remus no era ni la mitad de lo que le hizo pasar ese miserable. De repente los ojos ya le lagrimaban, su mentón temblaba y cada vez los gemidos agoniosos de sus labios se volvían más potentes.

Podría decirse que se sentía como dentro de una capsula de vidrio irrompible, en donde los recuerdos eran una persona, hablaba sobre cuando tenía nueve, sobre lo que pasó a sus quince años y no paraba de hablar en su oído, susurrando todo con un tono de diversión.

Aurora entró en el baño en cuanto sintió sus piernas, corrió a la ducha y encendió el agua fría. Esta le recorrió el cabello, el rostro y bajó humedeciendo su ropa.

Su cuerpo se volvió más frio, ya no se estaba sofocando como si estuviera en pleno verano. Luego su respiración fue más controlada.

Abrió los ojos y se quedó mirando los azulejos anaranjados del baño. Se dio cuenta que hacía mucho que no le daba un ataque así, para ser más precisos desde que entro Remus a su vida.

Si lo que compartía con él era enfermizo, le importaba una mierda, él lograba que olvidara momentos de su pasado. Le pediría a su esposa de rodillas perdón por... No sabía porque debía pedírselo, pero se sentía culpable al pensar en ella.

Se sentía realmente obsesionada con Remus, ni siquiera podía creer que le estuviera pasando esto. El hombre tenía responsabilidad afectiva, que era algo difícil de encontrar en las personas, y eso solo aumentaba su deseo por él.

Remus era mejor de lo que podría haber imaginado.

Después de despertarse le envió un mensaje, deseándole a él y a Teddy un lindo día.

Su sorpresa fue recibir la contestación tan rápido. Porque, según sabía, Remus debía de llevar a su hijo a la escuela en este momento.

Rem<3
Me alegro de que te encuentres bien cielo, y gracias. Suerte hoy en el trabajo, pequeña artista.
Se que esto va a ser ¿raro?
Pero ¿podrías venir a mi casa cuando termine tu jornada?
Necesito hablar contigo.

Observó un rato el mensaje mientras tomaba el té, frunció el ceño tratando de retomar lo que habían hecho ayer.

¿Alguna conversación qué tuvieron no le agradó?

No, se lo hubiera dicho. Su pierna repiqueteo.

¿Ella había hecho algo?

Tampoco.

Un pensamiento muy angustiante llegó a su cabeza en un flashback ¿y si ya no le gusto?

¿Y si se va?

Esa idea la asustó más que cualquiera, porque Remus había dicho, ayer, que tal vez se mudaría a Londres cuando Teddy recibiera la carta de aceptación.

Tragó el té con dificultad, empezó a sentir como el estómago se le revolvía y quería vomitar todo lo que había comido, porque esa situación le producía temor, no quería que se fuera y ella no volvería a Londres por ninguna circunstancia.

Londres era un asco. Al menos cuando nombraban Londres se le venía a la cabeza el ambiente en el que creció. Apretó los brazos a su cuerpo para sentirse.

Dejó lo que quedaba de té en la heladera y se cepilló los dientes para irse a trabajar. Hoy era sábado y solo debía ir en la mañana, así que salía a eso de las una de la tarde.

Olvido por completo responderle. Salió de su departamento aturdida, su cuerpo iba en automático mientras que su mente estaba en crisis.

Por mucho que quisiera a Remus no volvería.

Estaba a tres casas del museo cuando se detuvo en un arbusto, cayó de rodillas y vómito lo que había desayunado, estuvo un rato largo ahí hasta que la bilis casi le toca los labios.

«Tranquila. Es poco probable» pensó, estaba intentando relajarse, pero no lo estaba lograrlo.

«¿Por qué tuve que tener esa mierda de infancia?»

Una y otra vez esa pregunta rondó en su cabeza mientras estaba arrodillada.

Realmente quería saberlo.

La primera vez que su padre la tocó tenía once años, unos días después de que llegara su carta de Hogwarts.

Estaba durmiendo cuando unos ruidos la despertaron, eran los gruñidos aterradores de su padre, que estaba mirándola dormir mientras se masturbaba. Ella ni siquiera entendía que hacía, pero sabía que esos sonidos que salían de su boca no le gustaban.

Luego su padre se acercó, aún tenía la mano en sus pantalones, y sintió como movía un poco las sábanas para sentir lo que creyó una palma sudorosa en su estómago.

—¿Qué pasa, papá? —le preguntó.

Las lágrimas caían de sus ojos recordando ese primer momento, la garganta se le secó y se sintió vulnerable. El cuerpo le tembló aún de rodillas en la acera.

—¿Por qué? —murmuró con los dientes apretados.

Mierda, odiaba a su padre tanto.

eat me; remus lupin (✔︎)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora