poca ropa y una buena boca

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Aurora Brown

Mi mente se sacia con la imagen de Remus frente a mi completamente absorbido por la lujuria que le transmitió verme lamer su saliva.

Su sabor es una delicia.

Sus manos se acercan a mis caderas, pero no me toca, siento su piel caliente a lo lejos y me retuerzo queriendo que todo él me tome.

Labios.

Manos.

Miembro.

Nunca me había sentido tan excitada, cuando movía mis piernas con dificultad lograba sentir la humedad y eso hacía que me mojara más, volviendo esto un círculo vicioso.

Sus ojos vagaron por mis pequeñas tetas en punta, se relamió los labios y ya no podía con la presión en mi clítoris torturándome.

—Por-... por favor, papi. Haz que pare, me duele el no tenerte dentro —dije con desesperación.

—Amor, me vas a pedir que vaya lento, te lo aseguro —su voz parecía salida de lo más profundo y oscuro de su garganta.

Una de sus manos se posicionó completamente sobre mi intimidad vestida y gemí por el tacto tan diferente. Apretó su mandíbula marcado su afinidad y empezó a desabrochar lento los botones de su camisa.

La palma de su mano empezó haciendo fricción, sentía la incómoda humedad esparcirse. El bello le llenaba el abdomen y bajaba desapareciendo por dentro de sus pantalones.

La camisa cayó sobre la cama sin importancia.

Temblando y con la respiración irregular noté las cicatrices en su pecho, tan irregulares como las mías, probablemente con circunstancias diferentes pero el mismo dolor.

Dolor emocional.

Se acercó hasta quedar sobre sus talones y sus muslos por debajo de mis piernas abiertas. El calor me recorrió el pecho notando lo expuesta que estaba.

Nunca había tenido una necesidad ni deseo de estar desnuda frente a alguien. Pero... ¿Remus?, él era diferente.

Sus dedos callosos me recorrieron la cintura mientras se acercaba a besarme, luego sus manos fueron bajando hasta enrollar sus dedos en mi ropa interior. Tuve que sostenerlo del cuello mientras lo besaba para que no se alejara a ver mi intimidad.

Sus manos lograron arrancarla por la falta de espacio, por lo que fui obligada a alejarme jadeando por el roce doloroso que me provocó.

Sus ojos seguían en mí, su mirada era oscura, mientras tiraba a un lado los restos de mi braga.

Se lo que intentas —murmuró.

—¿Qué, de qué hablas?

Sus ojos se entrecerraron— Voy a mirar cada pulgada de mi niña, eso no lo puedes impedir.

Mis ojos persiguieron los suyo esperando no encontrar una reacción negativa.

Para mi sorpresa, su respiración se aceleró mirando el bello de mi intimidad, sus ojos se dilataron y la comisura de su labio se levantó con malicia clara.

—Eres la cosa más hermosa que mis ojos tuvieron el privilegio de ver —me dijo.

Su mano se acercó a mis pliegues y con el dedo medio hizo un movimiento de arriba hacia abajo enviando un escalofrío a mi espalda.

—Tan mojada —gimió acercando sus labios a los míos entreabiertos— Te quiero todo el tiempo así. Mojada, sobre mi cama, desnuda y completamente a la merced de la bestia.

eat me; remus lupin (✔︎)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora