Capítulo 1: La manzana de la suerte

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Observé de nuevo al frutero, gritaba bajo el sol del mediodía, moviéndose de un lado a otro del mercado de forma más descuidada de lo normal, mientras intentaba deshacerse de las frutas que comenzaban a desprender un olor nauseabundo

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Observé de nuevo al frutero, gritaba bajo el sol del mediodía, moviéndose de un lado a otro del mercado de forma más descuidada de lo normal, mientras intentaba deshacerse de las frutas que comenzaban a desprender un olor nauseabundo. Las pocas manzanas frescas brillaban bajo la luz del sol incitándome a probarlas, un rugido estremeció mi estómago, llevaba un día sin probar bocado y empezaba a pensar que aquella fruta sabría a gloria.

     Me moví entre la multitud de cuerpos que se agitaban en el descontrol de una hora de mucho tráfico, mis manos sudaban, nunca había tenido la osadía de tomar algo que no era mío, pero sabía que mi padre no iba a regresar, y la comida en casa se había agotado.

     Deslicé una de mis pequeñas manos entre las manzanas del hombre y la oculté debajo de mi gastado vestido, caminé varios pasos pensando en el sabor de la fruta, hasta que un grito me paralizó la sangre.

     —¡A la ladrona!

     No me moví, permanecí en silencio mientras sostenía la manzana con mis delgadas manos.

     En poco tiempo el frutero me sostuvo de los hombros y me arrastró hasta donde estaban los guardias, mi linda manzana cayó al suelo ensuciándose por completo, la gente que antes pasaba inmersa en sus vidas, ahora hacía un círculo a mi alrededor mientras murmullos bajos se escuchaban:

     —Es la hija del soldado. —decían

     —Pobre niña.

     —Está tan sola.

     Había oído aquellas palabras mil veces desde que mi padre había muerto, pero nadie se había dignado a ayudarme en lo más mínimo, odiaba sus bocas sucias y repugnantes que solos servían para pronunciar blasfemias.  

     El agarre del frutero aumentaba, dejando marcas en mi piel, sin embargo, me había quedado paralizada. Los latidos de mi corazón retumbaban en mi pecho expectantes de algún suceso.

     —¡Maldita perra! Así que eras tú la ladrona —gritó mientras me zarandeaba.

     Mi mente lo negó, no podía ser yo, sin embargo, no respondí.

     —¡Todas esas pérdidas! —Volvió a gritar—. Lo pagarás con creces.

     La pesada mano del frutero cayó sobre mi mejilla estremeciendo mi cuerpo por completo. Me llevé la mano a la cara sorprendida, pero él no se detuvo. Una bofetada tras otra me golpeó sin remordimientos, hasta que un hilo de sangre corrió por mi boca.

     —Te daré un golpe por cada manzana pérdida —gruñó—. Niñata malcriada.

     Las lágrimas se desbordaban de mis ojos, el dolor era insoportable, al punto en que mis piernas flaquearon y caí al suelo. Pero eso no fue suficiente para aquel hombre que se abalanzó sobre mí.

     Su mano quedó paralizada a escasos centímetros de mi cara por otra persona, por un momento me permití soñar que sería mi padre, mas no fue así, un joven de rubios cabellos y estatura esbelta le sostenía; en su cabeza lucía una corona de costosas joyas.

La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora