Capítulo 33: El luto

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Apenas el sol salió la mañana siguiente, todos los soldados estaban formados frente a la salida del reino, la mayoría irradiaba cansancio, pero gracias a la bondad de la reina ahora poseíamos un barco, con el que llegaríamos en la mitad de tiempo ...

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Apenas el sol salió la mañana siguiente, todos los soldados estaban formados frente a la salida del reino, la mayoría irradiaba cansancio, pero gracias a la bondad de la reina ahora poseíamos un barco, con el que llegaríamos en la mitad de tiempo a la ciudad de Phaedra.

     Far bajó la escalera con la mirada fija en el suelo, como si me esquivara a toda costa, no sabía que había pasado al terminar la noche, no quería saberlo, pero la aparición de la reina fue suficiente para que me olvidara de él.

     La zorra venía seguida de la pobre niña a la que había llamado bastarda, pero eso no era lo que me causaba alegría, sino que sus labios estaban más rojos que nunca, ella había usado el labial y en pocas horas mi venganza se cumpliría, esa perra iba a pagar  haber lastimado a mi amiga y haber matado a mi padre. Bajó las escaleras, contoneándose a cada paso, ceñida en un vestido rojo carmín.

     —Capitán —dijo llegando hasta quedar justo frente a mí—, espero que sus hombres disfruten de la travesía río abajo, es un placer para mí complacer...

     —¿La niña se quedará con usted? —protesté interrumpiéndola.

     —Sí, el rey me ha hecho entrar en razón —dijo lanzándole una mirada de complicidad a Far—. Creo que los errores de mi padre no tienen por qué afectar a esta hermosa niña.

     Lo peor era que parecía estar diciendo la verdad, empezaba a dudar si su capacidad para mentir alcanzaba algún límite o si después de todo había algo de verdad en sus palabras.

     Todos los hombres partieron hasta el barco que ahora tenía las bodegas cargadas de oro, para satisfacer la sed de guerra de los miles de soldados que habían recorrido kilómetros, solo para que su rey se acobardara y terminara firmando la paz.

     Abordamos el barco en silencio, el rey se despidió de la reina con una sonrisa satisfactoria que detonó unas terribles náuseas en mí. Observé como la reina y la ciudad de Nefeli se hacían más pequeñas conforme las aguas del río nos engullían hacia la parte más sur del continente.

     Ese viaje no había sido lo que yo esperaría ni la sangre que mi padre merecía, pero sería suficiente con que ella cayera, con un poco de suerte el veneno en sus labios actuaría antes de mi llegada a Phaedra.

     A medida en que pasaba el tiempo no podía hacer otra cosa que sentirme impaciente y observaba el lugar por donde había desaparecido la ciudad horas después, esperando sentir su grito de agonía, aunque sabía que era imposible, cuando hubieron trascurrido las tres horas, un alivio recorrió mi cuerpo y supe con certeza que ella estaría muerta. Pero la noticia no llegaría a Phaedra hasta dentro de unos días después de que nosotros llegáramos, así que nadie sospecharía, nadie excepto…

     —Capitán. —Aitor se colocó a mi lado en la proa del barco—. ¿Qué hacía usted en el cuarto de la reina?

     —Comandante, no cree que usted debería saber menos… —Suspiré—. La mayoría de las muertes en la realeza ocurren cuando se conoce demasiado.

La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora