Capítulo 22: El secreto mejor guardado

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Terminé de narrar aquella leyenda y todos los ojos de la habitación me observaban como si hubiera enloquecido

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Terminé de narrar aquella leyenda y todos los ojos de la habitación me observaban como si hubiera enloquecido.

     —Disculpe, capitán —intervino Aitor—. No entiendo que tiene que ver esto con la reunión de emergencia.

     Había concentrado a todas las personas importantes del castillo en una sola mesa, en las primeras sillas estaban los tres cabos recién elegidos —asustados como gallinas rodeadas de zorros— a un lado tenían al subteniente Roger, el hombre podía haber comenzado hacía poco tiempo en el ejército, pero su corpulento cuerpo lo hacía parecer con años de experiencia; a la izquierda se encontraba el comandante Declan, a pesar de su naturaleza casi pura y de las heridas que cubrían la mayoría de su piel, era un hombre imponente cuya fuerza estaba en sus pensamientos y no en su cuerpo; y justo detrás el mismo rey con la mirada perdida en algún punto entre mis tetas y no en mis palabras.

     Seguía evitándolo como gato al agua, pues su traición me dolía como una daga enterrada en el pecho, aquello se había convertido en un dolor físico más que sentimental.

     —Sí. —Le respondí al soldado después de lanzarle una mirada cortante—, esta aburrida historia me la contó el rey el día que le pregunté que haríamos si me capturaban. —Coloqué mis manos sobre la mesa y lo miré fijo.

     El muchacho se avergonzó de sus palabras y se contrajo en su puesto.

     —Señores, estamos ante unos de las estrategias más secretas del reino —continué.

     —El plan Vesta —terminó Declan por mí.

     —Todo beneficio lleva su sacrificio —continué—. Lo que ha hecho Declan, por si todavía dudáis de mi segundo al mando, es enviar a nuestro enemigo a una trampa, el antiguo palacio de las tres reinas, o más bien lo que queda de un hermoso lugar en el medio de la nada, cuya localización solo conocía mi padre y que se supone contiene el mayor secreto de Phaedra: cómo utilizar la última magia de las tres reinas.

     —Eso es imposible —protestó uno de los cabos al que reconocía como Castian, el chico delgaducho que aún me quedaba por intimidar.

     —¿Por qué cree usted que eso es imposible cabo? —Me paré justo delante de él, mirándole de forma penetrante a los ojos cuya tonalidad era de un café demasiado común para resguardar tanta sabiduría como sospechaba.

     Él, sin embargo, se intimidó ante mi presencia y tartamudeó.

     —No creo yo, que lo sea capi-itan.

     —Y efectivamente no lo es, cabo. —Suspiré incorporándome de nuevo—. La magia que pudo existir en Indra murió hace millones de años, simplemente somos humanos sin ninguna cualidad en especial, más que una mezcla entre especies producto de la radiación, pero esa parte de la historia muy pocos la conocen, o muy pocos la quieren aceptar.

La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora