Corrí hacia ella, pero cada vez que mis piernas avanzaban sentía como si se alejara cada vez más, comenzaba a creer que aquello era un sueño, que en cualquier segundo despertaría hasta que la realidad me golpeó y pude tocarla. Una flecha atravesaba su vientre de lado a lado, sus labios pálidos y sus ojos cerrados como una muñeca de porcelana.
—¡Ann! —le grité, pero ella no se movía, se había desmayado por el dolor— ¡Maldición, despierta!
Busqué con la vista el atacante, pero para mi sorpresa no encontré uno sino varios, los soldados del palacio se blandían espada con espada con los intrusos, otro ataque, pero este directo a la realeza.
—¡Atena! —Declan llegó a mi lado y en menos de un segundo sostuvo a la reina en sus manos—. La llevaré a un lugar seguro, encárgate de esto.
Asentí apresurada, pero antes de que pudiera incorporarme alguien me tomó del pelo y me lanzó por las escaleras que separaban el trono del salón, mis músculos ni siquiera se inmutaron ante el débil dolor, mas cuando mis ojos vieron al atacante un dolor real recorrió mi pecho.
—Arog —dije el nombre del sabio como si me pesara cada letra.
—Capitán… Capitán —habló riéndose—. Nunca esperó mi traición, ¿no es así?, pero cómo esperarlo de alguien que casi no existe para usted.
—Arog, ¿qué crees que haces? —pregunté confundida.
—¿Qué cree que hace usted? —Se río—. Si tu padre te viera, un ejército de híbridos, zorreado con tu hermano, una hibrida en el trono, cuan perdida estas.
El asco en su rostro era visible, me miraba desde arriba, juraba que no podía reconocerlo, aquel hombre siempre había desbordado nobleza, aún teniéndolo frente a mí me era casi imposible pensar qué era capaz de traicionarme, pero aún así allí estaba sosteniendo el arma.
—¡No mereces dirigir nuestro ejército! —se quejó—. Así como no mereces vivir.
Se abalanzó sobre mí blandiendo su espada sobre mi cuerpo, giré en el último segundo tomándolo de su codo y tirándolo al suelo, le arrebaté la espada y la tomé en mis manos.
—Maldito bastardo, ruégame que te perdone la vida —dije poniendo la espada sobre su cuello.
Él se río de forma descontrolada, sus ojos no parecían tener un punto exacto en donde mirar y las gotas de sudor recorrían su frente, hasta que por fin dijo:
—Ella me ordenó que te diera esto. —Se buscó entre los bolsillos tirándome un pequeño sobre manchado de sangre.
—Te veré en el infierno maldito —le dije y encajé la espada en su garganta desgarrándola.
La sangre manchó mi hermoso vestido, pero no me importó, guardé el sobre en mi escote y con la espada rasgué mi vestido hasta las rodillas liberando mis piernas.
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La reina de Indra [Completa] ©
FantasyHambre, desesperación, miseria; en cada rincón de Indra reina el caos, después de que la especie humana quedara totalmente contaminada, el mundo retrocedió en la historia, los avances tecnológicos se perdieron junto con la cultura y la ciencia, deja...