Capítulo 27: El ascenso

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Anabella estaba tendida sombre la cama, con las manos en su vientre y la mirada perdida por la estrecha ventana de la enfermería, desde que había escuchado de su pérdida no la había dejado sola, pero ella no hablaba, sentía un dolor incomprensible...

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Anabella estaba tendida sombre la cama, con las manos en su vientre y la mirada perdida por la estrecha ventana de la enfermería, desde que había escuchado de su pérdida no la había dejado sola, pero ella no hablaba, sentía un dolor incomprensible para nosotros. Declan tampoco había soltado su mano en toda la noche, pero era absurdo seguir allí, el médico había dicho que su estado físico era estable, la pérdida de su hijo la había dejado en un estado de trauma del cual tardaría días en recuperarse.

     —¿Era tuyo? —le pregunté a Declan cuando por fin me armé de valor.

     Él solo asintió y volvió a abrazarla, los ojos perdidos de ella junto con su cabello blanco, ahora esparcido por toda la cama, la hacían lucir como un ángel, un ángel caído cuya belleza había sido corrompida por el mal, ahora estaba hecha añicos, le habían arrebatado algo tan preciado, que no podía evitar sentir su dolor como mío.

     —Lo siento tanto —le confesé por fin—. Solo quiero que despierte.

     Él asintió y me observó, sus ojos mostraban que estaba devastado, su mirada  sumida en un caos de sentimientos que eran tan difíciles de descifrar como en un rompecabezas del cual faltan piezas.

     —Atena. —Suspiró—. No creo que pueda ir…

     —No tienes que hacerlo. —Me acerqué a mi comandante para quedar delante de sus ojos—. Nombraré a otro, quédate delante del reino y cuida de ella.

     Él asintió y volvió a mirarla, ambos eran lo más cercano a una familia que me quedaba, y no me permitiría perderla.

     Salí de allí después de una noche de malos sueños y de sobresaltos, estaba exhausta, así que me dispuse a bañarme, el agua caliente golpeó mis cansados músculos hasta qué  el dolor desapareció un poco, no podía evitar pensar en mi padre, me era imposible creer que me había visto sufrir y aún sabiendo que era su culpa no había dicho nada, comenzaba a replanteármelo todo, ¿de verdad estaba haciendo lo correcto? O todo aquello era una completa falsa.

     Un golpe en la puerta hizo que me sobresaltara.

     —¡Adelante! —grité y el mismo rey entró por la puerta, exasperado.

     —Atena necesito que hablemos. —Observó la escena y sonrió con su habitual descaro—. Al parecer, llego en un buen momento.

     Yo volteé los ojos y salí de la ducha, envolviendo mi cuerpo en una toalla.

     —¿Qué sucede? —pregunté.

     —¿No crees que haya otra salida que la guerra?

     —Far, después de todo lo que ha sucedido… No lo creo, debemos acabar con su frente y destrozar sus fuerzas, no pretendo robarles su territorio, tan solo destrozar sus fuerzas militares, para que dejen de entrometerse en nuestro reino.

La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora