Capítulo 6: El consejo

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Le sostuve la mirada a aquel joven que me observaba pálido, su rostro me transportaba hacia el pasado, recordaba a la perfección aquella nariz perfilada y las cejas tupidas que enmarcaban sus ojos de un tono azul, aquella sonrisa me resultaba dema...

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Le sostuve la mirada a aquel joven que me observaba pálido, su rostro me transportaba hacia el pasado, recordaba a la perfección aquella nariz perfilada y las cejas tupidas que enmarcaban sus ojos de un tono azul, aquella sonrisa me resultaba demasiado familiar. El supuesto príncipe tenía a su favor un parecido físico irrevocable, pero yo era lo suficientemente lista para no dejarme guiar por las apariencias, a lo largo de los años en palacio había aprendido que las sonrisas al igual que los orgasmos se fingen.

     —Capitana —dijo por fin haciendo una leve reverencia—. No sabía que usted era poseedora de semejante belleza.

     —Guarda tus halagos para el consejo —le contesté mientras pasaba a su lado—. Hoy en la noche tenemos una cena, espero que no llegues tarde.

     —¿Me está pidiendo una cita? —preguntó mientras me observaba con detenimiento— No sabía que usted fuera tan directa.

     —Puedes llamarlo cita —dije pasando a su lado—. Pero la verdad es que solo se te juzgará por impostor.

     Pude ver el dolor reflejado en sus ojos por unos segundos. Su forma de mirarme era extraña, su mirada era penetrantes y hasta en cierto punto llegó a intimidarme, parecía que conocía todos mis secretos, aunque sabía que era imposible. Mi instinto me impulsó a seguir de largo y dejarlo allí en el pasillo con todo el desorden. Al contrario a lo que esperaba, él no dijo ni una palabra.

     No había llegado al final del pasillo cuando unos brazos me jalaron dentro de la habitación. Unas manos fuertes envolvieron mi cuerpo y su aliento sopló cálido en el hueco de mi cuello.

     —¿Qué voy a hacer contigo? —La voz de Declan sonó entrecortada.

     —¿Todo lo que yo te permita? —dije volteándome para que nuestros rostros quedaran uno frente al otro.

     Tenía los ojos nublados por un sentimiento que no podía identificar con claridad, sus manos apretaban mi cintura de una forma ruda y diferente de lo habitual.

     —¿Sabes Atena, creo que estás confundida? —Separó nuestros cuerpos y caminó hasta el otro lado de la habitación— Tenemos una guerra por delante, pronto nuestros enemigos se cansarán de esperar este tonto luto y no estaremos preparados, no pienso dejar que juegues a los escondidos con este tonto que bien pudiera ser un traidor.

     —¡Me importa una mierda lo que crea comandante, yo estoy al mando del reino y no usted así que deje de meterse donde no lo llaman!

     Me había arrepentido de mis palabras incluso antes de que terminaran de salir de mi boca, nunca antes le había hablado así a Declan, a pesar de que nuestra relación era más que meramente profesional, siempre lo había considerado un amigo.

     En su mirada se podía ver el dolor que le había causado, mi corazón se rompió al ver la forma fría en la que me miraba, sus ojos estaban llenos de lágrimas y aunque se negaba a dejarlas ir una que otra escapó de su control.

     —¡Sí, mi capitán! —Adoptó la posición de firme mirándome a los ojos.

     —Descanse —murmuré angustiada.

     En cuanto terminé de pronunciar las palabras, él salió hecho una furia de la habitación y yo me dejé caer sobre una de las sillas solo por unos minutos hasta que recuperé la suficiente compostura para enfrentarme a la realidad.

     —¡Mierda! —dije por lo bajo al darme cuenta de mis acciones.

     No pude hacer otra cosa que quedarme tirada en el ostentoso mueble que amenazaba con engullirme. Cuando el cielo se tornó estrellado, habían sonado cinco campanas que anunciaban el comienzo de la sagrada reunión.

     Todos los nobles de la corte estaban invitados a la cena, aquellos con el poder suficiente para opinar, amigos del rey, e incluso familia lejana. Todos sentado alrededor de una ancha mesa.

     En uno de los extremos estaba el príncipe. En el otro, un puesto vacío para la supuesta reina.

     Entré con paso firme a la habitación, los ojos de todas aquellas personas cayeron sobre mi delgado cuerpo, el mismo vestido azul me cubría las partes más esenciales y era consciente de las miradas lujuriosas entre los hombres, pero aquello no me importaba, para ellos siempre sería intocable, mi posición no era lo único que los mantenía alejados, mi naturaleza fría espantaba a aquellos que carecían de coraje.

     Me senté al otro lado de la mesa y entrelacé mis manos, le hice una señala a Anabella para que comenzara el banquete, al menos cincuenta platos se expandieron por todo el lugar, olores dulces y salados llenaron mi olfato, manjares de colores y carnes tan exquisitas como exóticas.

     Todos comenzaron a comer en silencio, ninguno se atrevía a romper el hielo, pero era evidente que la mayoría reconocía el parecido del príncipe con el rey.

     —Dígame, príncipe Far —comencé yo—. No lo hemos visto desde los trece años, cómo podemos saber que no nos engaña.

     Él sonrió ante mi pregunta y se buscó algo en los pantalones.

     —Aquí tengo el anillo que mi padre me dio, capitana. —Lo hizo rodar por la mesa.

     Uno de mis hombres lo sostuvo con sus manos examinándolo.

     —Esto no es prueba suficiente, puede haberlo robado —dijo el soldado con voz baja.

     —Supongo que tendrá que confiar en mí —dijo encogiéndose de hombros.

     Los nobles comenzaron irritarse. Aquellos tontos estaban acostumbrados a que nadie les contradijera, no soportaban que este niñato tuviera los huevos para ello, me negaba a creer que fuera Far, a pesar de su parecido era imposible que estuviera vivo.

     —Capitana —dijo por fin el más valiente de los nobles—, es obvio su parecido con el rey, los enemigos están cada vez más cerca, no podemos perder el tiempo.

     —¿Y si no es el príncipe? —contradijo uno— Puede ser cualquier impostor, acaso permitiremos que cualquiera pueda tomar nuestro trono de esa forma.

     —No tenemos pruebas de que sea el príncipe, así como de que no lo sea, hasta que se confirme o desmienta mantendremos una posición neutral, mientras tanto continuaremos preparándonos para enfrentar a nuestro enemigo, el príncipe y su veracidad será mi problema, cuando tenga un veredicto conciso lo anunciaré —dije y me retiré de la sala dejando un silencio casi total.

     —No tenemos pruebas de que sea el príncipe, así como de que no lo sea, hasta que se confirme o desmienta mantendremos una posición neutral, mientras tanto continuaremos preparándonos para enfrentar a nuestro enemigo, el príncipe y su veracida...

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La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora