Capítulo 28: El preludio a la batalla

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Temis se había quedado toda la noche con la reina, al parecer le hablaba mientras ella dormía y ayudaba a Declan a cuidarla, la joven parecía haber empatizado con ella de alguna forma que no era capaz de entender y tan solo esperaba en la puerta a...

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Temis se había quedado toda la noche con la reina, al parecer le hablaba mientras ella dormía y ayudaba a Declan a cuidarla, la joven parecía haber empatizado con ella de alguna forma que no era capaz de entender y tan solo esperaba en la puerta a que el doctor me permitiera ver a mi amiga, quería despedirme por si aquella era la última vez que la veía.

     La puerta se abrió dejando ver a un Declan con ojeras prominentes y remarcadas, delgado y agotado.

     —¿Cómo está? —pregunté apresurada.

     —Está mejor, al menos habla —dijo quitándose a un lado para que yo pudiera observar a Anabella, Temis estaba en una silla al lado de su cama mientras sostenía su mano.

     No entendía por qué aquella niña se había encariñado con la reina de repente, pero suponía que era por la pérdida del bebe.

     —Atena —dijo Ann.

     —¿Cómo estás?

     —Mejor. —Ella me miró con ojos tristes

     Algo en su voz estaba mal, decaída, triste, algo dentro de ella se había roto y no sabía qué hacer para ayudarla, además estaba ese raro olor en el ambiente, como a azufre que emanaba de ella.

     —Me iré pronto amiga. —Le sonreí mientras le acariciaba la mejilla.

     —Sabes lo que te diré —contestó.

     —Siempre me cuido, Ann —le respondí con una sonrisa.

     —No es eso —dijo tirando de mis manos hasta pegar mi oído a sus labios—. Cuidate

     Una sola palabra, una que hizo que mi corazón se paralizara y mi mente dejara de funcionar con lucidez. Ella sonrió y me guiñó un ojo mientras Temis seguía mirándola con detalle.

     —Capitán —dijo la joven—, no creo que esté lista para la guerra, creo que estaré mejor aquí ayudando.

     Yo asentí antes sus palabras, de pronto su mal genio y la ironía con la que era usual que se dirigiera a mí parecía haber desaparecido, pero no era tan extraño, Anabella tenía una dulzura capaz de apaciguar cualquier rabia.

     —De acuerdo, soldado, cuando regresemos de la batalla continuaremos con los entrenamientos.

     Ella asintió y siguió al lado de la reina, algo se había formado entre ellas y no se rompería tan fácil.

     Ella asintió y siguió al lado de la reina, algo se había formado entre ellas y no se rompería tan fácil

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La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora