Acampamos a una distancia prudente de los muros de la ciudad, escondidos entre las sombras de la noche, el ejército estaba agotado, después de tanto tiempo vagando por los caminos necesitábamos reponer fuerzas antes de la batalla; como pudimos montamos unas tiendas en el interior del bosque, fuera estaba la inmensa llanura y más allá la fortaleza, el sonido de las olas del mar chocando contra los peñascos escondía nuestra presencia, al igual que la imponente tormenta que amenazaba con caer en cualquier momento, los rayos surcaban el cielo abriéndolo en fragmentos y provocando que de un segundo a otro, miles de gotas como flechas cayeran sombre nuestros rostros.
Cada hombre se refugió como pudo bajo los árboles, en una tienda e incluso en una pequeña mina abandonada, todos esperaban que con la salida del sol nos mostrásemos ante los distraídos enemigos, el ansia y la sed de sangre casi se podían oler, el cansancio por los días de viaje parecía disiparse conforme se acercaba el amanecer.
—¿Qué haremos cuando salga el sol, capitán? —me preguntó mi segundo, ahora Aitor.
—Nos presentaremos ante sus murallas y esperaremos una respuesta, si tienen honra prepararán su ejército.
—¿Y si no? —preguntó el muchacho.
—Si no, huirán como perros asustados hacia el mar, en sus barcos, el pudiente abandonará la ciudad y el que quede no será de interés.
Él asintió y siguió mirando la lluvia que caía, estábamos resguardados dentro de la cabaña real, pero el frío aún nos calaba los huesos.
—¿Cree que deje de llover pronto? —preguntó.
—Mejor que no lo haga, no es tan fácil esconder a tontos hombres, incluso dentro de la espesura del bosque.
El silencio volvía a dominarnos y yo no podía hacer otra cosa que mirar al rey, él estaba allí esperando algo que no iba a suceder sumido en un silencio tan fuera de lo normal que me preocupaba, lo extrañaba, extrañaba nuestros ratos buenos y empezaba hartarme de las idas y venidas, cuándo seriamos más que un rey y su general, cuándo dejaría de ser Atena la capitana general del ejército o la niña que su padre habría cuidado para ser su esposa o incluso su amante, nunca había deseado que un hombre me diera un título, pero la distancia que se abría entre nosotros era cada vez mayor y dudaba que saliéramos con vida de aquella batalla.
—Aitor. —Observé al joven—. ¿Por qué no vas a mirar cómo está Castian?, ese muchacho no se acostumbrará tan fácil a la guerra.
El joven ignoró por completo mi orden y se recostó más en el cómo cojín en el que estaba.
—¡Se las apañará! —dijo quitándole importancia.
—¡He dicho que vayas a verle! —sentencié en un tono más rudo mientras le hacía señales hacia donde se encontraba Far, quien estaba atrapado en un libro.
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La reina de Indra [Completa] ©
FantasyHambre, desesperación, miseria; en cada rincón de Indra reina el caos, después de que la especie humana quedara totalmente contaminada, el mundo retrocedió en la historia, los avances tecnológicos se perdieron junto con la cultura y la ciencia, deja...