Capítulo 13: El viaje en barco

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El cálido aliento de Far golpeó mis labios, la intensidad de aquel beso nos había dejado atónitos a los dos y aunque había acabado aún seguíamos jadeantes pegados a la boca del otro, como esperando que en cualquier segundo volviéramos a perder la ...

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El cálido aliento de Far golpeó mis labios, la intensidad de aquel beso nos había dejado atónitos a los dos y aunque había acabado aún seguíamos jadeantes pegados a la boca del otro, como esperando que en cualquier segundo volviéramos a perder la cordura, sin embargo, alguien abrió la puerta.

     —¡Capitán! —La voz de Aitor nos sorprendió a los dos—. ¡Es un milagro capitán! Han encontrado al comandante Declan.

     Separé mi cuerpo de Far y me precipité hacia la puerta antes de que Aitor fuera capaz de ver la incómoda escena, a pesar de mis esfuerzos, él pareció notarlo.

     —Informe soldado —gruñí mientras me acomodaba el uniforme en un intento de disimular mi situación.

     —Hemos comenzado a avanzar río arriba como ordenó, hace al menos una hora, mientras los soldados vigilaban el horizonte hemos encontrado al general Declan, estaba tendido en la orilla, está muy mal herido, puede que no sobreviva —La voz del muchacho sonaba entrecortada por los jadeos.

     —¿Dónde está? —Reclamé y salí de la habitación seguida de ambos.

     —Lo están atendiendo en uno de los camarotes del barco —dijo Aitor mientras me seguía.

     Bajé los escalones de dos en dos mientras rezaba que sobreviviera, los estrechos pasillos del barco me dieron la bienvenida e intenté no chocarme con las paredes mientras avanzaba corriendo, al final estaba una habitación que habían habilitado como enfermería.

     —Aitor, da la orden de volver a palacio.

     El joven asintió y salió corriendo por donde habíamos entrado, me dispuse a acceder a la habitación cuando Far tomó mi mano, las suyas estaban frías y sudadas.

     —Atena. —Suspiró como si temiera las palabras que iba a decir—. Si él está aquí, ¿sabes lo que significa?

     —Estoy preparada para una guerra, si eso es lo que insinúas.

     Él asintió y me dejó ir. Al abrir la puerta el olor a alcohol me golpeó; la habitación estaba más limpia de lo que hubiera imaginado, sin embargo, era demasiado pequeña, Declan estaba acostado en la diminuta cama, para mi sorpresa era más que suficiente para él.

     El hombre que un día había tenido un escultural cuerpo estaba desnutrido por completo, sus manos y sus piernas estaban llenas de cicatrices de lo que parecían latigazos, que se extendían también por su tronco; en las muñecas y los tobillos tenía marcas de lo que pudieran haber sido cadenas, su cara estaba chupada y sus costillas sobresalían de su pecho, los hermosos ojos llenos de vida que una vez me habían sonreído, ahora estaban hundidos en un rostro pálido enmarcado por un negror y  un tono morado.

     Giré la cara para no observarle más, pues sentí que cada segundo que le miraba le encontraba más heridas, en cambio, observé al curador, uno de los pocos hombres que me quedaban.

La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora