Capítulo 11: El duende

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«El día que Indra quedó separada, el corazón de dos amantes fue destrozado

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«El día que Indra quedó separada, el corazón de dos amantes fue destrozado. Mucho tiempo atrás, cuando las ciudades convivían en armonía, la ciudad de Nefeli estaba gobernada por una hermosa mujer cuyo esposo era el rey de Phaedra, el amor que existía entre ambos era tan eterno y muto que nadie se atrevía a interponerse, aquello unía a los seres de ambas ciudades, los cuales convivían en paz, hasta aquel fatídico día.
     Incluso la magia más poderosa es capaz de morir si el mal es persistente».

     Eso era lo que decía la nota que días antes Arog me había entregado, aunque  me preguntaba qué querría que entendiera con ello, no lograba descifrarlo del todo.

     Cuando el sol se alzó por el horizonte iluminando  la playa, donde habíamos naufragado, supe con exactitud que tenía un problema.

     Mis músculos estaban tensos y dolían por el esfuerzo, lo primero que noté era que mi espada y mi arco no estaban, alcé la cabeza como pude y un pinchazo me recorrió la sien, tenía la visión nublada, pero logré distinguir a Far tirado a mi lado, más allá al menos diez o tal vez más de mis hombres estaban tirados en el suelo.

     Forcé al límite mi cuerpo para ponerme de pie y tomar conciencia de nuestra situación, anoche habíamos acabado llegando a la orilla del río, no podíamos estar muy lejos de Nefeli, ya deberíamos haber avanzado la mitad del camino, pero necesitaríamos ayuda si queríamos llegar a tiempo. Por suerte la visión del agua pantanosa me hizo creer que en el fondo éramos afortunados y habíamos llegado al lugar correcto.

     Los pantanos de Indra eran evitados por todos, ya que se rumoraba la presencia de unos seres tan antiguos como malignos, conocía las leyendas acerca de la existencia de duendes, seres mágicos y extravagantes que cumplían un deseo si se les atrapaba a cambio de su libertad.

     —Far —murmuré, mientras lo jalaba del cabello—. ¡Despierta maldición!

     Él movió los ojos hasta que logró abrirlos mostrándome su tono azul.

     —¿Dónde estamos? —Se puso de pie lo más rápido que pudo.

     —Al norte del castillo, hemos avanzado lo suficiente para pasar el bosque.

     Él observó los hombres que se removían y comenzaban a levantarse, al menos había quince ahora que miraba con atención, eso aumentaba nuestras posibilidades, pero de igual forma había perdido a la mitad de mis hombres.

     —Debemos avanzar por tierra —dijo él mientras estiraba los músculos—. Haré un conteo de los hombres.

     Salió de mi lado lo más rápido que pudo, estaba evitando hablar de lo sucedido la noche anterior, en el fondo se lo agradecía, no estaba preparada para reconocerle como aquel chico al que tanto había amado.

     Después de un rato logramos formar un grupo de hombres medianamente armados, que bastaría para defendernos.

     —¡Soldados avancen! —Di la orden, aunque apenas había árboles, la dificultad del camino estaba en el suelo, a medida en que avanzábamos, se hacía pantanoso, el agua comenzaba a impedirnos el paso y el fango nos dificultaba el camino.

La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora