Capítulo 7: El impostor oportuno

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—Recuerdo cuando era niña, la ciudad dorada resplandecía, la fortuna abundaba; los seres de todas las ciudades Phaedra, Nefeli y Damianos convivían en armonía con la sangre pura

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—Recuerdo cuando era niña, la ciudad dorada resplandecía, la fortuna abundaba; los seres de todas las ciudades Phaedra, Nefeli y Damianos convivían en armonía con la sangre pura. Hasta que un día… Todo se terminó.

     »Los mares eran surcados por navíos que se enfrentaban unos con otros, los seres que antes se habían considerado hermanos, incluso se habían llegado a amar, se enfrentaron blandiendo sus armas en una lucha que hasta el día de hoy nadie sabe el porqué comenzó.

     »Entonces la poderosa Indra quedó separada en ciudades cuyas fronteras no eran visibles a simple vista, sino que había quedado enmarcado por lo que sus reyes consideraban suyo. Tres grandes reinos se formaron junto con un sin número de reproches y rencores. La enemistad entre las ciudades, es tan antigua como su misma formación. Las que antes habían sido hermosas ciudades, partes de un mismo reino, ahora tenían una autonomía total.

     »Hubo muchos reyes antes del de hoy, pero yo solo recuerdo a Miguel, creo que solo vale la pena recordarlo a él. La gracia con que él gobierna es indiscutible, incluso para sus enemigos, y esos valores se le serán concedidos al príncipe, mientras el linaje de miguel esté en el trono no tenemos que temer.

     La anciana terminó su historia mientras seguía meciendo el sillón, su hermosa nieta de apenas seis años que había estado atenta en todo momento, preguntó.

     —¿Qué tiene el rey Miguel que lo quieres tanto, abuela?

     Ella, con sus ojos nublados por la edad y sus manos temblorosas, se inclinó causando que su blanco cabello cayera hacia un lado a la vez de que soltaba una risilla traviesa.

     —Bueno cariño, el rey Miguel es justo, además de guapo.

     Ambas se rieron y se fundieron en un abrazo que hubiera enternecido hasta el más cruel de los corazones.

     —¡Atena! —El grito de Anabella me sacó de mis pensamientos—

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     —¡Atena! —El grito de Anabella me sacó de mis pensamientos—. Llevas media hora observando esa pared.

     Yo desvié la mirada y la observé a ella con atención, llevaba su acostumbrado uniforme de trabajo compuesto por una falda corta de color carmín y una blusa blanca como la nieve.

La reina de Indra [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora