Aitana
Camino deprisa hasta la habitación de Will. Los doctores dicen que su recuperación es favorable, lo que sea que signifique eso, me hace sentir aliviada.
Me paro en la puerta tomando todas mis fuerzas para verlo. Tomo el pomo de la puerta y cuando estoy por girarlo me arrepiento. No puedo hacerlo. Will no merece estar en una cama por quién sabe cuánto tiempo.
Tomo mi móvil y llamo a la única persona que puede entenderme ahora.
—Hola, Aitana —dice Marifer al otro lado de la línea emocionada por mi llamada.
—No puedo hacerlo —le digo tratando de disculpar mi cobardía.
—Respira profundamente y cuéntame qué sucede.
—Tenía la casa perfecta, se supone que esta noche me vería con la dueña. Daniel... bueno tú sabes... y Will... no sé qué hacer me siento a la deriva.
—No puedes seguir basando tu vida pensando en los demás y no en ti. ¿Daniel, qué? Si él te quiere de verdad entenderá, y Will... amiga tú sabes que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Es horrible lo que pasó pero tu estado no es por el accidente, es por todo y lo sabes. Afronta tu vida, y amiga, reza para salir viva.
—No puedo dejarlo ahora.
—No, claro que no puedes pero, Aitana, por una vez en tu vida piensa en ti. Quédate con Will hasta que se recupere pero tienes que decirle en algún momento que debes seguir adelante, ambos deben hacerlo.
—¿Cuándo te convertiste en adulta?
—¡Ay! ¡Entonces chinga tu madre y jódete! —dice a viva voz para luego morir de risa. Me uno a ella pero mi risa no es tan fuerte como la suya.
—Gracias, Maricuchi.
—Cuando quieras, hermana —dice y luego ambas colgamos.
Respiro profundamente y esta vez abro la puerta sin perder tiempo. ¡Oh por Dios! Will postrado en una cama con un montón de aparatos conectados a él y su pierna enyesada. Un tubo enorme conectado a su boca me dice que no podré hacer esto. Cierro los ojos y empiezo a tambalearme cuando siento unos brazos sostenerme. Miro a mi ángel de la guarda y se trata de cierto güero alegre.
Me abrazo fuertemente a él y este me consuela sin decir una palabra. Las lágrimas salen de mí sin poder controlarlas. «Bien dicen que cuando lloramos no lo hacemos realmente por los sucesos de ese instante sino por todo lo que no hemos llorado antes. »
—Aitana, él estará bien.
—Lo sé, es fuerte.
—¿Entonces por qué lloras?
—Porque soy yo la débil.
Lucca no dice nada, en su lugar me vuelve a abrazar y se queda conmigo por lo que resta del horario de visita. No quería estar triste, mi amigo tenía razón, yo podía con esto y debía demostrármelo a mí misma. Para cuando Lucca me deja frente al Mystic me encuentro sosteniendo el papel que el doctor me dio, con los gastos que el seguro no cubre. Mi situación financiera no es la mejor del mundo pero debo arreglármelas. Decido relegar el papel en un lugar lejano en mi bolso. Tomo aire y entro al bar.
Los chicos del lugar me saludan y yo hago lo propio. Mi humor no es el mejor pero me las arreglo para sonreír de todas formas. Subo al escenario y empiezo a revisar el equipo para el ensayo que tendremos hoy antes de que el bar abra.
—Aitana, el jefe quiere verte en su oficina —dice uno de los meseros mientras limpia un copa de vidrio.
—Gracias.
Dejo mi bolso en el escenario y me dirijo hasta la oficina de Daniel. Subo las escaleras sin ánimo alguno y de pronto lo veo en la cima de estas esperándome con las manos en sus bolsillos, sonríe y yo respiro profundamente.
—Pequeña —dice abrazándome.
—Hola jefe.
—Quise acompañarte esta tarde pero Lucca dijo que no era una buena idea.
—Sí, me dijo que lo llamaste. Gracias por mandarme al güerito. Se portó de diez.
—Por eso lo mandé contigo, él es una buena compañía.
Cuando lo dice su rostro se contrae y se pone triste, luego niega y sonríe. « ¿Qué me está ocultando? »
—¿Por qué lo dices?
—Cuando conocí a los chicos no fue en mi mejor momento, Lucca, Max y Alex me... bueno, digamos que fuimos el salvavidas del otro.
—Di por hecho que se conocían de siempre, o sea desde el preescolar y así.
—Gracias a Dios no. Nos conocimos en la oficina del director, éramos adolescentes problemáticos —Cuando termina de hablar su rostro se torna triste y sé que hay más de esa historia —. Max es otro cuento, pero nos conocimos casi al mismo tiempo.
—¿Quién es el mayor de los cuatro?
—Max, luego Alex, yo y Lucca.
Por su expresión cuando hablamos del pasado puedo saber que ha sufrido mucho.
—Hablando de eso... ¿Dónde está Max? —No es que quiera cambiar de tema pero es lo mejor, aunque mi curiosidad está a tope.
—En la India, tratando de encontrarse a sí mismo. Él es un hombre con problemas y creímos que los había superado pero al parecer cierta pelirroja lo ha puesto a prueba.
—¿Hablas de mamá Chanell?
Daniel echa su cabeza para atrás y empieza a reírse a carcajadas. Esa risa suya es la que me gusta aunque no entienda cuál es el chiste exactamente.
—Definitivamente las chicas del Royalty nos pegaron fuerte, así pasó —dice y camina hasta el interior de su oficina, lo sigo y veo que las cosas están demasiado desordenadas para él.
—Daniel... ¿me dirías si te estuviera pasando algo?
—Nada pasa, lo prometo —dice haciendo a un lado la carpeta que estaba en su sillón.
«Esto no es propio de él. Definitivamente este no es el Daniel que recogía las toallas que dejaba tiradas en el Royalty. »
—No te creo —le digo enfrentándolo. Daniel no dice nada, en su lugar empieza a ordenar un poco su propio desorden que no es mucho, cinco folders por aquí y por allá, papeles regados, pero para él sé que es demasiado —. ¿Por qué estoy aquí?
—Porque pronto tendrás que ensayar, con la banda.
Acomoda los libros en su librero dándome la espalda. Ignorándome. Se siente como si quisiera tenerme cerca pero a la vez no.
«No me quiere aquí, pero, me necesita. »
—Sabes que no me refería a eso.
Agacha la cabeza y aprieta fuerte el libro que tiene en su mano y dice; —Solo... quédate conmigo —Cuando habla su voz está cargada de melancolía. No entiendo qué le sucede pero es demasiado para él, eso está claro.
—Estoy aquí contigo, Daniel.
Ríe y luego se da la vuelta y me mira a los ojos. Camina hasta mí como todo un depredador. Toma mi rostro y me besa con fuerza, no hay devoción esta vez, ni amor, es necesidad. Nuestros labios duelen, su beso duele y de pronto siento una lágrima recorrer mi mejilla.
¡Oh por Dios, está llorando!
—Aitana, está bien, sé que tienes a alguien, que debes quedarte con él, te juro que lo entiendo, es mi corazón el que no lo hace.
—Daniel... yo...
—No más promesas, no más palabras solo quédate conmigo, aquí, ahora, es todo lo que pido.
Quiero decirle que sí, que me quedaría con él por siempre aunque nuestro siempre dure una noche pero las palabras se resisten y no salen de mí. Le asiento con la cabeza y él me vuelve a besar.
Está mal jugar a dos bandos, está mal besar a un chico y tener a otro en la cama de un hospital esperándote. Está mal amar tanto que duele. Claramente esto estaba mal.
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Nunca es Suficiente, Serie LOCO AMOR 3
Romance"El amor a veces duele." ¿Se puede amar a dos personas a la vez? La respuesta más sencilla y tal vez la más lógica debería ser un rotundo no, pero, ¿cómo se lo dices al corazón? Una sola noche bastó para que la vida de Aitana tomara un camino distin...