Capítulo 8

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Will


Odio sentirme inseguro y ahora mismo es el único sentimiento que tengo. Soy patético. Quiero ir a ese bar y reclamar lo que es mío, Aitana es de mi propiedad y eso nadie lo va a cambiar.

Me paro de la silla del bar y todos los chicos voltean a verme. Levantan sus vasos y yo hago lo mismo terminándome mi trago.

—Luego nos vemos chicos —me despido de ellos y decido ir al baño antes de irme del bar.

Cuando salgo del baño observo a Amy en un rincón con sus amigas. Camino hasta ella y de inmediato deja el trago que lleva en la mano en la pequeña mesa. Sus amigas se dispersan dejándonos solos.

—¿Qué quieres, Will?

—Disculparme contigo, no debí tratarte de la manera que lo hice la última vez que nos vimos.

—Fui yo quien se enamoró de ti, aun sabiendo que nunca me ibas a querer.

«¿Qué? ¿En serio esta niña me habla de amor? »

—Estás confundida —sostengo su mano acariciándola —. El sexo a tu edad se puede confundir con amor.

—Tengo veintiuno, no soy una niña de dieciséis.

—No deberías estar aquí sola —le digo mirando a mi alrededor.

—Y tú deberías estar con tu mujer.

La rabia me invade de pronto y suelto su mano. ¿Por qué las mujeres siempre joden todo? ¿Por qué nunca se callan? Están hechas para follar, cocinar y tener bebés no para abrir la boca porque cada vez que lo hacen lo joden.

—A eso voy, a verla.

Salgo del bar deprisa, dejándola al borde de las lágrimas. Nunca debí interesarme en ella, pero lo cierto es que el sexo con ella es demasiado bueno. Cuando la conocí, Aitana estaba aún en el Royalty y me pareció una buena opción para calentar mi cama hasta que ella llegara y la niña asombrosamente no se fue, y sí quería que lo hiciera porque estaba claro que yo no la alejaría.

Entro a mi auto y enciendo un cigarrillo para acallar las putas voces en mi cabeza.

Flashback

—Hola niño bonito.

La veo tambalearse de lo borracha que está. Hace cinco meses llegué a esta casa y la compartía junto a otros cinco niños, dos niñas y tres niños.

—¿Qué sucede? —pregunto saliendo de la cama para ayudarla a sentarse.

Mamá Pari, era una señora mayor de la India, era amable, juguetona y nos quería a todos aunque no fuéramos sus hijos. El estado le pagaba por nosotros y tal vez por eso nos quería. Todo era perfecto hasta que se hacía de noche y empezaba a beber. Yo adquirí el rol de su protector desde que llegué, el resto cerraba los ojos e ignoraba todo lo que pasaba. Nadie quería ayudarla, entonces yo lo hacía.

—Eres un niño bueno —dice acariciando mis cabellos.

Un fuerte golpe llama mi atención por lo que dejo a mamá Pari y voy a ver el origen del ruido. Sunny la gata sale disparada de entre las sombras.

—Hey muchacho, pásame un vaso en el que pueda servirme.

Lo miro sosteniéndose de la mesa. Oscar era el esposo de Pari, un horrible hombre que pasaba la mitad del tiempo borracho y la otra mitad desaparecido.

Hago deprisa lo que me pide. Se sirve un trago de su bebida y me lo entrega.

—Vamos, bebe muchacho, es hora de que seas un hombre.

—Tengo once años.

Sé perfectamente a dónde te llevan el alcohol, drogas y demás. Cuando sea grande quiero ser un arquitecto y construir mi casa propia y para eso debo tener cerebro y los vicios no me harían un bien, eso decía la televisión.

—Tómalo, ¿o me dirás que eres un afeminado?

—No lo soy, señor.

Dispuesto a demostrarle que no lo era tomo un pequeño trago de su bebida. Sabe horrible, mi lengua quema y se siente raro.

—Ese es mi muchacho. ¿Dónde está Pari?

—La acosté en la cama, señor —digo limpiando mi lengua con la manga de mi pijama.

—¿Tú la acostaste? —Asiento con la cabeza —. Te daré una lección pero debes prometer nunca olvidarla —Vuelvo a asentir —. Sexo. Rico y jodido sexo es la solución a todos los problemas.

Se echa a reír y yo lo miro sin comprenderle muy bien.

—Ven, te enseñaré —me toma de mi pijama y me arrastra con él.

Pari está acostada boca abajo, se debió dar la vuelta cuando me fui. Yo dormía con mamá Pari cuando Oscar no estaba. Me gustaba dormir con ella, me hacía sentir bien.

Oscar se quita sus pantalones y sube el vestido de mamá Pari. Su pene está duro y apunta hacia ella. Le niego y este me da un golpe en el hombro.

—Te enseñaré cómo se hace.

Cierro los ojos pero entonces escucho que mamá Pari se queja. Intento no escuchar pero es imposible. Abro mis ojos de a poco y lo veo sosteniéndola por atrás mientras se mueve, a ella parecía no gustarle al principio pero ahora le gustaba o eso creo.

—Ven muchacho, te enseñaré a coger —dice y me jala —. Quítate tu pijama —Pari trata de moverse pero no puede.

—No quiero.

—¿Eres un mariquita después de todo?

Odio que me llame así. Oscar se levanta de la cama y me quita toda la ropa, hace frío. Toma mi pene y empieza mover su mano, trato de que me suelte pero no se detiene. Empiezo a llorar y él empieza a golpear mi cabeza.

—Te gustará ya verás que sí. Ahora quiero que seas un buen chico y pongas tu pequeño pene en Pari.

Niego pero este vuelve a golpearme en la cabeza y cuando se cansa de pegarme vuelve a Pari. ¿Por qué hacen esto los adultos?

Fin flashback

Golpeo el volante del automóvil. Mi cabeza duele demasiado. Jalo de mis cabellos pero el maldito dolor sigue ahí.

Tengo que controlarme, se lo prometí a Aitana. En mi cabeza siempre habita un zumbido, cuando me enojo se hace más fuerte y destruyo todo a mi paso como el maldito huracán que soy.

Aitana cambió eso pero luego lo jodí y el dolor volvió y más nunca se fue. El sexo lo hacía llevadero cuando el pasado amenazaba con joderme tanto que se hacía imposible respirar.

—¡Era un niño! —grito dándole golpes al volante —. Lo siento Pari.

Oscar me golpeó durante tres años seguidos y mi cabeza empezó a doler tanto que me perdía y no sabía lo que hacía. Un día simplemente me vi al otro lado de la calle del departamento donde vivíamos. Los bomberos dijeron que fue un accidente, yo sabía la verdad, fui yo, yo maté a mis hermanos y a mi Pari. Intenté protegerla pero Oscar me hizo enojar, recuerdo tener el encendedor en mi mano, luego nada.

Cuando conocí a Aitana ella pasaba por sus cosas, yo no quería hablar de mi pasado y ella tampoco, nos hicimos amigos y nos aceptamos tal como éramos. Aitana me hacía bien, luego quiso más y la perdí. Ya no pasaba tiempo conmigo, pasaba el tiempo con sus amigas o dando presentaciones y una vez más el dolor fue insoportable y le hice daño. No quería lastimarla, pero me frustraba el hecho que yo ya no era suficiente para ella.

«Yo no era malo, ella me hizo así. » Debió conformarse conmigo. ¿Acaso no veía que solo yo la entendía y aceptaba como era?

Enciendo el auto y salgo del estacionamiento. Debo buscarla, debo recuperarla. Ella es mía. Debí poner un jodido anillo en su dedo hace mucho.

Las luces de los automóviles me encandilan y de pronto siento un fuerte golpe y todo se pone negro.

Nunca es Suficiente, Serie LOCO AMOR 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora