CAPÍTULO 28

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Daniel


Su cuerpo desnudo está tendido en la pequeña manta en medio de la sala. Podía vivir dentro de ella toda la vida y jamás me cansaría. Tocarla es adictivo, besarla es aún peor.

—¿Qué tanto me miras desde ahí? —pregunta cubriéndose con la manta.

Sus maletas aún estaban en la entrada, cajas y cajas apiladas en toda la casa me decían que esto era real. Ella tomó su decisión y yo solo puedo aceptarla, y eso no quiere decir que lo que tenemos termine o se dañe, al contrario, la amo tanto que si tengo que esperar un tiempo para dormir definitivamente con ella lo haré.

—No cubras tu cuerpo.

Ríe de mi comentario y empieza a acomodar sus cabellos en una cola alta.

—¿Quieres que me resfríe o qué?

—No, solo me gusta verte.

—Eso ya lo sé —me extiende la mano para que vaya hasta ella, dejo el vaso en el lavaplatos y voy a su encuentro —. Te amo.

—Lo sé, me lo dijiste como veinte veces mientras te corrías para mí.

Envuelve sus brazos en mi cuello y me mira de una manera tan especial que juro que esto parece un sueño.

—No vuelvas a alejarme de ti, nunca, por favor.

—Jamás.

—Sabes, a pesar de que fui dada al sistema, tuve una niñez buena —Quiero callarla con un beso pero esta me niega y continúa —. Viví la mayor parte de mi vida en un hogar de niños, hasta que decidí escapar de allí a los catorce años. Entonces conocí lo que es pasar hambre y frío —Mira a su alrededor —. Por eso esta casa es importante para mí y aunque agoté todos mis ahorros pagándola, vale la pena. Es mía, por primera vez tengo una casa propia y sé que puedo valerme por mí misma.

—Una vez dijiste que pensabas que tus padres te amaban tanto que fueron conscientes de que no podrían criarte.

—Y aún lo pienso.

—¿Nunca los buscaste?

—Lo hice en cuanto salí del orfanato, no hay registros de ellos. Una monja me dijo que simplemente me dejaron en la puerta, nadie los vio nunca y no hay forma de saber quiénes son. Creo que para ellos fue doloroso y vergonzoso a la vez tener que dejarme y por eso no quisieron dejar rastro alguno.

—He conocido personas que al igual que tú fueron dados al sistema y siempre vi en ellos rabia por su destino, tú tienes una manera única de ver lo que pasó. Eres positiva al respecto.

—No puedo andar por el mundo odiando a las personas que me dieron la vida, tal vez no me criaron pero estoy aquí, respirando, por ellos... y tampoco odio a Will.

Doy un largo suspiro y me preparo para la conversación que claramente no quiero tener.

—No puedo decir lo mismo.

—Él me salvó, y sí, tuvimos algo bueno, él está enfermo y nunca se trató o habló de ello, no sé qué es lo que le pasa pero lo presiento. Cuando lo conocí estaba huyendo de un cliente, estaba cansada de ser usada pero tampoco sabía cómo salir de esa vida.

—¿Por qué empezaste a trabajar en... el club?

—Sé que no quieres saber pero no más secretos, ¿recuerdas?

—Cuesta asimilarlo de hecho pero aquí estoy, dispuesto a hacer las cosas bien, de escucharte, comprender y aprender tal vez de ti.

—No empecé trabajando como prostituta, en realidad yo era una bailarina de gogó y al no tener los estudios necesarios para aplicar en un trabajo, bueno, terminé en ese lugar. Una vieja amiga siempre me veía dormir en la puerta de su departamento, un día dijo que podría vivir con ella si le ayudaba a pagar la renta y la alacena. Apliqué para muchos trabajos y todos me rechazaban por una u otra razón. Las cuentas se empezaron a acumular y ella me habló del club donde ella trabajaba y así empezó todo.

Nunca es Suficiente, Serie LOCO AMOR 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora