LAURA
Llegamos a la planta diecisiete donde mi padre tiene el despacho. Tiene cuatro plantas enteras en este edificio de Plaza Castilla. Planta quince, es donde está contabilidad y administración. Ahí estaré yo. Organizando papeles. Haciendo cafés y pasando el rato. En esa sala hay un pequeño lobby para que los empleados pasen sus ratos de descanso y una terracita de fumadores.
La planta dieciséis es donde se cuecen los casos menores, los más rápidos, y ahí están los abogados normaluchos que intentan abrirse camino. Pero que, si son honrados y decentes, acaban comiéndose un colín. Porque si algo sé de este mundillo, es que, o comes o te devoran con ansia.
La planta diecisiete o donde estamos es donde están mi padre y sus asociados. Mi hermano Roy, Martín Valdeoliva, mi prometido. O eso cree él y mi familia, pero, del que paso desde siempre y al que no me atare en lo más mínimo. El padre de éste, Fernando Valdeoliva. Aburrido, estirado y ridículamente antiguo, tanto que, a veces, me entran ganas de ahorcarle. Javier Suárez, un tipo que está a punto de jubilarse y su hija Diana Suárez, con más mala hostia que los tártagos. ¿No sabes lo que son los tártagos? Yo tampoco, pero eso no importa, deben tener muy mala leche.
Y luego la planta dieciocho donde se llevan a cabo las reuniones y se cuece toda la negociación.
Respiro hondo porque el pobre chaval que se ha montado con Roy y conmigo ha subido veinte grados la temperatura aquí dentro. Está sudando como un pollito. Mi hermano le mira con cara de asco, lo cual, no ayuda. Y si le sumamos traje basura, camisa manchada y las miradas de mi hermano. Creo que el chico va a vomitar en cualquier momento.
— Seguidme —mi hermano se coloca levemente la chaqueta perfecta y se mueve en dirección a su despacho. Tiro del brazo del muchacho que ha pasado de parecerme patético a darme penilla, para que venga al despacho.
— ¡Vamos! ¿Quieres que te echen antes de entrar? —el chico me mira con pavor. ¡Ay pobre! Me imagino lo que siente y me da más pena todavía.
Pero parece recomponerse, se coloca la chaqueta bajo mi atenta mirada y se mira en el espejo de las puertas del ascensor, se recoloca un rizo de su frente y sale con la cabeza alta.
— ¡Puedo hacerlo! —se dice así mismo y saca una bonita sonrisa.
— ¿Listo?
— ¡Listo! – me mira y se mueve haciendo que le siga.
— ¿Os habéis perdido? —Mi hermano habla secamente desde su mesa cuando entramos. Le arqueo una ceja y nos insta a sentarnos. ¡Idiota! — ¡Sentaos! Ambos lo hacemos, cada uno en una silla y mi hermano comienza a sacar unas carpetas de colores llamativos que me sacan una sonrisa, son esas cosas que a cualquiera le darían vergüenza. Pero mi hermano adora sus colorinchis.
— Bien señorita... —parece dudar— Laura Villanueva. Acaba de terminar derecho y ha querido presentarse a nuestra empresa para sus primeras prácticas. Se ha licenciado con honores y está esperando a empezar un master en Protección jurídica de las personas y los grupos vulnerables —me mira con sus ojos igualitos a los de mi padre y me arquea una ceja. ¿Eso no lo sabías eh?
— Así es —le digo mientras cruzo mis piernas y muevo un pie, nerviosa, esto es peor que un examen.
— Vale. Ha sido la primera de su promoción en la universidad complutense de Madrid. Se ha sacado todos los cursos gracias a becas por buenas notas y ha sacado todo a la primera. Un gran currículo.
— Gracias —le digo y le sonrío. Agacha la mirada y cambia la carpeta.
— Vale. Señor Nicolás García. Primero de su promoción en la Universidad Autónoma de Madrid, ha cursado todos los cursos a la primera. También ha conseguido becas por buenas notas y ha estado haciendo unas prácticas en el anatómico forense —mira al chico interrogatorio.
ESTÁS LEYENDO
El amor tiene las patas muy cortas
RomanceLaura y Nico son dos personas muy diferentes. Demasiado. Entran a trabajar de becarios en el mismo bufete de abogados y cuando se conocen sus mundos colisionan. De primeras no son almas gemelas ni se llevan a las mil maravillas pero poco a poco, día...