LAURA
Son las diez de la noche. Es domingo y mañana trabajo, pero estoy en un barrio casi desconocido para mí, bajo unas escaleras de incendios, decidiendo cuál de las tres ventanas creo que es la del chico que me está robando la cordura.
Lo juego a las chinas y me toca la de más a la derecha.
Pego un salto y subo por las escaleras. En las películas parece mucho más fácil, pero se mueven un montón y te da un vértigo del carajo. Y... son cuatro plantas. Miro hacia arriba y resoplo. Pero, sigo subiendo. Llego a la ventana en cuestión y me asomo. Todo está a oscuras y la ventana cerrada. Ahora tengo mil dudas. ¿Y si no es esta y me pilla un desconocido mirando hacia su casa? Puede que acabe esposada por mirona. Intento vislumbrar el contenido de la habitación, sin éxito alguno.
Me muevo por la pasarela vitando mirar abajo o me mearé del miedo encima, porque de verdad, que esto se mueve un montón. Parece que se fuese a caer en cualquier momento. Y la verdad, que valoro bastante mi vida. Me asomo a la segunda ventana y tampoco hay luz. Intento lo mismo que en la primera ventana y aquí si veo una cama, y alguien tumbado en la misma. Pero la luz está también apagada. Miro mi reloj, solo son las diez. ¿En serio alguien se acuesta tan pronto? ¿Y si le llamo para ver si es él?
Me da rabia, porque no reconozco una mierda si la persona en la cama es Nico o quizá un desconocido. De repente noto como una sombra pasar por la habitación, y de golpe y porrazo un gato blanco y enorme se estampa contra el cristal.
De la impresión pego un grito y me caigo hacía atrás. Del movimiento me choco contra la barandilla, lo cual me asusta de la hostia de nuevo y me golpeo la espinilla con un escalón de los de subida a la siguiente planta. Me dejo caer sujetándome a la baranda sobre uno de los escalones y me pongo la mano en el pecho. Menudo susto ¡Joder!
— ¿Se puede saber qué haces?
Miro hacia arriba y un Nico sin camiseta, con cara de dormido y la ventana abierta de par en par, me está mirando con una seriedad que no me esperaba.
— Intentaba saber cuál es tu ventana —sonrío nerviosa—, al menos te he encontrado.
— O Voldemort te ha encontrado a ti.
— Sí, según se mire así es. ¿Estabas dormido?
Me mira y una ligera sonrisa se le dibuja en el rostro, pero lo disimula bien el jodío.
— Casi. Lo intentaba. ¿Qué hora es? Mañana trabajamos, ¿lo sabes?
— Claro que lo sé, pero te dije de dormir contigo y no me has llamado. De hecho te dije que me dejaras la ventana abierta... Y mi padre siempre me ha dicho que, si Mahoma no va a la montaña, la montaña debe mover el culo y buscar a Mahoma.
— Ya. Conozco el dicho. Pero necesitaba descansar y pensar.
— ¿Vas a dejarme aquí toda la noche?
— Es que... —se rasca tras la oreja. Está nervioso
— Vale, está bien, me he excedido, me voy, no te preocupes —me levanto lo más dignamente que puedo.
— No —me coje del codo cuando ya estoy incorporándome para volver a bajar por estas escaleras de mierda—, espera. Esto... entra, te ayudo.
Entro como puedo por la ventana, repito que eso es mucho más fácil en las pelis, quizá porque las ventanas son más grandes. O mi culo es más grande de lo que yo creía.
Cuando entro un olor a gel con colonia me embriaga, se ha duchado hace poco. Le miro de arriba abajo porque está en bóxer y me resulta demasiado tentador.
ESTÁS LEYENDO
El amor tiene las patas muy cortas
RomanceLaura y Nico son dos personas muy diferentes. Demasiado. Entran a trabajar de becarios en el mismo bufete de abogados y cuando se conocen sus mundos colisionan. De primeras no son almas gemelas ni se llevan a las mil maravillas pero poco a poco, día...