30. Perdón

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NICO

Acabo de quedarme con la boca reseca. Laura está impresionante, su pelo rubio recogido, un precioso vestido rojo hasta el suelo, con una raja lateral que me deja ver parte de su pierna desnuda. Es delicada, como una rosa de esas de terciopelo que solo puedes oler en primavera y que te embriaga.

He llegado tarde, muy tarde. La cena está a punto de comenzar. Sé que he sido un imbécil, lo sé, pero siempre se puede pedir perdón. ¿No? Y espero que no sea demasiado tarde.

Ella va a hablar, pero en su cara veo el enfado así que la corto antes de que empiece.

— He sido un capullo. Lo sé —resopla y se cruza de brazos, en ese gesto infantil que pone y que me vuelve loco.

— Me alegra que lo sepas.

— Necesito pedirte perdón.

— Bien ¡Pídemelo!

Le sonrío, la conozco bien. Mejor de lo que pensaba y mejor de lo que ella cree. Por eso, sé que ya me ha perdonado. Pero ha llegado el momento de decir la verdad aunque duela.

— Laura. Siento haberme portado como un idiota, gracias por estar a mi lado. Por regalarme caricias cuando rehuía. Por no rechistar cuando te he tratado mal, por sonreírme cuando tocaba —poco a poco elimino el espacio que nos separa—, por sentarte junto a mí en mi peor momento y aguantar mis lloros. Gracias por ser mi mitad cuando pensaba que eso no existía, gracias por enseñarme que a pesar de todo siempre hay una razón para seguir en pie. Y esa razón eres tú. No quiero perderte por un mal momento. Pero necesito contarte algo antes.

— Bien —estamos casi pegados, noto su respiración, está nerviosa y exaltada. Igual que yo— ¿Qué quieres contarme?

— He besado a Leila —Ya lo he soltado. Sin anestesia ni nada. Su cara cambia a una de... diría que rabia, pero es desolación.

— Que... ¿¿¡Qué!?? —me grita.

— Ha venido a verme después de que te fueras...

— ¡De que me echaras querrás decir! —me corta y da unos pasos hacia atrás, volviendo a romper nuestra cercanía.

— Bueno... lo que sea —me acerco de nuevo y se aleja más hasta chocar contra la pared—. No te alejes, por favor.

— ¿Qué no me aleje? Reza porque no te dé un guantazo, gilipollas.

— Tienes razón. Me lo merezco, pero... déjame contártelo. Por favor.

Le suplico con la mirada y claudica.

— Ha venido a verme después de que te fueras. Me abrazó por lo de mi abuelo, fue extraño —recuerdo la sensación de familiaridad—. Me sentía cómodo, era algo familiar. Pero luego ella y yo al ir a separarnos nos hemos dado un beso —la veo muy nerviosa, está temblando. ¡Joder! —, ha sido solo juntar los labios y entonces me he dado cuenta y la he apartado. Laura yo...

PLAS

Guantazo merecido. Lo sé.

— Laura yo...

— Laura nada. No quiero ni verte Nico. ¡Aléjate de mí!

La veo escabullirse e irse hacia dónde va a ser la cena. La gente ya está tomando asiento. Algunos compañeros me ven y se acercan para decirme lo típico. Siento lo de tu abuelo, te acompaño en el sentimiento y esas mierdas por las que no quería venir. Pero en parte si no es hoy será mañana. Y tendré que vivir lo mismo.

Miro el cartel inicial donde aparecen nuestros nombres y veo el mío junto al de Laura en la mesa cinco. La busco en el plano y me dirijo allí. Laura está con Carmen, Lola y Sonia hablando, finge no verme, pero la veo mirarme de reojo. Sé que sigue todos mis movimientos, me siento en el sitio designado, y espero. En unos minutos no tendrá más remedio que hacerme caso y hablar conmigo.

El amor tiene las patas muy cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora