LAURA
— Buenos días —levanto la vista para ver a mi hermano de camino a nuestra mesa, miro de reojo a Nico que comienza a sudar y me río. Es la mar de gracioso. Y más cuando mi hermano le mira de arriba abajo— Os quiero ver en mi despacho en diez minutos.
Se va por donde ha venido y ambos nos miramos con temor. ¿Qué? Solo llevamos dos semanas y media. ¿Ya la hemos liado? Pero si no nos ha dado tiempo.
— ¿Has hecho algo? —me pregunta Nico cuando nos levantamos.
— ¿Por qué he tenido que ser yo?
— Porque especialmente esta beca te importa poco.
Pongo los ojos en blanco. ¿¡Veis!? Ha veces le mataría, le cortaría en trocitos diminutos y le escondería. Jamás encontrarían su cadáver. Le miro entrecerrando los ojos mientras tengo este oscuro pensamiento que me da algo de miedo incluso a mí.
Ambos llegamos en silencio a la puerta del despacho de mir hermano. Su secretaría da dos toques, se oye la ruda voz de Roy al otro lado y me entran ganas de coger la mano del pobre Nico para infundirle valor. Pero... es que él solo me aparta.
Entramos y está al teléfono. Pero nos indica que tomemos asiento. Como el primer día. Y lo hacemos.
— Ahá... sí... ahá... ¿En serio?... lo que tú digas... vale, yo se lo digo... que sí... venga adiós.
Cuelga la llamada y nos mira alternándose entre los dos.
— No sé con cuál de los dos empezar.
Genial, seguro que tiene que ver con las excursiones que hacemos al sótano. A veces me he imaginado que bajamos y nos enrollamos como me imagino que hacen en las pelis románticas. Para evitar ser vistos por los compañeros. Otras veces me imagino que unos zombies nos asaltan y se nos comen vivos.
¿Por qué tengo unos pensamientos tan raros? Meneo la cabeza evitando pensar en ellos.
— Bien, el caso es que la semana que viene vendrá uno de nuestros asociados desde Berlín y otro de Nueva York. La imagen del bufete como imagináis es primordial —ambos asentimos con la cabeza— Tu look es intolerable —me señala y frunzo el ceño en señal de desaprobación.
— ¿Qué le pasa? Visto normal —mi hermano abre mucho los ojos.
— ¿Usted se mira al espejo por las mañanas señorita Villanueva? ¿Cree que puede presentarse en un bufete de renombre como el nuestro como si fuese una vagabunda?
— ¿Perdón? —Ahora me está cabreando. No parezco una vagabundda.
— Queda perdonada, pero le ruego que al menos mientras nuestros socios estén aquí, tendrá la decencia y el respeto de vestirse acorde a su puesto.
— Pero...
— Pero nada. No es una sugerencia señorita, es una orden. Si no la quiere acatar estará fuera del bufete. Y creo que entiende lo que supone algo así —le miro indignada— Consecuencias con su futuro próximo.
¡Dilo! Castigo de papá. Cortar el grifo y obligarme a ceder a lo que él quiera. ¡Joder! Quiero gritar. Debo haberme puesto hasta roja. Me callo y agacho la cabeza.
— En cuanto a usted señor García, me alegra que entienda, que debe venir en traje, pero debería renovarse. No es necesario venir de etiqueta, pero a su traje no le da tiempo de airearse, además de oler a rancio. ¿Cuántos años lleva colgado en un armario?
Veo a Nico ponerse rojo de vergüenza.
— Traiga uno nuevo, más moderno, o unos Docker con camisa. Algo moderno, acorde a un chico de su edad, elegante pero no tan formal como si fuese a una boda de los años ochenta. Aún no es un abogado de la firma y como habrá visto, los chicos que trabajan en la planta baja, visten algo más informales.
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El amor tiene las patas muy cortas
RomantikLaura y Nico son dos personas muy diferentes. Demasiado. Entran a trabajar de becarios en el mismo bufete de abogados y cuando se conocen sus mundos colisionan. De primeras no son almas gemelas ni se llevan a las mil maravillas pero poco a poco, día...