10. Solo es una comida de amigos

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NICO

¿Cómo soy tan estúpido que me dejo convencer por esta mujer? Ya estaba decidido, cada cual, por su lado. Yo con Leila y ella a lo que quiera que se quiera dedicar. Pero ha tenido que abordarme en el archivo, avivar el ardor que siento cuando me toca. Sentir sus manos otra vez sobre mí.

Pero esta vez será distinto. Jugaremos con mis reglas y seremos solo amigos. ¿Qué hacemos? Una comida de amigos. Aunque por dentro de mí, el mismo infierno ruja por abrirse camino y arrasar con todo.

Vamos camino de un indio. Me apetecía mucho ir a un indio. Desde hace meses. Pero como Leila no quiere salir de casa y no me gusta pedir indio a domicilio, porque la comida no sabe igual, al final se pasa el tiempo y lo voy dejando. Me recomienda uno cerca de su casa, en el centro. Y bueno a mí en realidad me da igual uno que otro.

Llegamos y el sitio mola un montón. Está ambientado en la india. Los asientos son cojines en el suelo y el olor de las especias invade mis fosas nasales nada más entrar.

— ¿Te gusta? —Laura se quita los zapatos y los deja donde nos indican. Yo hago lo mismo y asiento. Seguimos a la chica que se encarga de nuestro servicio.

Nos sentamos en dos cojines uno al lado del otro. Así la chica viene por delante y nos sirve mejor.

La comida está espectacular. Y Laura no hace más que hablar de su amiga Sara. Me ha explicado que le da vergüenza que conozca a sus padres. Que es como un paso muy íntimo. Y aunque la entiendo, ella me ha dicho que no debió tratarme así de mal, ha reconocido que tengo más que razones para enfadarme. Que su amiga Sara le había echado la bronca y que le habría gustado hacer las cosas de otra manera. Me ha dicho que su vida ahora mismo está patas arriba. Que no están bien las cosas con su familia y que desea que la perdone de verdad.

En mi fuero interno creo que desde el momento que llegué a casa el domingo después de estar con Leila y ver, las miles de llamadas de ella y ese mensaje que me mandó, la perdoné.

"Necesito pedirte perdón. Cógeme el teléfono, por favor"

Pero necesitaba alejarme de ella. Y a pesar de todo, no ha servido de nada. Porque que no me manden tareas con ella no iba a evitar que nos viésemos. Y verla ha sido sin duda mi perdición. Y más con esa falada de tubo que se ha puesto. Menudo culo respingón le hace. Su ajustado chaleco ha hecho que me pierda es su enmarcado pecho. Buah, no sé qué hacer.

— ¿Y qué te parecen mis pintas de hoy? —me dice después del tercer o cuarto vino. Tiene las mejillas muy coloradas, porque este vino dulce que nos han dado sube de la hostia.

— Me parece que vas muy, muy guapa —arrastro un poco las palabras. Porque yo llevo más vino que ella.

— Tú también —me golpea el pecho con la mano y le sujeto sus dedos entre mi mano.

Sus vidriosos y claros ojos verdes miran los míos con una intensidad tan abrumadora que sé que he perdido la partida otra vez.

Sin darme cuenta estoy tumbado sobre esta manta y el cuerpo de Laura vibra por las risas sobre el mío. Miro hacia su melena rubia que cae por mi pecho. Sus manos se apoyan en mi vientre intentando levantarse. Pero no quiero que lo haga. Quiero quedarme aquí y así. Para siempre.

Ella consigue levantarse y luego me tira de la mano para levantarme a mí.

— Dime lo primero que se te venga a la cabeza, Laura —le susurro al oído, recordando lo que me dijo en el archivo esa primera vez que sentí este cosquilleo. Sus ojos se anclan a los míos y entendiende a la perfección lo que le quiero decir, ya que se lanza a mis labios, justo donde yo quería.

El amor tiene las patas muy cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora