12. No te precipites

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NICO

Entro al bar como todos los sábados. Son las cinco de la tarde, me pongo el mandil y me dirijo a la trastienda. Rober está sentado con unos papeles en la mano.

— ¿Qué haces colega? —le digo mientras me siento sobre unas cajas.

— Nada, aquí, mirando presupuestos. El dueño me ha pedido el favor de ayudarle con los presupuestos del año que viene. Aún no sabe si el bar sobrevivirá a esta crisis.

— Pero —me rasco la oreja—, el bar va bien.

— Sí, va bien. Pero los impuestos suben más que los ingresos, además ahora el ayuntamiento está pidiendo sacar nuevas licencias que cuestan un ojo de la cara. Y hay que hacerlas frente. Se podrían pedir ayudas, pero ya sabes cómo son estas mierdas.

— Sí que lo sé.

— Bueno y tú ¿Cómo lo llevas? —me guiña un ojo.

Aún no le he contado lo que me pasa con Laura. Y esta semana he vuelto a evitar verme con Leila. Sé qué debo hacer, pero me cuesta un montón dar el puto paso. Es como si algo muy fuerte dentro de mí, no sé si se llama pereza u otra cosa, pero lo que tengo claro es que me está costando mucho enfrentar esto. Y no solo porque sea un indeciso de mierda, sino porque follarme a Laura todos los días supone una traba a mis planes y mis pensamientos. Y eso es lo que ha pasado esta puta semana.

Es ver a Laura y una especie de ser me invade desde dentro, siento una necesidad que me excita sobre manera y tengo que acabar dentro de ella. Con ella encima o debajo, pero sudados como si nos encontrásemos en una sauna. Me hace cosas que ninguna chica me ha hecho antes y yo le hago cosas que ni imaginaba que se podían hacer. El sexo es brutal con ella. Un nivel casi de película porno. Pero sale tan natural.

¿Y cómo le explico esto yo a Leila?

— ¿Hola? —miro a Rober que me saca de mi estupor.

— ¿Qué? —le digo algo despistado

— ¿Qué te pasa? Te he preguntado por esta semana ¿Qué tal?

— Ya... bueno algo caótica. ¿Puedo contarte algo?

— Claro, lo que necesites, tenemos... —mira su reloj vintage— unos diez minutos, después abrimos.

— Me he vuelto a acostar con Laura.

— ¿Qué? ¿Con la loca esa?

— No está loca —me mira como diciendo "ya, claro"—, en serio, es solo que le dio palo tener que presentarme a sus padres. Y tiene razón, sería raro presentarle a alguien con quien solo has tenido un rollete.

— ¿Me hablas en serio? Esa tía se avergonzó de ti claramente. Quiere sexo asegurado y lo ha encontrado en ti. Te usará como un puto kleenex y luego vendrás llorando.

— No, tío. Llevo toda la semana con ella. Y...

— ¿Toda la semana con ella?

— Sí, el lunes quise poner distancias, pero ¡Joder! Vino explosivo con su rollo de ejecutiva casual y me puse como una puta moto. Me pidió disculpas, me invitó a comer y acabé follándomela en su piso una y otra vez.

— A ver, para. Rebobinemos. ¿Como pasas de invitarla a comer a follártela una y otra vez?

— No lo sé. Tío, con ella es todo... explosivo. Es tocarme y ya me tiene como un yonki a sus pies. Es adictiva, explosiva, super sensual y nunca me había corrido tantas veces seguidas. Y bueno, no hablar de las cosas que me ha hecho.

— Pobre Leila, estará echa mierda ¿no?

— Ya... eso es otro rollo —me rasco la nuca y la oreja compulsivamente.

El amor tiene las patas muy cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora