26. Un susto

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NICO

— ¿De qué quieres el helado? —Laura me pregunta mientras sigo inmerso en el letrero con el listado de sabores tan inmenso que tienen aquí. Es impresionante que llevo toda la vida viviendo en Madrid y jamás había venido aquí.

— Em... —miro de reojo y Laura se está riendo de mí, me insta y me decido— Strawberry cheescake.

— Genial —se gira y le da los sabores a la chica.

Tras apenas unos minutos nos dan nuestros helados y caminamos cogidos de la mano por el centro de Madrid.

— La verdad —Laura me habla de la celebración de los McFarland que será la semana que viene—, es que la chica del catering no me ha puesto ninguna pega y va a quedar todo exquisito.

— ¿Cómo se puede alguien resistir a tu encanto? —le regalo un beso en la mejilla y seguimos caminando.

— Eres un adulador, pero en serio, la gente de esas organizaciones es poco abierta a sugerencias. Pero estos parecen geniales. Les daré cinco estrellas y una reseña super buena si todo sale bien ese día.

— Eso es genial.

Nos sentamos en un banco de la calle, yo me siento en el banco y Laura se sienta en mi regazo. Algo que ya ha tomado como costumbre cuando salimos a pasear por las noches.

La rutina que hemos impuesto es maravillosa. Lleva toda la semana quedándose en casa conmigo a dormir. Por las mañanas vamos al trabajo, pasamos la mañana. Vamos a comer con mi abuelo y le sacamos de paseo. Luego le dejamos con Kathy y salimos a pasear nosotros.

— Por cierto —Lau me saca de mis pensamientos—, mañana he quedado a cenar con mis padres, vuelven de las vacaciones y bueno... me han dicho que vaya a comer.

— Vale —le digo mientras mi mano se cuela por debajo de su ajustado vestido y acaricio su muslo.

— Vale. Y el sábado quedaré con Sara para comer —finge no inmutarse, pero siento el calor brotar de su centro de excitación—. Está muy pesada con que quiere contarme algo super importante —veo que traga por notar mi dedo juguetón.

— Genial, aprovecharé para llevar a mi abuelo al retiro. Dice que tiene muchas ganas.

— Me encantaría ir —me hace un puchero y beso sus labios manchados con su helado de chocolate. Relamo el helado que queda en su boca y lo saboreo con gusto.

— Y a mí que vengas, pero debes seguir teniendo tus amigos y salir por ahí. No podemos estar siempre juntos.

Veo como frunce el ceño.

— ¿No quieres pasar tanto tiempo conmigo?

— No —la miro arqueando una ceja ¿En serio cree que he querido decir eso? ¿En qué cabeza cabe? Estoy enganchado a esta chica que me tiene loco—, no he dicho eso. He dicho que por estar conmigo no puedes dejar a un lado toda tu vida.

— Quiero estar todo el tiempo contigo —me dice y me hace un mohín que se me antoja super coqueto y divertido.

— Y yo contigo. Si viviésemos juntos sería otra cosa y si ...

— ¡¡Hagámoslo!! —grita de repente saltando sobre mí.

— ¿Hacer qué? —creo que me he perdido un capítulo de la conversación que hemos tenido.

— Vivir juntos. Tú y yo. Sería genial.

— Em... espera —la freno— ¿Y mi abuelo? ¿Y tú amiga Sara? No es una decisión a la ligera —veo como sus ojos pasan de un brillo precioso a una especie de frustración o quizá sea desilusión— ¿Lau?

El amor tiene las patas muy cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora