14. Una sensación extraña

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NICO

Desde hace dos años que conocí a Leila, me creí embrujado y enamorado de ella. Pero anoche descubrí que eso no es amor. No sé lo que es, pero no es amor. Amor es lo que siento ahora mismo, mientras acaricio su piel después de, por primera vez en mi vida, hacer el amor con alguien. Con Laura.

Es algo indescriptible. Es una necesidad lacerante que te escuece, que te hiere y a la vez sana las heridas que quedan en tu piel. Es esa sensación de paz que arrastra el momento en el que sientes que derramas en su interior todo lo que llevas cargando durante años.

Anoche cuando la vi en la ventana, me enfurecí. Porque después de haberme quedado rayado con lo que había pasado con Leila, lo que menos quería era ver a Laura. Porque somos explosivos. Cuando nos vemos algo en nosotros estalla en pura pasión.

Pero anoche... anoche, fue tan distinto. Fue tan cercana, tan natural, fue una chica distinta. Se presentó sin maquillaje, cosa que de por sí, me sorprendió. Y es aún más preciosa si cabe. Una coleta alta que le hacía un rostro majestuoso. Sus ojos verdes tan risueños y cuando notó mi incomodidad, dejó la seducción a un lado. Mostró su preocupación por mí. Me mostró que es capaz de conectar conmigo más allá de la mera atracción.

Una preocupación que me sorprendió sobre manera. Hablamos, se interesó por mi abuelo, por mi vida y a Voldemort le ha caído bien a la primera, a pesar de llevarse un buen susto. Yo, era reticente a que viese mi cuarto y mi casa. Porque es minúscula, anticuada y vieja. Pero no hizo ascos, ni tuvo problema alguno con eso.

La miro y ella me mira, nuestros ojos se comunican a través de los silencios que profesamos. No es necesario más. No nos ha importado besarnos con el aliento mañanero, no nos ha importado dormir abrazados a pesar del calor. Y bueno el ventilador de mi cuarto, que es de techo, ayuda solo un poco. Pero no se ha apartado de mi lado a pesar del sudor.

Le he dicho que la quiero y aunque no esperaba una respuesta por su parte, reconozco que tenía la esperanza de que me dijese algo. Ella ha reaccionado... mmm... bien. Supongo. No se ha tensado, no ha huido, se ha callado, me ha abrazado y me ha besado. Creo, o quiero creer, que es para decírmelo con hechos. Demostrarme que estamos en el mismo punto.

La llevo a la ducha mucho antes de lo que estoy acostumbrado, pero si quiero no trastocar la rutina del yayo debo mover mi ducha de después del desayuno, a antes del desayuno. Y así luego acompaño a Laura a su casa para que se cambie. Al menos he ganado los dos mejores momentos de mi vida. Los mejores hasta ahora. Tengo la sensación de que vendrán más.

En la ducha nos enjabonamos mutuamente y nos besamos bajo el agua. En estas semanas me he aprendido su cuerpo casi mejor que el mío. Nunca he tocado tanto a una mujer. Ni con tanto interés.

Con Leila jamás he dormido abrazado toda la noche. De hecho, a Leila, le molesta dormir cerca de cualquier persona y en algún viaje, hemos dormido incluso en camas separadas. No me deja acariciarla demasiado, dice que los preliminares y las caricias están sobrevalorados. Los besos con ella no mueven todo mi interior y lo vuelcan, sintiendo elefantes en tromba moverse en mi estómago. Nunca he sentido el fuego que me queda desde el interior. Nada de sexo oral, nada de masturbaciones y nada de sexo fuera de una cama.

Ahora veo que el sexo con Leila era sexo, sin más de nada. Y me había a costumbrado a él. Mis experiencias previas fueron un desastre y no tenía consciencia real de lo mal que lo hacíamos. Ella tampoco y aunque después de seis meses y hacerlo por primera vez, quise innovar, pero se negó. Decía que a ella le excitaba yo, no esas cosas. Yo la creí y pensaba que yo era el que podía estar equivocado.

— ¿Vaya es una Waterman? —Laura me saca de mis pensamientos mientras me visto, veo como se le abren los ojos cuando coge la caja de madera que Leila me regaló antes de irse.

El amor tiene las patas muy cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora