NICO
— ¿Café? —miro a Laura que me ofrece un vaso— con leche desnatada del tiempo y dos de azúcar en terrón — ¿Cuándo ha descubierto que me gusta así? Le veo que me guiña el ojo y me hace gracia— ¿Y?
Tomo el vaso caliente entre mis manos y soplo un poco dentro, miro a mi compañera que se sienta frente a su portátil con otro café en la mano y necesito descubrir cómo han pasado dos semanas y ni siquiera sé cómo le gusta el café.
— ¿Cómo te gusta el café? —me mira por encima del portátil y levanta una ceja. Ese gesto me lo hace a menudo cuando no le cuadra algo— Es que me lo has traído justo como me gusta y yo ni siquiera sé cómo te gusta a ti.
— Soy observadora. No te preocupes.
Sigue mirando su pantalla.
— En serio, Laura ¿Cómo te gusta? —vuelve a mirar por encima de su pantalla y me sonríe. Tiene una sonrisa pegadiza. De esas que, si se ríen, te ríes y si me sonríe me destenso. Da igual si estoy agobiado o no, me relaja sobremanera que me sonría mientras me mira a los ojos.
— Bueno, me gusta el café con leche, con un chorrito de vainilla, dos de azúcar y dos gotas de Brandi.
— ¿Brandi?
— Claro, he descubierto un alijo de eso en las puertas de debajo del lobby de café.
— ¿En serio? —Ahora soy yo quien le arquea una ceja en señal de incredulidad. ¿Cuándo esta mujer descubre todas esas cosas?
— Claro ¿Quieres verlo? — ¿Quiero verlo? Encojo mis hombros y se levanta. La sigo al pequeño cuarto que tenemos para tomar café. Ahora no hay nadie y en la terraza hay dos chicas fumando que nos miran con interés.
Laura se agacha y abre dos puertas, me asomo y veo efectivamente dos botellas.
— Me han dicho que la gente puede traer cosas para compartir con los demás o para tenerlas aquí y disfrutar... de sus momentos —lo dice entre susurros y entrecomillando.
— Pues aquí hay gente que disfruta de lo lindo —ella se ríe y por consiguiente me arrastra a mí con ella.
— Vayámonos antes de que un jefe nos pille por aquí.
— ¿No se supone que esta sala es para descansar y tomar café?
— No creo que sepan lo que hay ahí. Créeme que rodarían cabezas si se enteran —me dice de nuevo riéndos.
— ¿Tú crees? —me mira y pone los ojos en blanco momentáneamente para continuar andando. Vale, entendido, pregunta ridícula —¿Por qué crees que nos miran esas dos? —le digo de repente.
Laura se gira y mira de reojo antes de salir.
— Quizá porque llevas dos semanas con el mismo traje chaval —me da dos palmadas en el pecho y noto como mis mejillas se encienden.
No sé si del toque que me ha dado, que me ha gustado, por cierto, o de la vergüenza de saber que llevo dos semanas con el mismo traje. Volvemos a nuestra mesa. Y ahora tengo la sensación de que todo el mundo me mira.
— ¿Tan mal está lo del traje?
— ¿Es que no tienes otra cosa que ponerte? —llegamos a la mesa y se apoya sobre ella en lugar de sentarse mirándome intensamente.
— Bueno, vaqueros y camisetas oscuras. No creo que sean muy de abogado.
— Yo no me visto muy de abogado —la miro de arriba abajo. Es cierto. Nunca lleva falda, siempre vaqueros muy ajustados y la mitad, rotos. No usa camisa, si no, camisetas con dibujos bastante llamativos. Su pelo peinado siempre perfecto y su maquillaje de pija, no pegan con su look, igual que esos zapatos de tacón que siempre lleva y que la hacen diferente.
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El amor tiene las patas muy cortas
RomanceLaura y Nico son dos personas muy diferentes. Demasiado. Entran a trabajar de becarios en el mismo bufete de abogados y cuando se conocen sus mundos colisionan. De primeras no son almas gemelas ni se llevan a las mil maravillas pero poco a poco, día...