34. Londres, la ciudad más triste del mundo

17 9 0
                                    


NICO

Es navidad y parece que mi jefe, el señor Morgan ha decidido que el caso de los Lincoln es más importante que cenar con la familia. A mí, me da igual porque nadie me espera. Bueno sí, Voldemort, pero a él le da igual que sea navidad.

Intentamos cerrar rápido toda la información para que los compañeros se puedan ir pronto a su casa.

— ¡Nicolás! —aquí, todos son la hostia de formales, algo a lo que aún me cuesta acostumbrarme, a pesar, de llevar más de un año en esta ciudad.

— Sí, señor.

— Venga a mi despacho, hay alguien que desea hablar con usted.

— Sí, señor.

Recojo mi sitio, porque aquí son muy escrupulosos con eso del orden.

Entro en el oscuro y tétrico despacho de mi jefe y casi me caigo de culo al encontrarme con Roy Jr. McFarland y Kevin.

Hace más de un año que no se nada de "ella" y mucho menos de su familia. Y aunque a "ella" la llevo tatuada, literalmente, en lo más profundo de mi ser y no me deja avanzar, nunca he intentado volver a ponerme en contacto con ella.

— Hola —Roy es alto, se le nota fuerte y es igual que su padre y a la vez tan distinto. Por su aura. Es algo difícil de explicar. A su lado está un demacrado Kevin, hermano de Roy. Tan idéntico a ella que mi corazón da un vuelco solo de mirar sus facciones. Siento los vellos de puta. Si están aquí no puede ser bueno.

— Hola —les tiendo la mano a los dos y me la aprietan, pero noto el temblor en la mano de Kevin— ¿Qué sucede?

— Es mi hermana Nico —la voz quebrada de Kevin levanta todas mis alarmas. No podría soportar saber que Laura no está bien, no lo haría— No sabemos dónde está.

— ¿Qué... —tengo que tragar saliva— qué quieres decir?

— Nico —ahora es Roy quien habla—, poco después de irte de Madrid, mi hermana cogió algunos enseres personales y se fue de España. Solo dejó una carta de despedida a mi padre. Nadie ha sabido de ella excepto Kevin.

— Se comunicaba a través de cartas, porque dejó su teléfono y cerró todas sus redes sociales. La última, tiene fecha de octubre y suelo recibir una por mes. Sus últimas cartas no eran demasiado optimistas y notaba como su humor decaía.

— ¿Por qué me contáis esto a mí? —algo en mi interior me dice que hay algo malo, muy malo. Y yo soy el único culpable, porque nunca debí dejarla. Y es una sensación que me acompaña desde que vine a esta ciudad de mierda.

— Porque conseguí saber que fue a Madrid en Diciembre, principios de Diciembre. Lo supe por su amiga Laura que le sacó un billete de avión. Y en su piso en el que debió estar un rato, porque Sara asegura que ella no ha ido allí, he encontrado esto.

Me tienden un papel plegado. El papel es oscuro y está algo sucio y arrugado. Lo desdoblo y una lágrima asoma en mi ojo derecho solo con ver las primeras palabras escritas. Me siento, porque si no voy a desfallecer y leo.

Querido Nico.

Se acerca la navidad y hace más de un año que no te veo, te siento o respiro tu fragancia. Pero te sueño cada noche. Sueño con tus besos, tus caricias y tus sonrisas. Unos sueños que durante este año me han hecho fuerte y a la vez me hunden.

Sé que me equivoqué en muchas cosas, pero me gustaría tanto que me perdonaras y pudieras volver a mi lado. No soy tan fuerte como para olvidarme de ti. Pero no sé cómo decírtelo. Todo lo que tengo es la dirección de un piso vacío donde nadie va, donde nadie vive y donde no queda nada de ti, pero donde siento vivo todo lo que una vez fuimos.

El amor tiene las patas muy cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora