El epílogo de Laura

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Estoy muy, muy nerviosa. Nico llega en apenas veinte minutos, es el vuelo que nos llevará directo a nuestra nueva vida. Llevamos seis meses yendo y viniendo de Londres para poder vernos. Él tenía que terminar al menos el contrato que tenía vigente y yo necesitaba hacer las paces con mi familia como Dios manda. Mi padre aún no se ha perdonado y es que son muchos años de mantener la cagada más gorda que ha cometido en su vida y que me llevó a aceptar un trato con los Valdeoliva.

Yo le he perdonado, pero él es harina de otro costal. Le va a costar hacer las paces consigo mismo. Con Kevin también está arreglando las cosas. Y mi familia parece volver a lo que fuimos una vez. La familia McFarland de verdad.

— ¡Rober! —la voz de mi amiga Sara me saca de mis pensamientos y me giro.

La mano de Rober está por debajo de la tela del pantalón de Sara y es que estos dos parecen dos hormonas con patas. Están juntos 24/7, y no es que sean empalagosos, es que me dan una envidia que a veces querría matarlos y no verlos más.

Aunque al principio no daba un duro por ellos, creo que son tal para cual. Mi amiga se deshace en risas cuando Rober le da un mordisco en el cuello y saca la mano de donde la tenía.

— Sois unos empalagosos —les digo— ¿No habéis tenido bastante con la maratón de esta noche, que no me habéis dejado dormir?

— Exagerada —mi amiga se ríe, pero de exagerada no tengo nada. Son además de insaciables, escandalosos.

— Podrías irte a dormir a tu casa si tanto te molestamos —me suelta Rober al que miro con una ceja levantada, algo que he aprendido de Nico. Él me reta y gana.

— ¡Vete a la mierda! —le digo entre bromas, pero tiene razón. Desde hace un par de meses Nico y yo arreglamos los papeles y vamos a comprar el piso juntos. He pagado el equivalente a lo que Nico llevaba pagado y ahora la hipoteca es de los dos. Poco a poco he pintado el piso y este verano vamos a cambiar el suelo, ventanas y puertas.

Yo estoy currando a tope en el estudio de tatuajes. Y también en una editorial haciendo ilustraciones para portadas de libros. Me permite teletrabajar, lo que hace que pueda viajar a Londres a menudo a estar unos días con Nico. Aunque lo de volver a separarnos no lo llevamos bien. Pero, debo reconocer que la distancia nos ha permitido conocernos a otro nivel. Pasamos horas al teléfono, Nico se ha abierto a mí a niveles desconocidos. Me ha hablado de su madre, del yayo, de lo que siente y de sus planes.

Yo por mi parte, le he hablado de los progresos con mi padre, la relación con mi abuelo, que ha viajado un par de veces a España a ver a su hijo y parece ir todo genial. Mi madre que adora a su futuro yerno, como ella le llama.

Roy se ha echado una novia secreta de la que no quiere hablar. Pero tengo las sospechas de quién se trata. De hecho, Charlie y yo hemos apostado. Yo creo que es Nerea, la estríper que Martín llevó a la fiesta y Charlie cree que es una masajista a la que conoció hace unos meses, de la que habla maravillas y recomienda todo el rato. Ya veremos por donde sale la cosa. Pero se le ve más relajado y más feliz. Y eso me llena el alma.

Charlie es otro rollo. Yo tengo claro que es gay y que tiene una relación con un amigo de toda la vida. Siempre han estado muy unidos, pero yo los veo como una pareja. Me gustaría que se abriese a mí y me dijera la verdad. Pero imagino que hay algo que le impide soltarlo. Mis padres tienen asumido desde hace años que en cualquier momento saldrá del armario, pero... Aún no llega el día, como dice Nico, habrá que quererle igual.

Kevin... qué decir de Kevin. Ese no sienta cabeza ni, aunque quiera. Sigue con su club de surf, sus clases, sus playas y sus mujeres. Él dice que es un espíritu libre que espera ser domado, pero... la domadora no llega. Él dice que aún es joven y tiene razón. Yo creo que se le pasa el arroz. Pero claro, tengo 24 años y he sentado la cabeza. Solo pienso en mi chico, mis planes con él y nuestra vida en común.

Arthur ha renunciado a su puesto en la empresa y se ha ido a Australia a vivir con una mujer que por lo visto le ha robado el corazón.

Mis padres, tan enamorados como siempre y mi madre con su espíritu habitual me ayuda enormemente, cuando, el tiempo lejos de Nico me hace desesperarme. Pero sé que es por nuestro bien. La distancia nos ha hecho darnos cuenta de muchas cosas. El amor no solo es pasión, es calma, charlas interminables, días eternos mirando una foto o la preocupación cuando el otro tiene un evento importante.

Si algo he aprendido de estos últimos años es que hay que vivir apasionadamente, no dejarte embaucar ni frenarte por lo que sientes. Pero sobre todo a confiar ciegamente en la persona que está a tu lado. Si tiene que salir mal, oye al menos lo has intentado. Pero... ¿Y si sale bien?

Si el amor es de verdad, saldrá bien. Puede que al principio parezca que no, pero llegará un día en que todo se normalice y vuelva a su ser.

— ¡Míralo! —La voz de Rober me saca de nuevo de mi pompa y miro a la puerta de embarque. Y ahí está, después de tres semanas sin verle el rostro, mi chico.

Está guapísimo y cuando sus ojos y los míos se encuentras a medio camino, algo me recorre de arriba abajo que me hace temblar como una niña pequeña. Empieza en el estómago y se distribuye por todo mi ser.

Sin pensarlo salgo corriendo hacia donde él está. Sus brazos se abren de par en par para recibirme y salto sin miramientos. Choco contra su pecho, sus brazos se cierran haciendo pinza y con la inercia ambos caemos al suelo. Quedo sobre él que no deja de reír. Parecemos dos idiotas y seguro que todo el mundo nos está mirando, pero, no me importa.

— Eres una bruta —me dice mientras se come mi cara a besos.

— Eso no lo dices en la cama cuand...

Sus labios sobre los míos, me impiden continuar hablando. Ya sabe lo que iba a decir. Pero devoro esos labios y muerdo su lengua.

— ¡Sois un par de retrasados! —Sara nos grita— ¿Podéis levantaros y dejar de hacer el ridículo? ¿Pensáis que es una de esas pelis románticas que veis? Esta es la realidad ¡Joder! Siempre que venimos a recibirle nos hacen lo mismo.

Rober coge a su chica y se la lleva mientras ella sigue a lo suyo.

— Por fin estás aquí —le digo mirando sus preciosos ojos.

— Por fin te tengo entre mis brazos ¿Cómo has estado?

— Triste —hago un mohín y meto la cabeza en el hueco de su cuello.

— Seguro que sí —sus manos me hacen cosquillas y nos levantamos del suelo.

— Estás mucho más guapo —le digo mirándole bien.

— Es que tu amor te tiene ciega perdida. Estoy como siempre. Vamos, tengo que buscar a Vol.

Se ha traído a su gato, porque ya no va a volver a Londres. De momento hemos decidido pasar un tiempo en Madrid. Vivir juntos y algún día quien sabe. Uno nunca sabe lo que le depara el futuro. Lo único que tengo claro es que quiero estar a su lado. Y es lo único que me importa. Lo demás está de más.

El amor tiene las patas muy cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora