El epílogo de Nico

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No me puedo creer que hoy, justamente hoy, haga tres años que me reencontré con la persona que se ha convertido en lo más importante que tengo. Laura. Después de una ruptura más que dolorosa, de sufrir por estar lejos y de un año y pico de lágrimas ocultadas, decidí darnos la oportunidad de volver juntos. El día de navidad de hace tres maravillosos años.

Estamos de vacaciones, porque ha sido un año de locos. Laura está a tope con sus ilustraciones para la editorial. Hemos viajado, reído y soñado juntos. Nuestra casa está terminada, porque nos hemos comprado una casa juntos a las afueras de Madrid y en cuanto nos la terminen no mudaremos y alquilaremos mi pisito para ayudarnos con los gastos.

No es una casa muy grande, pero es nuestra cien por cien. Hemos ido viéndola construirse poquito a poquito y estamos deseando estrenarla como Dios manda. ¡Con una buena barbacoa en la terraza!

Es un dúplex de dos dormitorios, pero con una terraza muy amplia en la planta de arriba que nos enamoró en los planos.

Yo me he convertido en abogado en el bufete McFarland, me ofrecieron hacerme socio, pero paso de usar las influencias de ser el novio de Laura.

En estos tres años me he dado cuenta que amar es lo más bonito que hay. A veces Laura me saca de quicio con sus cosas, la mataría y me largaría lejos, pero en menos de media hora ya la echo de menos y hacemos las paces. No todo ha sido color de rosas, confiar en nuestra relación es lo que más me ha costado, porque siempre creo que hay más en la recámara. Pero, me ha quedado claro que no es así.

Laura siempre sabe qué decirme para camelarme y yo caigo rendido. Al revés, pasa lo mismo.

Hemos venido a Bali de vacaciones, es un lugar maravilloso y aunque nos ha costado un riñón es un sueño hecho realidad. Uno de tantos que he cumplido a su lado.

Es de noche y la brisa que corre mueve los mechones sueltos de la rubia melena de mi novia. Es la más guapa del mundo. Está mirando a las estrellas. Un cielo tan lleno de estrellas que parece a punto de rebosar. En Madrid este cielo no se ve, ni de coña.

— ¿Sabes? —Laura se gira hacia mí y le asiento para que continue— Me encanta esta ciudad, esta casa y esta noche. La compañía es la mejor —se levanta en la silla y se dirige hacia la mía. Mi cuerpo se estremece de anticipación—, me encanta ver brillar tus ojos como dos luceros bajo este manto —se sienta a horcajadas sobre mí y mis manos recorren la suave piel de sus piernas por inercia. Es como un acto reflejo—. Eres lo mejor que me ha pasado.

Sonrío de medio lado y cuando mis manos llegan al borde de la braguita de su diminuto bikini, mis dedos se cuelan bajo la fina tela, rozando suavemente el sexo de mi chica que ya está muy húmedo.

Tú eres lo mejor que me ha pasado. Le quiero decir, pero en cambio junto mis labios con los suyos e invado su boca con mi lengua.

— Te quiero tanto que a veces me pregunto si esto es normal —me susurra al oído cuando me separo de ella. Con sus dientes mordisquea mi cuello y me retuerzo bajo ella dejándole claro que estoy listo para la batalla—. He dejado de tomarme la pastilla Nico, ¿Quieres continuar esta aventura conmigo?

Miro sus verdes ojos, como dos esmeraldas brillantes mirándome, si hacemos esto dejaremos de ser dos, dejaremos de ser los dos, pero no me importa. Hace un par de meses le dije a Laura que me encantaría ser padre con ella. Ella no estaba segura, lo noté en su cara, en sus gestos. Pero esta determinación de golpe, me hace darme cuenta de que estamos preparados.

— Te quiero —le digo.

Con su ayuda me bajo el bañador y la embisto. Una vez, suave, dos veces, suave. Nos miramos a los ojos mientras seguimos jugando a ser dioses en el olimpo. El ritmo es cada vez mayor, menos suave, más necesitado, más desesperado. Más jadeos, más intenso.

Con mis manos recojo su pelo, tiro de él echando su cabeza hacía atrás. Ella ser arquea y entro hasta el lugar más hondo de su ser y nos corremos juntos. Ella tiembla entre mis brazos y yo simplemente me dejo ir con ella.

Bajo este cielo, con esta mujer, mi mujer. La futura madre de nuestros hijos.

— Creo que puedo decir que me siento la mujer más plena del mundo.

— ¿En serio? —le digo sin haber salido de ella.

— En serio. Gracias por volver a mí y saber enseñarme que no siempre las segundas partes son malas.

— Te quiero Laura.

— Y yo a tí, Nico. Para siempre.

— Para siempre —sentencio.

Nos besamos y disfrutamos del amor que nos tenemos, una vez y otra. En la cama, en el suelo y en la piscina. Ese día, al siguiente y los quince días que estamos allí. Y así será hasta el final de nuestros días. 



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Gracias por acompañarme una vez más en esta aventura. Gracias a Laura y Nico por ser como son, por crecer y por dejarme hacer una vez más. 

Espero que os haya gustado. 

Hasta la próxima y deseadles suerte en su futuro.

El amor tiene las patas muy cortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora