Capitulo 22

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Confesiones

Aria.

El volar despeja las ideas y las amenazas también pero, el cielo me mantiene relajada pues es lo único que se interpone entre mis ganas de gritarle lo imbécil que es y Eric Hart.

-Señorita comenzaremos el descenso.- indica el piloto sacándome de mis pensamientos.

-¿Lleva mucho tiempo trabajando para la familia Hart?- pregunto curiosa.

-Si, desde que el joven Eric era un niño- responde - Permítame decirle algo, el joven Eric es un poco difícil señorita.

Difícil es un término bastante pequeño para ese tipo que tuvo la osadía de compararme con una loca que aparte de eso, tiene complejo de princesa por pertenecer a una familia de elites y puedo apostar que la arrogancia que se carga el es por lo mismo. Seré una recogida pero, tengo estándares y sé que soy mejor que ella en muchos aspectos.

-No se preocupe. Solo somos compañeros de trabajo.- aclaró y asiente.

Hacemos el procedimiento para llevar el jet a la pista. Mi paz termina cuando las ruedas tocan la pista de aterrizaje, quito los audífonos suspirando. Porque se que es el momento de volver a enfrentarlo nuevamente, preparar el veneno que me cargo dentro porque algo que puedo demostrar que el único que destila veneno por aquí no es el.

-Fue un placer pilotar con usted, señorita- dice levantándose.

-Lo mismo digo muchas gracias por dejarme pilotar con usted. -Responder saliendo después del piloto.

La puerta del jet está lista para bajar, salgo y el frío de Londres me abraza, escucho el ruido del motor de su McLaren, mis maletas están fuera esperándome. A pesar de estar molesta la punzada de no tener un enfrentamiento con el me impacta, llevándome a deducir que tal vez si tiene neuronas y no está dispuesto a un enfrentamiento. Salgo del hangar para incorporarse a las calles de Londres con sus palabras haciendo eco en mi mente y clavando el golpe en mi orgullo herido porque eso es lo que tengo el jodido orgullo herido, conduzco hasta dar con mi restaurante de comida china favorita. Aparco y me bajo, huele de maravilla y voy al mostrador a hacer mi pedido.

–Aria – saluda la señora que puede tener como unos cincuenta años.

–Lin ¿Cómo estas?. Quiero camarones agridulces, rollos primavera, arroz frito y también voy a querer un chow-mein con todo.

–En marcha, Aria. – anuncia al terminar de anotar mi cena, me sumerjo de paciencia hasta qué mi comida llega pago y salgo hacia casa.

Mi teléfono vibra y contestó sin mirar.

–Dime que no lo golpeaste?- Me saluda Belia.

–Hola, yo estoy bien ¿Cómo estás tú? No le toque ni un pelo a tu muñequito de pastel, puedes calmarte hermano.

–Me sorprende que con lo mucho que se detestan sobrevivieron en viaje.

–Créeme a mi también. – hablo entre dientes.

–Porque. – pregunta y la comida llega.

Le tiendo el billete a Lin y tomo lo que pedí, sin necesidad de esperar el cambio. Nunca se lo he pedido, las porciones que me dan valen cada centavo.

–Tu eres el cotilla porque no se lo preguntas. Me tengo que ir. –Cuelgo antes de que pueda preguntarme algo más, tengo entendido que son muy amigos, así que se lo pregunté a él.

Abordó el auto y todo dentro huele a mi copiloto más fiel, la comida. Aceleró tomando atajos y las rutas más rápidas para llegar a casa, subo el volumen y Habana de Camila Cabello suena haciéndome tararear. Cuando el edificio aparece a mi vista me emociono.

InquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora