Capitulo 39

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Verdades

Aria 

Me provoca un gran suplicio levantarme tan temprano solo para tener que volver a ese lugar, la idea de no volver cruzó por mi mente, pero se disipó tan rápido como llegó. No puedo dejar a mis hermanos a la deriva, no sería como dejarlos a merced de Ethan se que pueden solos con lo que sea. Dejarlos atrás implica dejar una parte de mi, a la que no estoy dispuesta a renunciar.

Conduzco en piloto automático, al puzle de mi vida le faltan muchas piezas y esto apenas comienza, nunca se supo quien es el asesino y por si fuese poco Alexander Mozorov sigue sin aparecer, hablar con los Nakamura va a ser necesario y es un riesgo que estoy más que dispuesta a correr.

El trayecto se hace relativamente eterno a la fortaleza Fénix en donde se que me espera, sobrellevar a Briana Walsh cada día se hace más difícil soportar y al paso que va terminará con el cuello roto o algo peor, sigo el camino de tierra hasta que la enorme mansión de piedra aparece a mi vista ya que el ser una propiedad privada y la boscosidad la ocultan de los ojos curiosos. Aparco sin ningún problema y me bajo de mi auto junto con mis maletas, desde donde estoy puedo ver el auto de Eric aparcado dando la sensación sofocante de que el corazón lata desaforado.

Camino hacia dentro de la casa encontrándome a Marcel junto con Samael, paredes de puro músculo uno de dos metros de altura y el otro que se le acerca por mucho con pantalones de camuflaje y botas con algo de barro lo que indica que venían de entrenar, ambos son altos cabello rubio muy simpáticos ante los ojos de cualquier chica menos los míos.

-¡Pero miren quien apareció!- exclama Samael quien viene caminando junto con el otro.

-Jajaja, pero miren que bien les sentó la pubertad.- respondo dándoles un empujón. - Sean buenos y ayúdenme con mis cosas.

–¿Cuéntanos qué tal estuvo Osaka? En una escala del uno al diez qué tan sangriento.

–Muy sangriento y el centro de operaciones del Clan – Suspiro al recordarlo – Una belleza.

Toman cada uno una maleta y nos disponemos a subir la escalera cuando escuchamos un grito que nos obliga a pararnos en seco a la mitad de la escalera.

-¡Dame el arma!- Exclama la voz desde el otro pasillo

-¿Será que se terminó de volver loca del todo?- Pregunté y el par de rubios no pudo contener la risa.

–Tal vez. – Samael se encoge de hombros – Estos días ha enloquecido a niveles épicos.

–Una pena que te lo perdieras – añade Marcel desde el primer escalón dedicándome una sonrisa.

Subimos prácticamente saltándo los escalones para poder llegar, pero lo que veo no da crédito a los gritos que escuché desde la escalera, está empujando a Stefan roja de la rabia y mi hermano no se defiende pues algo que les enseñó nuestra madre es que a una mujer no se le toca ni se le golpea. Contradictorio, bastante. Ya que no reparamos en el género a la hora de quitarle la vida a alguien. Enya es la que se mete en medio de ambos dándole un empujón a Briana que la manda a la pared encegueciendola de ira.

–No te metas en esto. – Grita–Te dije que me dieras un arma.

-Y te dije que no voy a darte nada- Stefan recalca desde donde está.

–¡Voy a tomar la habitación de Leila, les guste o no!.– Exclama y se produce un silencio sepulcral de parte de todos.

–Tu no vas a tomar nada– intervengo. – La habitación es de Rania y va a seguir siendo así, podrás haber crecido aquí, pero estás tan podrida y jodida que con orgullo podemos decir que no eres una fénix.

InquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora