XI

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— Miranda, tenemos que hablar.

— Cassandra déjame de una maldita vez.

— No pienso hacerlo, tienes que escuchar y dejar de ser una tarada. — Mientras Miranda se arreglaba para salir a algún bar o lo que fuese donde pudiera encontrar a alguien con quien pasar la noche su amiga intentaba desesperadamente mantenerla en casa. — ¿En verdad piensas que está bien volver a esto? ¿Quieres paras cada noche con una persona distinta solo porque no sabes manejar tus emociones?

— Haré lo que me venga en gana porque para algo soy adulta.

— Llevas semanas así Miranda, no es un buen estilo de vida para ti, ya comienzas a tener problemas en tu trabajo, tienes que hablar con Sabrina.

— ¿¡Y crees que no lo he intentado!? —La voz de la omega estaba rota, el comentario en verdad le había dolido, sabía que había cometido un error al dejarla en el hospital pero necesitaba pensar y ahora... ahora Sabrina ni siquiera veía los mensajes. — Pero no quiere hablar conmigo y no puedo obligarla.

Las ideas suicidas de Miranda habían vuelto, todas las mañanas se sentía atraída por esas ideas invasivas, por eso salía, para poder perder la conciencia he ignorar todo aquello.

— Estar triste no es motivo para que hagas esto, no quiero volver a verte así. — Cassandra obligó a su amiga a sentarse para poder darle su sermón bien merecido. — Mírate, estas volviendo a lo mismo, recuerda cuanto te costó salir de ahí.

— No debí de haber salido nunca.

— ¿Lo dices en serio? Miranda, estabas entrando a otro mundo, comenzaste con drogas, más de una vez tuve que sacarte de lugares donde pensé que te secuestrarían, o algo peor.

— No es verdad...

— Solo no lo recuerdas, Mir, por favor, quédate en casa, piensa lo que está pasando, quizá Sabrina no ha podido contactarte.

— Solo no quiere hacerlo. — Dijo con la voz rota.

— Recuerda cómo son sus padres, quizá le prohibieron verte.

Rezaba porque así fuera

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La puerta del cuarto estaba cerrada desde fuera con llave obligándola a estar encerrada en su habitación, su madre incluso pensó en cerrar la ventana para "evitar estupideces" pero al ser un segundo piso se abstuvo. Ni siquiera le habían permitido tener una televisión pues no quería influencias del exterior.

Era desgastante escuchar todos los días los reclamos sobre la reputación y las cosas que había hecho mal.

"Ahora todo el mundo sabe que eres defectuosa ¿Cómo arreglaremos esto? ¿Sabes lo que dirá la gente de nosotros?"

Al menos le habían permitido dejar de tomar esas estúpidas drogas para ocultar sus feromonas y eso, se sentía mucho menos enferma y débil físicamente, de cualquier modo, no tomarlo tampoco era agradable del todo, su madre no la dejaba en paz con eso.

"Tus feromonas apestan ¿Por qué no pueden ser como las de un alfa normal? Ojala hubieras sido omega"

¿En verdad eso era quererla y preocuparse por ella? No dudaba que su madre la quisiera pero de cualquier manera era una perra ¿Cómo alguna vez se esforzó por tener su amor?

Estaba muy cansada de todo, claro que ella quería ser omega, lo deseaba con todo su corazón, tenía todas las características que necesitaba para serlo ¿Qué había salido mal en su genética? También odiaba tener que repetirse eso.

Pero si fuera omega no conocería a Miranda.

Se recostó en el suelo justo en medio de la habitación con la mirada perdida en el techo ¿Por qué tenía que obedecer a su familia si ya era mayor de edad?

La puerta de la habitación se abrió sin previo aviso dejando entrar a su hermano quien tenía en manos un plato de comida.

— Sé que tienes hambre, no está bien que no salgas de aquí solo para no ver a mamá.

— No pienso hablar con ella.

— Solo la haces enojar más, Sabrina piénsalo, si quieres salir de casa tienes que obedecerla.

— Como condición para salir debía pedirle perdón y desaparecer de todas las personas que conozco, me dijo que si lo hacía me mandaría fuera del país ¿Eso te paree correcto?

— Eso significaría que estarías libre.

— Eres un idiota Apolo, no quiero estar "libre" si eso significa seguir bajo el control de mamá.

— ¿Entonces qué piensas hacer?

— Lo que sea que verdaderamente signifique salir de aquí.

— Suerte con eso. —Dijo desganado y dejó la comida en el escritorio de la habitación.

Su familia estaba desquiciada.

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Un segundo ramo de rosas aún más grande que el primero que recibió junto con una carta.

Siento mucho lo que hice Agustín, lo siento en verdad, no sé qué me sucedió, dejé que mis instintos me controlaran y fui un estúpido, si pudieras perdonarme.

El corazón de Agustín se estrujó, Gabriel era muy lindo si se lo proponía. Lo perdonaría una y mil veces sin importar lo que los demás dijeran, sin importar los deseos de su omega de correr a los brazos de Sabrina.

Sacó su teléfono para llamar a su alfa para poder verlo lo antes posible, quería perdonarlo de inmediato. Lo invitó a pasar la tarde en su casa para poder hablar sin que nadie los molestara.

El alfa no tardó en llegar, en realidad parecía estar cerca del lugar, quizá dando una ronda alrededor del barrio del omega, no debía descartarse esa posibilidad.

— Gracias por llamarme Agustín, me alegro que hayas aceptado mis disculpas.

— ¿Cómo no podía haber aceptado tus disculpas alfa hermoso?

Ambos sonrieron cómplices y dieron por finalizada esa pelea con un abrazo más largo de lo normal aprovechando para impregnarse mutuamente con feromonas lo que los dejaba tranquilos.

— ¿Puedo pasar a tu casa? Hace un poco de frio aquí afuera.

— Claro, está también es tú casa.

Ese fue un gran error, Agustín no debió aceptar jamás volver con Gabriel, hubiera sido lo mejor alejarse lo antes posible, todos sus amigos se lo decían, que ese alfa era problemático pero no los escuchaba, ni siquiera las veces que regresó a casa lleno de moretones, en esas ocasiones era mejor mentir, decir que había tropezado le traía menos problemas que explicar la verdad.

— Déjame enseñarte que puedo cambiar Agustín, no quiero que piensen así de mí, ni tú ni nadie.

— Bueno, es difícil después de lo que le hiciste a esa chica.

Por suerte el alfa se lo tomó a broma y no le dio más importancia a aquello.

— Se lo merecía, es una idiota por intentar meterse con mi omega.

— Y vaya que se lo dejaste claro.

— ¿Sigue sin volver a las clases?

— Ya casi se cumple un mes. — Agustín ofreció un vaso de agua al alfa y aprovechó para sentarse a su lado subiendo sus piernas a las del alfa.

— Me alegro, no merecía estar siquiera cerca de ti.

Agustín se sonrojó, Gabriel pensaba en él.

Déjame amarte (Omegaverse GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora