XII

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¿Cuánto tiempo llevaba encerrada en casa? Sabrina había perdido la noción del tiempo, pasaba todo el día gastando su energía haciendo ejercicio o moviendo todos los muebles de su habitación solo porque no había nada mejor que hacer, en el mejor de los casos su madre llegaría y le ofrecería salir a hacer la compra con ella, salía vigilada pero al menos salía de casa y durante la noche leía, leía hasta las instrucciones del shampoo pues le quería aprender a hacer cosas para poder salir de su casa cuanto antes.

Quería poder hablar con Miranda cuanto antes. 

Se aseguró de que no hubiera nadie cerca, con el tiempo había aprendido no solo a distinguir los pasos de las personas en su casa, si se concentraba podía escuchar incluso las respiraciones pues había encontrado más de una ve a su madre espiando detrás de la puerta. Como no escuchó nada entró a su armario, quitó el segundo cajón y de detrás de este sacó una caja envuelta en plástico donde guardaba la chaqueta que le había dado Miranda aquel día en el hospital.

Ese pedazo de tela tenía tan impregnadas las feromonas, Sabrina se aseguraba de no lavarla o abrazarla demasiado para no ponerle su propio olor. Sintió que lloraría de lo tanto que la extrañaba.

Su mente se volvió en ese plan de escape que tenía desde hacía un tiempo, esperaría a que su madre quisiera ir de compras o que la llevara a alguna audición de su hermano para irse, sabía que si estaba fuera de casa su madre no se arriesgaría a hacer un escándalo porque prefería su reputación a mantenerla cerca, al menos eso esperaba. Quizá nunca pasaría, le temía demasiado a su madre.

Se recostó y colocó la chaqueta sobre su rostro para descansar, sentía la misma sensación como cuando iba a ese departamento, con haberlo visitado unas pocas veces lo sentía más su hogar.

Escuchó pasos escaleras arriba lo que la hizo levantarse a toda velocidad, debía ocultar la chaqueta, con meterla al armario sería suficiente por el momento. La lanzó sin cuidado alguno y regresó a su cama, ni siquiera le dio tiempo de fingir que dormía o cualquier otra cosa que no la hiciera parecer sospechosa cuando su hermano abrió la puerta de par en par. La miró extrañado pues era raro ver a Sabrina sin hacer absolutamente nada pero poco le importó así que se sentó a su lado.

— ¿Acabas de despertar? —Preguntó porque era la única explicación.

— No, solo meditaba un poco. — Quería sonar creíble. —Estoy cansada.

— ¿Del ejercicio?

— Si, eso. — Ojala su hermano saliera de la habitación.

— Me alegra que ahora te preocupes por ti, te ves mucho mejor desde que haces ejercicio.

No se preocupaba por sí misma, solo no tenía nada que hacer y aprovechaba el gimnasio que habían acondicionado para su hermano, para que el perfecto Apolo pudiera seguir haciendo sus audiciones.

— Bueno ¿Qué quieres o qué haces aquí?

— ¿No puedo visitar a mi hermanita?

— Nunca lo haces así que debes querer algo o quizá mamá quiere algo.

— Que mal humor tienes niña. —El omega se levantó solo para darse cuenta que tenía pegado al pantalón un trozo de papel y lo arrancó sin cuidado alguno. — Limpia tu cuarto, esto no es posible. — Bromeó.

Los hermanos se sintieron molestos he indignados, se amaban tanto pero no podían odiarse más. Sabrina tomó el papel que se había pegado a su hermano, pensó en romperlo y lanzarlo a la basura pero algo en su interior llamó su atención, sabía que era importante.

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Miranda se sentía más decaída que nunca. No importaba que Cassandra la hubiera hecho "entrar en razón" ella quería seguir huyendo de la realidad saliendo de casa pero no podía salir de casa si su madre estaba ahí.

Todas los inviernos su madre pasaba algunos días en su casa para saber cómo estaba y para pasar un tiempo a solas. Desde aquel trágico incidente con su mate la madre de Miranda sabía que su hija no estaba bien pero ese año la veía peor que otros y eso le preocupaba.

— Mir, te ves decaída ¿Pasa algo?

— No es nada mamá, estoy cansada.

— No puedes mentirme hija, sé que no es así. — Dijo en un tono cariñoso. — ¿Lo extrañas? Si es así podríamos ir a visitar su tumba o...

— Siempre lo extraño pero... estoy bien sin él, jamás saldrá de mi corazón pero tengo que seguir. — La voz rota no mentía pero no mejoraba la situación tampoco.

— ¿Entonces qué sucede?

— Deja de preocuparte, estaré bien, solo necesito un poco de tiempo para superar lo que sucedió. — La omega estaba resignada a olvidar a esa torpe alfa que movía su corazón. —Vayamos a comer algo mejor.

Después de la charla con Cassandra, Miranda cambió, primero comenzó a investigar sobre los alfas recesivos, no sabía muy bien que significaba pero al leer todo tuvo sentido. Era un trastorno genético que afectaba los sentidos y capacidades del alfa como lo podría ser su sistema inmunológico, también afectaba sus feromonas causando que estas tuvieran un olor no tan agradable para la mayoría de las personas o, en su defecto, que tuvieran un olor muy débil. Su voz de alfa era prácticamente nula y su personalidad sumisa los convertía en blanco de burlas y critica de las demás personas.

Leyó eso y más, aprovechando para dale un tiempo a Sabrina para comunicarse. Al darse cuenta de que la alfa no tenía intenciones de hacerlo pensó en buscarla con su familia pero la madre de la alfa solo la corrió de su casa argumentando que nadie en esa familia quería saber nada más de ella. Sabía que era mentira, tenía que serlo pero dolía muchísimo, por eso era mejor estar lejos.

Madre e hija llegaron a un lindo restaurante con una terraza famosa por sus hermosas vistas de la ciudad. Pidieron una mesa y se dispusieron a comer sin más preocupaciones.

— Solo quiero que estés bien Miranda, lo sabes ¿Cierto? No trato de entrometerme en tus asuntos porque ya eres toda una mujer pero me gustaría saber qué es lo que te tiene así.

La menos rio entre dientes, tomó la mano de su madre y le regaló una sonrisa sincera.

— Te lo diré cuando sea tiempo, solo... déjame procesarlo un poco más, quiero estar lista para hablar de ello sin sentirme mal.

— Claro amor, si eso es lo que prefieres.

Como si la suerte las odiara una fuerte lluvia cayó sobre ellas obligándolas a entrar al restaurante para no acabar mojadas a pesar de que el único motivo por el que habían ido eran las vistas. Quizá el cielo sabía que estaba triste.

Al menos podían pasar el tiempo junto a su madre, eso lo hacía sentir mejor.

Miranda iba a estar bien.

Déjame amarte (Omegaverse GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora