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(Recomiendo desde el fondo de mi corazón que este episodio lo lean escuchando Another love de Tom Odell, un clásico que queda perfecto)  


Cuando Miranda llegó la pelea ya había comenzado pues lo primero que vio fue el rostro magullado de Sabrina que parecía ni siquiera estar consiente, sangre escurría de su nariz, también un poco de su boca y tenía heridas en todo el cuerpo.

Sin pensárselo mucho corrió hasta ella para defenderla, ni siquiera recordó lo que le había pedido el omega de la biblioteca, no lo relacionó pues en su cabeza solo estaba rescatar a Sabrina, no quería perder a quien amaba, no nuevamente... espera ¿Miranda acababa de pensar en amor? ¿Eso era amor?

— ¡Suéltala! —Gritó desesperada, comenzó a usar todas sus fuerzas para separar a aquel alfa de los brazos del cuerpo de Sabrina. — ¡La estás matando!

Giró su rostro desesperada pues no la escuchaban y lo vio, el rostro de la foto, era ese alfa que debía detener, mataría dos pájaros de un tiro pero eso significaría ¿¡Sabrina era alfa!? Era imposible, no, no, no, no una chica tan linda y tan tierna, por el amor de la luna, pero si Sabrina era la persona más... más... omega posible ¿Eso podía ser un adjetivo? Sabrina era tranquila y muy pacifica, además odiaba pelear, le daban miedo muchas cosas y su mayor preocupación era no molestar a nadie ¿Cómo alguien como ella podía ser alfa? No tenía nada de malo pero era extraño, incluso Sabrina había dicho más de una vez que odiaba a los alfas.

Miranda reunió todas sus fuerzas y el odio que sentía en ese momento solo de ver a Sabrina tan lastimada y le acertó un puñetazo limpio en la nariz al alfa que si bien no pereció rompérsela lo hizo entrar en razón un poco.

— ¡Te dije que la soltaras!

— ¿Y tú quién eres?

— Eso no te importa maldito cavernícola, solo aléjate de Sabrina.

— Quítate de aquí maldita omega y deja de estorbarme. — Gabriel intentó apartar a Miranda con un empujón pero la omega fue mucho más rápida y tomó tres dedos de la mano del alfa doblándolos hacia arriba amenazándolo con romperlos.

— Un paso más y te juro que no me contendré, lárgate de aquí antes de que las cosas terminen mal para ti, solo mírate, un alfa intimidando a una omega y una beta, eso no suene bien.

El círculo de gente que ahora los rodeaba era grande, poco a poco las personas con un poco de conciencia moral intentaban separar la pelea pues habían notado que la chica a la que habían golpeado ni siquiera parecía estar consciente y la sangre tampoco tenía intenciones de parar, quizá eso lo hizo entrar en razón o quizá solo tenía miedo de meterse en problemas porque con un bufido molesto se alejó del lugar limpiándose los nudillos con un paño que llevaba.

Miranda gritó en busca de Cassandra para que le ayudara a llevar a Sabrina al hospital. Entre las dos cargaron a Sabrina que más que una persona se sentía como un costal lleno de arena y eso no hacía más que acelerar el corazón de la omega, ella solo quería que Sabrina estuviera bien.

De pronto el camino hasta el estacionamiento de la escuela era más largo y todo estaba lleno de obstáculos, de estudiantes caminando tranquilos estorbando el paso ¿Todo el tiempo era así?

Como pudieron, ambas chicas llegaron al auto de Miranda, subieron a Sabrina en la parte trasera recostándola con cuidado y emprendieron marcha rumbo al hospital más cercano.

— ¿Estás segura de esto Miranda? — La voz de Cassandra sonaba preocupada. — La última vez que entraste a un hospital tuviste un ataque de pánico.

La omega no contestó, sabía que era verdad pero también sabía lo que sentía por Sabrina y no dejaría que su miedo la detuviera.

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Los pasillos del hospital eran fríos, la luz blanca todo el tiempo lastimaba los ojos pero sobre todo le traían terribles recuerdos. Miranda en verdad odiaba los hospitales, recordaba todos los días que había pasado ahí, recordaba los días y noches esperando resultados de su mate, todas las quimioterapias.

En verdad los odiaba con toda su alma, odiaba los llantos que se escuchaban en estos, odiaba tener que estar ahí pero sobre todas las cosas odiaba no saber cómo estaba Sabrina en ese momento.

— ¿Necesitas hablar? —Cassandra ofreció un café, esos horribles de máquinas donde solo se necesita una moneda.

— No quiero hacerlo.

— Sé que no es agradable Mir pero quizá te puede ayudar.

— ¿Te digo que pensé? Cuando vi a Sabrina con el rostro de sangre recordé a Romeo, cuando comenzó a vomitar sangre gracias al tumor pero aun así me sonreía y me decía que todo estaría bien.

— Puedes irte si quieres, sé que Sabrina no me conoce muy bien pero cuando despierte llamaré a sus padres, estará bien.

— Sabrina odia a sus padres, además quiero estar con ella.

— ¿Y necesitas que me quede?

— No, no gracias, me puedo encargar de esto.

Cassandra no estaba segura de eso, su amiga no era especialmente buena llevando sus problemas pero no quería molestar, presentía que ese era un momento importante y ella solo hacía un mal tercio.

— Cualquier cosa puedes llamarme, estaré atenta.

El tiempo en los hospitales no existe, los pacientes jamás dejan de entrar ¿Cómo una persona podía soportar eso?

Escuchó a los médicos hablar sobre Sabrina, ella solo esperaba que todo estuviera bien, que solo hubiera sido una mala pasada, lo deseaba con todo su corazón.

— ¿Usted es familiar de la señorita... —El médico no pudo terminar la frase cuando Miranda ya estaba sobre él con una mirada inquisidora en busca de información. —Asumiré que es un sí ¿Qué es de ella?

¿Qué era de Sabrina? Nada, absolutamente nada, una amiga pero si decía eso no podría entrar a verla ¿Su jefa? Eso era aún peor.

— Soy su mate. — No podía serlo ¿Qué le sucedía? ¿Por qué decía eso?

— Adelante, tiene que saber qué.

La explicación del médico no era relevante, en lo absoluto, no podía escuchar, solo quería llegar con Sabrina, hablar con ella y preguntarle todas las dudas que tenía.

Cuando la vio sobre la cama tendida y llena de medicamentos sintió su pecho quebrarse un poco, dejó de escuchar por completo pues solo tenía un foco de atención, aquella chica beta, quizá no debía llamarla de esa manera.

Sabrina seguía anestesiada y prácticamente inconsciente pero cuando olió las feromonas de Miranda sonrió de forma involuntaria.

Miranda se sentó a su lado, intentó formular una pregunta pero solo podía ver el rostro magullado de Sabrina y eso la dejaba sin palabras.

— Me alegra haber llegado a tiempo. — Murmuró a lo que Sabrina respondió con balbuceos incomprensibles. —Mira cómo te dejaron, esto está muy mal. — Posó con cuidado su mano sobre el rostro de la menor quien sin pensárselo mucho tomó la mano de Miranda y la abrazó con fuerza.

— Huele bien. — Alcanzó a decir antes de volver a quedarse dormida.

Miranda no tuvo el valor de quitar la mano al ver lo frágil que se veía Sabrina pero el escucharla hablar sobre el olor, sobre feromonas, no quería creer lo que estaba sucediendo, no podía.

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El doctor entró a la habitación de Sabrina para asegurase de que estuviera bien pero solo se encontró con una imagen un tanto triste.

Su paciente seguía descansando abrazando la chaqueta de la omega que había ido a verla y en el pequeño taburete que estaba a un lado de la cama había una nota escrita a mano.

"Siento haber entrado al hospital, yo no soy su mate, llamen a sus padres, ellos se encargarán de Sabrina" Todo seguido del número de teléfono.

Sabrina se quedó sola de nuevo porque Miranda no pudo procesar lo que sucedía.

Déjame amarte (Omegaverse GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora