XV

5.7K 643 29
                                    


Sabrina lloró como una cascada durante navidad,  tanto que terminó con los ojos tan hinchados que apenas podía abrirlos y a pesar de todo no pudo dejar de sonreír porque nunca había pasado una cena familiar tan agradable.

Vio al padre de Miranda sonreír y cantar teniendo ya la cara roja a causa del alcohol, su esposa lo miraba con ternura y acompañaba su canto tocando la guitarra. Cassandra comenzó a contar chistes y anécdotas que solo buscaban avergonzar a su amiga y no hacían más que regalarle carcajadas a Sabrina.

— ¿Te sientes mejor?

— Un poco. — Respondió la alfa mientras sostenía una bolsa de té sobre sus ojos para desinflamarlos.

— Bueno, ahora si podremos hablar.

Los padres de la omega ya estaban dormidos en una de las dos habitaciones y Cassandra estaba casi inconsciente por el alcohol en el sofá.

— ¿No molestaremos?

— No vamos a gritar.

Para no despertar a Cassandra entraron a la habitación de Miranda. Sabrina nunca había estado ahí, era cierto que pasaba mucho tiempo en la casa de la omega pero respetaba mucho su privacidad así que ni siquiera lo había intentado.

Se sentaron en la cama asegurándose de tener suficiente distancia entre ellas para que no hubiera cabida a algún roce accidental.

— Entonces ¿De qué quieres hablar?

— Sabrina, sé que me dijiste todo pero quiero escucharte de nuevo ¿No me mientes cierto? ¿En verdad sientes esto por mí?

— Claro que lo siento. —Respondió entusiasmada y alzando un poco la voz. — No podría mentirte con algo así.

— Sé que lo que me mostraste es verdad pero ¿Somos nosotras?

— ¿Y qué importa si no lo somos? Yo quiero estar contigo.

— Pero tienes un mate.

Sabrina sintió como se apretó su estómago, su alfa se quejaba porque tan solo pensar en Agustín le dolía. Él había traicionado toda su confianza y la había lastimado y humillado tantas veces que no soportaría una más, en definitiva no lo quería cerca de ella.

— El día que lo conocí me costó mucho trabajo seguir su olor porque mi olfato es muy malo. — Comenzó a juguetear con sus dedos para tranquilizarse. — Pero cuando lo hice decidí reunir todo el valor que no había tenido nunca y decírselo, al principio fue amable y me dijo que me equivocaba pero cuando le fue innegable me dijo que o tendría cerca de él a alguien tan patética como yo, que me alejara de él y que no quería mis feromonas a menos de tres metros de distancia, que olía muy mal, pensé que quizá con el tiempo podría cambiar de opinión pero solo empeoraron las cosas pero eso lo sabes. Y-yo, yo en verdad no quiero estar con él nunca más.

— Tus feromonas no huelen mal ni eres patética.

— Miranda, mírame, no he hecho nada en mi vida porque nunca me han dejado, siempre me tratan como una enferma, como si valiera menos !Por la luna¡ hasta yo creo muchas de esas cosas, nunca pensé que algo como tener dos mates fuera posible que le pasara a alguien como yo y sabes algo, aunque no fuese lo que nos está sucediendo yo solo quiero estar contigo porque en verdad vales la pena.

— He cometido muchos errores, constantemente estoy metida en peleas y no tengo la mejor de las reputaciones ¿Eso es valer la pena? — Dijo con ironía.

— Lo es porque me haces feliz.

— No seas tan cursi. — Respondió apenada intentando evitar parecer un tomate.

— Pero es verdad, desde que me conociste te intentaste acercar a mí, querías conocerme y hoy te digo que no puedo estar más agradecida por eso.

— Eras diferente.

— Gracias por dar el primer paso por mí. — La alfa sonrió, se veía tan tierna con la cara hinchada pero esa sonrisa imborrable. — Y gracias por permitirme estar aquí.

Miranda acortó el espacio entre ellas, rozó su pierna contra la de la alfa buscando el contacto físico, eso era lo que quería, necesitaba sentir cerca a la alfa. Sabrina sintió calor en todo su cuerpo, nunca había tenido ese tipo de relación con una omega y quería mantener esa poca distancia.

— Entonces, podrías por favor decirme que sientes cuando hueles mis feromonas, así podríamos confirmarlo.

— N-no creo que eso sea una buena idea, tengo mal olfato, además, e-estoy segura de lo que siento. —Trastabillo.

— Anda, nada va a pasar.

— En verdad tengo mal olfato. — Miranda no pudo evitar reír al ver tan nerviosa a la menor.

Aprovechó la situación para abrazar a la alfa y lanzarse hacia atrás en la cama.

— Solo para que lo sepas, tú tienes un olor amargo, como alguna hierva exótica y me gusta.

Miranda cerró los ojos para dormir abrazada a Sabrina, se sentía muy cómoda así, con las feromonas tan cerca de ella pero la alfa revoloteaba de felicidad.

Sabrina esperó hasta que la omega se quedó dormida para levantarse de la cama, la tomó entre sus brazos y la recostó de forma correcta, luego dudó un momento si recostarse también, si eso no molestaría a Miranda. Todo para que al final ganaran sus instintos y terminara abrazada a la cintura de la omega cubriendo sus cuerpos con una manta para no pasar frio.

Sin duda alguna esa era la mejor navidad de su vida.

<<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>><<>>

El día tres de enero los padres de Miranda tuvieron que irse a su casa al otro lado del país, se despidieron con gran alegría de ambas chicas, estaban felices de que su hija estuviera con alguien de nuevo y a Sabrina le alegraba que ni siquiera se hubieran preocupado porque ella fuera recesiva, ni con todos sus defectos como lo temerosa que era o lo insegura que llegaba a mostrarse, a esos padres solo les importaba la felicidad.

— ¿Seguros que no quieren que los lleve al aeropuerto? — Preguntó su hija por cuarta vez.

— Estaremos bien, tú tienes que trabajar ahora si piensas acabar el proyecto antes de final de mes. — Su madre se despidió de un abrazo y acariciando la mejilla de su hija.

— Además Sabrina se ofreció a llevarnos primero así que no te preocupes, estaremos bien. — Completó el padre.

— Está bien, llévalos y regresa para el trabajo Sabrina, hay muchas cosas que hacer.

La alfa solo asintió. Se ofreció a llevar las maletas de la omega para dejar una mejor impresión.

En cuanto subieron al auto los padres de miranda se dieron cuenta de lo nerviosa que estaba Sabrina, ni siquiera controlaba sus feromonas, era una sensación desgarradora de alguna manera.

— Chica tranquilízate. — Murmuró el hombre. — No te haremos nada.

— L-lo siento mucho ¿Los estoy incomodando?

— No, no lo haces. — Eso detuvo el corazón de la menor, se sintió tan bien, tan puro, su madre nunca le habría dicho algo así.

— Es solo que, ustedes parecen ser tan buenos padres, me hace estar así de nerviosa. — Confesó.

— No deberías, ahora eres parte de la familia, puedes sentirte segura con nosotros. — El hombre tenía una voz suave que ayudó mucho a Sabrina.

— Ahora, intenta controlar tus feromonas, eso te servirá mucho para no provocarte ataques de ansiedad o que puedas asustar a algún omega. —Esa mujer tenía la razón y era tan amable ¿Por qué no todos los padres eran así?

— Es verdad, lo siento, toda mi vida usé drogas para ocultar las feromonas así que me cuesta un poco o lo olvido.

— No tendrás porqué tomar esas cosas nunca más, en nuestra familia estas a salvo.

Déjame amarte (Omegaverse GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora