XXIV

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Las cuatro personas en ese departamento se sentaron en la mesa del comedor para poder hablar cara a cara.

Sabrina no podía creer que tenía en frente a Agustín, lo observaba asombrada, cada detalle, su ropa, el cabello desarreglado y obviamente los muchos golpes y moretones que pintaban su piel. Quería preocuparse por él, preguntarle qué había sucedido y si podía ayudarlo, pensaba que era insensible de su parte no hacerlo pero su voz no daba para decir un hola siquiera, de solo pensar en todo lo que Agustín le había causado, todas los rechazos e insultos que soportaba solo para poder aproximarse a él un poco, y sobre todo no podía olvidar que gracias a él un alfa casi lograba matarla, de no haber sido por Miranda... no era momento para pensar en ello.

— Me parece increíble lo imprudente que puedes llegar a ser. — Su madre fue quien rompió el silencio. — No puedo creer que te atrevieras a ocultarme que tenías un destinado Sabrina ¿¡Cómo pudiste ocultárselo a tu madre!? Y además terminaste por marcar a otra omega.

— Eso es asunto nuestro y no tiene nada que ver contigo. — Se adelantó Miranda. — Y si queremos estar juntas es porque nos queremos, no necesitamos explicar nada.

— Agustín fue quien me rechazó así que... Además, la situación con Miranda es diferente, ella tiene razón.

— ¿Y tienes una idea de la estupidez que fue eso? ¿De lo que ahora piensa la gente de nuestra familia? Claro, la hija que escapó dejando a su pobre omega con un bebé a la merced de la vida.

— Tú eres mi alfa Sabrina. —Murmuró el omega. — Tú puedes responder por un bebé.

—No puedo, no es mío ¿Qué pasa con Gabriel? Creí que seguías con él.

— Gabriel se fue. — No dijo más. — No quería responsabilidades.

— Entonces quieres lanzar tus responsabilidades a Sabrina. —Se quejó Miranda.

— ¿Es necesario que esta omega esté aquí? — La voz de la madre de Sabrina era puro desprecio.

— Sí. — Sentenció con fuerza llamando la atención de los tres omegas, Sabrina jamás era así. — Esta es su casa y sobre todo es mi omega así que debe estar aquí. — Al escuchar su propia voz tan firme se avergonzó.

— Sea como sea, esté es el plan, tú comenzarás a salir con Agustín hasta que su bebé nazca, entonces te convertirás en un padre responsable, si lo haces podrás volver a casa y yo me encargaré de que los dos vivan bien.

— ¿De qué estás hablando? —Preguntó atónita.

— ¿Tienes problemas Sabrina? Ya lo dije, tendrás una vida tranquila y estarás de regreso con tu familia.

— Madre ¿No has pensado que no quiero regresar? Desde que me fui no he llamado ni una sola vez, desaparecí de tu vida en especial después del incidente de la tienda.

— Pero aún le escribes a tu hermano, incluso has preguntado por tu padre.

— ¡Porque ellos no me trataban como a una mierda!

No podía decir que había usado la voz de alfa porque no era verdad, apenas y podía usarla para un par de palabras y siempre terminaba con dolor de garganta, pero sin duda su reclamo había sido lo suficientemente fuerte como para bajar las cabezas de los tres omegas.

— Sabrina, amor ¿Estás bien? — Miranda estaba preocupada, su alfa nunca se comportaba así, solo no quería verla lastimada una vez más.

— Lo que quiero decir es. —Continuó Sabrina ignorando a su mate por un momento antes de que olvidara lo que tenía que decir o se avergonzara de hacerlo. — No voy a regresar, tampoco cuidaré a un cachorro que no es mío.

— ¡Pero yo soy tu omega!

— No, te lo dije antes por teléfono y te lo digo ahora, no eres mi omega, alguna vez yo llegué a amarte, estaba tan desesperada por tu atención pero... Agustín tu sabes cuánto me lastimaste, sabes todas las veces que me insultaste o degradaste, yo no quiero estar con alguien que me trate así.

— Qué importa lo que tú quieras ¿Acaso no sientes nada rechazándome ahora?

— Si es tan importante lo que siento ¿Por qué no te importó antes? Tú también debiste sufrir cada vez que me rechazabas pero no te importó ¿Por qué debería importarme a mí?

El dolor constante en el pecho de Sabrina comenzaba a sobrepasarla, quería huir como lo había hecho toda su vida, eso era mucho más fácil que enfrentar a Agustín. Giró la mirada en busca de su puerta de escape cuando sus ojos se encontraron con los de Miranda dándole todos los ánimos del mundo, dándole la seguridad que necesitaba, no volvería a huir dejándole sola todas las noches, no volvería a defraudar a su omega.

— Sabrina, piensa lo que dices. — Amenazó su madre.

— No, piénsalo tú ¿Qué no te das cuenta? Esta no es tu casa, no puedes venir a insultarme y amenazarme cada vez que quieras, no te lo voy a permitir.

— Tú madre no importa en este momento, estábamos hablando sobre nosotros dos.

El ruido, todos esos gritos comenzaban a darle migraña a la pareja.

— ¿Recuerdas esa pregunta mamá? La que te hice la última vez que te vi. —La mujer se extrañó pues obvio no recordaba. — ¿Qué si me querías? Ese día no pudiste responderme ¿Alguno de ustedes dos puede responderme ahora?

Los omegas se miraron buscando una respuesta en el otro pero ambos eran tan ajenos a Sabrina que no consiguieron nada, como último recurso miraron desesperados a Miranda quien no dijo o expresó nada que no fuera una mueca de desagrado.

— Claro que te quiero, no te das cuenta que mi omega te necesita. — Habló primero Agustín.

— Ya habíamos hablado de eso, no quiero saber de tu omega, quiero saber si tú me quieres y parece ser un no.

— Estás siendo dramática Sabrina, eres mi hija, la respuesta es obvia.

— No, no lo es. —Reclamó con su voz hecha aire. — Si lo fuera podrías decir la palabra sin problemas.

Sabrina caminó hasta la puerta del departamento con la cabeza baja y se quedó quieta un momento frente a la perilla sin siquiera tocarla.

— Les p-pediré que salgan de mi casa y que no vuelvan a contactarme o tendré que denunciarlos por acoso o por lo que sea que tenga que denunciarlos que los mantenga lejos de mí.

¿Qué más podían hacer?

Agustín salió a toda prisa, estaba indignado y muy molesto por la actitud indiferente de Sabrina. Al final ella no había mirado atrás y él había perdido.

— Piensa las cosas hija.

— No tengo nada en que pensar, gracias por destruir mi juventud, gracias por encerrarme hasta el punto que deseaba morir con tal de salir de mi habitación, gracias por todos los traumas y recuerdos reprimidos que me hicieron vomitar cuando estaba en terapia pero sobre todo gracias por dejarme trabajar con Miranda para desásete de mi un par de horas más por las tardes.

— Sabrina, sabes que te quiero.

— Entonces no debiste tardarte tanto en decímelo.

La mujer salió con la cola entre las patas, quizá se arrepentía de sus decisiones de vida o quizá solo se reprendía por no ser más fuerte y llevarse a su hija a la fuerza pero como fuese eso no importaba más.

— ¿Cómo te sientes? — Cuestionó Miranda ya que Sabrina parecía estática a un lado del marco de la puerta.

La alfa caminó hasta el sofá y se dejó caer incluso golpeándose con el reposabrazos pero nada importó.

— Fue lo más aterrador que he hecho nunca, gracias por acompañarme Mir. —Y al final no lloró más.

Déjame amarte (Omegaverse GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora