POR. KURT. COBAIN. {2}

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{Capítulo 2}

THUNDER

—Y a la derecha, tenemos la sala en la que se imparten las clases de piano. —Señaló con su dedo índice—. Esta es la sala "F"; para los que tienen cero conocimiento del instrumento —comenzó a explicar—. Empiezan desde el comienzo y si su nivel mejora, el próximo año deberán ir a unas pruebas especiales, y allí, presentarse al nivel al que creen que son correspondidos. En el que se vean más competentes y capaces de entrar. A diferencia de las audiciones, en las cuales se compite por los mejores puestos en la escuela. Lo mejor de lo mejor —dijo esta con soltura mientras gesticulaba con cierta regularidad, cosa que me resultaba molesto.

Sí, Thunder, sí. Sabemos que no te cae excepcionalmente bien.

—Aquí tenemos el aula de piano, como bien he dicho, pero existe la misma clase "F" para todos los instrumentos que se pueden optar en la escuela. Y generalmente, va ascendiendo por pisos. Los de peor nivel, se encuentran en el primer piso, y a medida que tu conocimiento, técnica, y manejo del instrumento va a mayor escala, vas subiendo de nivel, por lo que nos lleva a que vas subiendo de planta. Por ello es por lo que el edificio cuenta con tal altura.

—Los del "A+", además de ser los mejores alumnos con los que cuenta la escuela, tienen el privilegio de no tener que asistir a las clases, ya que tenemos entendido que son los mejores en lo suyo. Por lo que, los de la escuela les concedemos un aula libre para ellos, en caso de que quieran formar una banda o ensayar en grupo —continuó diciendo esta sin inmutarse, como si estuviese más que acostumbrada a lidiar con las reacciones de personas como yo.

¿Te has parado a pensar el desmesurado esfuerzo que exigirán estos por permanecer en tal nivel?

Por Kurt Cobain... —dije en un susurro casi imperceptible al oído.

Esta se giró, quedando así cara a cara frente a mí. Torció el gesto.

Oh, no. Con Kurt no, señora.

—¿Disculpa? —cuestionó esta mientras que, a su vez, optó por una posición algo intimidante, aunque exteriormente, la altura entre la anciana y yo era algo más que notoria.

Ridícula incluso.

—Quiero decir..., vaya... Esto es... increíble —dije forzando la sonrisa más falsa que había tenido que fingir hasta ahora.

Parece que eso se nos da realmente bien. Y la verdad es que..., desconozco la gravedad que conllevará ello en un futuro.

—Sí, curiosamente, todo el mundo se sorprende ante todo esto. Es normal, muchacho. No te preocupes —respondió esta enorgulleciéndose.

Eso ha sido lo más amable que ha dicho en toda la visita.

—Ya..., es fácil decirlo. Pero, joder... Esto impone —solté, sin pensar en que mis "graves" palabras podrían herir la frágil sensibilidad de ella.

A graves palabras te refieres a... ¿"joder"?

Espera y verás.

—Veo que aún tengo mucho por enseñarte... Aquí las normas son famosas por su abundancia. Así que esto será para largo por lo que veo.

Pues sí, efectivamente llevabas razón, Iversen.

—¿Y... en las audiciones cuántos ganadores puede haber? —inquirí, llevándome mi mano derecha a mi labio inferior, pasando el pulgar por este de un lado a otro en un movimiento nervioso.

No puedes estar quieto, ¿verdad?

Eso es probablemente... cierto.

—Diez, muchacho —me respondió ella, sin inmutarse siquiera del impacto que aquello causó en mí.

Eléctricos suspirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora