{Capítulo 40}
SIGH
Podía afirmar dos cosas con certeza.
Que Thunder creía que no tenía vecinos; que nadie lo veía.
Y que se había despertado de buen humor.
—Me pregunto qué estará escuchando... —Xander se colocó de brazos cruzados detrás de mí y contempló conmigo al danés. Que se movía con una agilidad increíble, llevaba el ritmo en las venas.
—¿De verdad no se ha dado cuenta aún de que vive en una casa adosada? —preguntó este, riendo a carcajadas.
—Parece que no —contesté, reprimiendo una sonrisa. Me vi en la obligación de hacerlo. Observar a Thunder... así, no estaba bien.
Me giré en redondo, apoyándome en la repisa de la propia ventana pero sin subirme a ella. No me sentía cómoda invadiendo el espacio del danés en un momento tan... suyo.
—Pensaba que Richard le habría advertido sobre... —comenzó a decir Xander, dirigiéndose a mí pero siguiendo con la mirada cada movimiento del rubio.
—¿Este pequeño inconveniente? —me adelanté, cruzándome de brazos también—. No, desde luego que no le ha avisado.
Claro que no le había avisado, a propósito además. Conocía lo suficiente a mi abuelo como para saber cómo jugaba sus cartas.
—Inconveniente será para ti, Thunder siempre es agradable a la vista —soltó el pelirrojo muy tranquilo en su sitio.
Entrecerré los ojos y lo fulminé con la mirada en respuesta.
Había que reconocerlo, Xander era sincero como pocos lo eran.
—Idiota. No tienes otro nombre —escupí alzando las comisuras superiores de mis labios. Me tapé la cara con mis manos y negué repetidas veces—. ¿Cómo puedes...? ¡Es Thunder! Es.. es... nuestro amigo —Me desprendí de mis manos y abrí mucho los ojos hacia él, enarcando las cejas.
—Tranquila, mujer, no voy a quitarte a tu hombre.
Esa frase.
Esa. Maldita. Frase.
Cavaría su tumba. Lo tenía claro.
Me disponía a reprimirlo con la mayor autoridad que mi persona podía reunir —que era escasa—, cuando noté un cálido aliento rozar mi cuello.
—Eso, puedes estar tranquila —aseguró una voz grave, con cierta diversión entre sus palabras—. Por el momento siento una extensa predilección por las pelirrojas. Por una en concreto. —Escuché cómo apoyaba sus manos a cada lado de la repisa, a cada lado de mí.
Oh. Oh.
Quería meterme en esa tumba que me había imaginado mentalmente cavar para Xander. Quería sacarlo de ahí, meterme yo y olvidar que Thunder estaba detrás de mí.
Solo quería...
Miré al pelirrojo quien sonreía perverso. Gozaba de la situación como el que más.
Lo odiaba. De verdad que lo hacía.
Ruborizada e intentando encontrar las palabras adecuadas para responder a eso.
Sí, eso que había dicho. Y puesto que no había posibilidad alguna de que no estuviese siendo irónico al respecto, no encontré mejor manera de responderle que no fuese siguiéndole el juego.
—¿Sí...? —me encontré diciendo, girándome con cierta lentitud abrasadora—. Lo cierto es que yo también tengo cierto interés por un danés hiperactivo que exhibe su piercings como trofeos. —Imité su gesto y apoyé mis manos cerca de las suyas.
Le sostuve la mirada con firmeza. Algo en la suya pareció oscurecerse cuando vio la mía descender por todas y cada una de sus perforaciones hasta acabar en el piercing de su labio. Me mantuve ahí por unos segundos que se hicieron eternos. Vislumbré a Thunder mirarme con vigor, algo salvaje parecía dormido dentro de él, dispuesto a saltar a la mínima.
—Hum. ¿Veo que es tu favorito?
Chasqueé la lengua en respuesta y negué. Ladeé lo que venía siendo una sonrisa.
—¿Puedo contestar por ella? —saltó el pelirrojo colocándose de brazos cruzados a mi lado.
Quité mis manos de la repisa y le di un pequeño puño en el pecho a este. Se hizo el dolido.
—No, si ya sé la respuesta... —Thunder era un completo as para hacerme perder los papeles y no controlar lo que salía por mis labios.
—Pareces muy seguro. —Me giré de nuevo hacia él, con las manos dentro de los bolsillos traseros de mis pantalones acampanados negros. Que hacían un bonito conjunto con la camiseta de manga larga negra con escote en pico que tenía un sutil encaje rodeando este.
—Oh, ya lo creo que sí. Estás deseando acercarte a él. —Deslizó su mano hasta el mismo y se toqueteó este con diversión, acariciando este con sus traviesos dedos que incitaban a pecar.
Se me hizo difícil guardar la compostura mientras el mismo disfrutaba viéndome dudar ante su comportamiento chulesco y narcisista.
Por lo que no fui menos. Y acabé con la conversación, dejando claro que no era alguien a quien se pondría de rodillas ante él.
—¿Eso te gustaría, verdad...? —Giré la cabeza con ligereza y bajé la voz— Por desgracia para ti, no estoy disponible.
Cerré la ventana con brusquedad y corrí las cortinas.
El corazón me latía a mil.
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Eléctricos suspiros
Ficção AdolescenteThunder, su nombre era Thunder Iversen. Él llegó a Quebec, Canadá, para empezar una nueva vida, un nuevo comienzo. Tenía carisma, y le sobraba talento. El músico decidió no pasar desapercibido y así lo hizo con sus cientos y muy peculiares tatuajes...