NO ESTÁ TODO PERDIDO {6}

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{Capítulo 6}

THUNDER

—¡IVERSEN! —me gritó Margot en un tono excesivamente estridente. En respuesta, no me estremecí, y opté por armarme de valor.

—Presente —dije, cruzándome de brazos, aunque llevando mi mano izquierda a mi mentón, sosteniendo así mi cabeza. Un simple gesto que denotaba cierto aburrimiento y un notable cansancio por la presencia del rostro enfurecido que tenía frente a mí.

¿Tú lo que quieres es morir hoy a manos de Margot, verdad? Serás suicida, Iversen.

—¿Cómo..., cómo? ¡¿Cómo se te ocurre desaparecer sin ningún tipo de validación por mi parte? Muchacho, no sé de dónde has salido, ni qué haces aquí —exclamó ella en un tono poco amigable mientras se acercaba a mí lentamente con el dedo índice acusativo en el aire señalándome—. No sé quién eres, ni qué pretendes. Pero te aseguro que no vas por buen camino —terminó ella hasta casi pegar su dedo índice sobre mi pecho.

Me mantuve en silencio. Mirando a esta con absoluta cara de póquer. Creo que fue favorable. Era lo único que me podía salvar en aquella situación, puesto que mi impulsivo sentido amenazaba con salir y decirle a la señora todo lo que llevaba conteniendo en el día de hoy.

No, no, no. Ni te lo plantees. Definitivamente, calladito estás mejor.

—¿No..., no tienes nada que decir, joven? —proclamó ella como si esperase por mi parte una respuesta, aunque no me cabía duda que dijese lo que dijese, solo aumentaría su ira.

—No —me limité a decir, puesto que no daba con mejor opción para incrementar su enfurecimiento que negar mis actos.

Te la estás jugando.

—¿No? Oh, te afirmo yo que sí, muchacho. Para empezar, si quieres que no te expulse de inmediato de aquí, dado que estoy en todo el derecho de hacerlo, deberás narrarme con detalles todo lo que has hecho en mi ausencia —me dijo esta, ahora sí, dejándome de señalar con su dedo índice y llevándose este a..., no, no se lo llevó a ningún lugar en particular. Puesto que la mujer tenía una gran tendencia muy molesta que se basaba en gesticular extremadamente con sus manos y hacer aspavientos con estas en el aire.

—Nada, señora, no he hecho nada. —Y de nuevo, me decidí por evadir los hechos, ya que me negaba rotundamente a narrarle con detalles lo ocurrido en su ausencia.

—¿Nada...? ¿Inquieres que llevo una hora entera buscándote por toda la escuela mientras que tú, Thunder Iversen, no has hecho nada...? Perdona pero..., no, perdona no. No te creo, y ya. Fin de la historia. Quiero que me cuentes, ahora mismo, qué has estado haciendo o me veré en la obligación de expulsarte de las audiciones, de la escuela..., y de cualquier intento de participación en esta.

—Yo, de verdad que yo no... —intenté excusarme en vano, hasta que percibí una silueta desconocida detrás de Margot, alguien de similar edad a la señora juzgona.

—Oh, Margot, ¿tan temprano y ya andas asustando a los muchachos? —dijo el hombre de camisa tejana, chaleco de gamuza beige, pantalones negros vaqueros y unos mocasines negros pulcramente impecables. Para su edad, vestía realmente bien, ya que era algo inusual, o al menos a mi parecer. En mi país natal, o al menos en mi pueblo, la diversidad era ausente en cuanto al ceñimiento de vestimenta "apropiada" y "correspondiente" para cada género.

Además de ello, —para mi sorpresa— este llevaba sobre su ceja derecha algo canosa un piercing.

Al igual que el de Sigh, pensé al instante.

Eléctricos suspirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora