ARRIESGADA PROPUESTA {36}

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{Capítulo 36}

THUNDER

—¿No crees que te van a echar en falta? —inquirí sin malicia, sintiéndome mal por estar con ella cuando otros la necesitaban presente en la escuela.

—Si quieres que me vaya solo tienes que decirlo y... —dijo esta bajando algo la voz, forzando una sonrisa mientras encontraba de gran interés los agujeros de sus medias.

—No. —Mi respuesta fue rápida. Incluso me sorprendí a mí mismo.

—Bien... —fue lo único que dijo antes de continuar buscando—. Entonces sigamos buscando canciones..., tiene que haber alguna que no hayan tocado ya en otros duetos y sea lo suficientemente buena como para sorprender a mi abuela.

—Siento que todo se queda corto... Dos guitarras pueden sonar muy bien juntas. Pero sin batería, ni bajo, ni vocalista, no es lo mismo. —Chasqueé la lengua y di unos golpecitos en el teclado de mi nuevo portátil. Por lo visto cada vivienda contaba con uno para que pudiésemos acceder a nuestro correo electrónico y enterarnos de las novedades. O para simplemente documentarnos sobre todo lo relacionado con la música.

—Técnicamente en los duetos sí puedes cantar, lo único que no permiten es utilizar otro instrumento que no sea al que has optado... —Lanzó Sigh al aire, mirándome de reojo e insinuando algo a lo que yo no podía aspirar.

—Cantar... definitivamente no es lo mío, así que podemos ir descartando esa opción —dije haciendo aspavientos en el aire con mis manos—. No quiero asustar a tu abuela con mi voz.

—Créeme, está acostumbrada a escuchar a las mejores voces de Heavy metal. Esas tan graves, oscuras y repletas de una ira descomunal que te hacen poner los pelos de punta... —La escuché paciente desde mi sitio, admirado por su forma de contar las cosas—. El sentimiento con el que gritan, la manera en la que eso los desahoga. Chillar hasta quedar sin aliento y vaciarte por dentro al completo... —La manera en la que estaba describiendo todo ello me deslumbró, la pasión que desprendían sus palabras.

Un tipo de brillo especial despertó en su rostro.

—Parece que sabes mucho del tema... —respondí, esbozando una sonrisa ante su entusiasmo.

—Algo sé, algo sé... —Noté el cambio al instante. La tristeza en sus ojos. Y me vi en un debate mental sobre si no decir nada al respecto o si por el contrario profundizar en ello, y que con suerte, se sintiese lo suficientemente cómoda con un servidor como para hablar de ello.

Opté por la primera opción; la fácil, la sensata. Aún era demasiado pronto para decirle que sabía lo de Jayden..., lo de su padre. Quería decirle tantas cosas que supe diferenciar que ese no era el momento adecuado para hacerlo. Mucho menos para hablarle sobre lo mucho que su padre me había ayudado a crecer de cierta manera como persona. A encontrar mi estilo y a no rendirme jamás. Un completo ejemplo a seguir. Alguien a quien había admirado desde que tenía uso de razón, a pesar de que hubiese fallecido hacía años, sus canciones aún presentes tras décadas y décadas, siempre se sentían reparadoras, enérgicas y fuertes.

Muchos se inspiraron en él para hacer su música, muchas bandas tocaron junto a él y le describieron como el mejor tipo con el que se habían encontrado nunca. Único, y pasional como pocos lograban serlo. Con una potencia tan descomunal para provocar aquellos gritos de puro metal que te hacían querer gritar junto a él. Entendí que Sigh no quisiese cantar por todo aquello que le removía por dentro el simple hecho de... hacerlo. No hablemos ya de gritar como solo su padre sabía hacerlo y mantener la voz por minutos hasta que el público gritase su nombre y masas y masas de gente lo adorase con todo su corazón. Los alimentaba con su voz, muchos vivían por y para sus canciones. La energía que desprendía en el escenario era singular, preciada. Inalcanzable para muchos.

Intentaban imitarle, pero ninguno lograba guardarse para sí y proyectar todo el arte que había en él. Nadie era comparable a Jayden White.

Excepto su hija, pensé para mis adentros. Debajo de esa gran coraza que con tanto esmero había construido, lo más probable sería que hubiese algo desbocado e indomable luchando por salir y mostrarse con una intensidad única de los White.

Tanto Richard como Jayden, y como Sigh, eran tan diferentes y tan similares a su vez, que no dudaba por un solo segundo que Sigh pudiese tenerlos a todos agachados a sus pies si así lo deseaba.

—¿Y si lo intento? —Me vi a mí mismo preguntando. Ni loco cantaría en el escenario, pero puede que eso despertase algo en Sigh y ella se animase a hacerlo por mí.

—¿Lo dices... en serio? —Esta pareció no dar crédito, rio nerviosa.

—¿Por qué no? O vamos con todo o no nos presentamos. —Alcé las manos al aire para después remover mi melena y echar unos mechones que cubrían mi visión hacia atrás.

Sigh se quedó quieta —muy quieta— por unos segundos. Hasta que lentamente esbozó una sonrisa traviesa y alzó sus manos con las palmas hacia mí para que se las chocase.

—Bien, pues a por todas, Thunder. —Apreté sus manos y reí junto a ella. Haríamos historia—. Vamos a darlo todo el próximo viernes. Todo y absolutamente todo.

El roce de sus manos hizo sentirme... bien, de cierta manera, pero cuando separé mis manos de las suyas carraspeé en respuesta y miré hacia mis anillos.

Y entonces fue cuando lo solté:

—Sí, y vamos a dejar a tu abuela boquiabierta cuando cante "A Match Into Water".

La pelirroja abrió tanto los ojos que pareció que estos saldrían de sus órbitas. Vi cómo encajaba en su mente los saltos de la canción, todos aquellos gritos, las subidas y bajadas...

—Te has vuelto completamente loco, Thunder Iversen —soltó esta bajando el tono, deslumbrada, sonriendo ampliamente—. ¿Lo sabes, verdad? —Estalló en carcajadas y se llevó las manos a la cabeza, pasando las manos por su pelo.

—Eso creo, pero no pienso amilanarme ahora. Nos las arreglaremos sin batería y sin bajo —contesté seguro, reclinándome sobre el sofá y con mis brazos cruzados detrás de mi cuello.

—Bien, pues empezamos ahora mismo a ensayar. La voz no es algo que se controle de un día a otro. —Sigh se levantó de un salto y ya la vi maquinar en su retorcida mente. Deambuló por la sala, de un lado al otro del pasillo—. Creo que tendrás que dejarme tu guitarra...

Dado a que la suya seguía en la escuela y no parecía dispuesta a volver a ir hasta allí.

Lo entendí sin necesidad de que me lo explicase, por lo que asentí en su dirección y esta tomó mi instrumento. Ella era una guitarrista excelente —pensé sin haberla escuchado aún—, por lo que mi guitarra estaría bien en sus manos esta noche

Aun así, me sentí apenado porque se mantuviese firme en su posición y no hubiese dicho nada sobre el verdadero talento que me había asegurado Xander que la misma poseía para cantar.

Evadí esos pensamientos y me puse cómodo, dispuesto a pasar la noche en vela. Me deshice de mi camiseta, hacía un calor infernal dentro.

Aunque todo mi torso estaba cubierto por innumerables tatuajes, apenas había hueco en el que observar mi blanca piel pocas veces besada por el sol. También me quité los zapatos e hice la mesa a un lado.

Sigh se sentó en el sofá, mientras inspeccionaba mi guitarra y todas las pegatinas de rayos en esta con sumo interés. Yo, por el contrario, me mantuve tirado en el suelo boca abajo sobre la negra moqueta, con el ordenador aún entre manos; buscando la letra de la canción más difícil que había podido escoger.

Sigh, confío en ti.

Me tuve que decir a mí mismo.

Eléctricos suspirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora