Capítulo XXIX.

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[Blood]

Lunes 23 de enero.

No es una mala vida, solo un mal día.

Cosa que sería demasiado buena para ser cierta, pues pareciera que para Camila, ese mal día se estaba repitiendo una y otra y otra vez, en un sinfín de días, en un bucle que la tenía atrapada y sedada.

Demasiado inerte para intentar salir o escapar, y demasiado lúcida para poder ver y sentirlo todo, cada pinchazo, cada punzada, cada corte y cada rasguño, como lo si los hubiesen hecho con metal al rojo vivo, recién salido del horno de un herrero.

Por la mañana, abrió los ojos lentamente, la luz blanca la cegaba y le tomó unos minutos distinguir dónde se encontraba.

—Me alegra que despiertes.

Una voz amable la hizo querer ladear la cabeza, en búsqueda de su dueña, pero en su lugar solo encontró la desagradable sorpresa, que no podía moverse. Por lo menos, no podía girar la cabeza.

Un peso se instaló en el fondo de su pecho al reconocer su entorno, la luz tan fría, la cama tan helada, los colores tan vacíos, el olor a medicamentos y antisépticos. Estaba en un hospital.

Recorrió la habitación con la mirada, en completo silencio, sin decir una sola palabra o emitir el más mínimo sonido. A su lado derecho había una mesita de noche, únicamente con una lámpara y el control del televisor. Del lado izquierdo, una mesa un poco más grande, con dos grandes ramos de flores, un par de globos de helio y Limón, su gallina squishmallow.

Al frente solo tenía el televisor en una pared blanca muy vacía, salvo por el locker que tenía en una esquina. De eso en más, no había nada que resaltar de la habitación.

O eso pensó, que no había nada que valiera la pena por lo cual preocuparse, nada que fuera tan relevante, hasta que se miró a sí misma.

Tenía bastante dolor en toda la cara, más especial en su ojo derecho, que podía sentirlo palpitar, ignorando el hecho de que no podía ver absolutamente nada con él. Luego, en orden descendente, le costaba trabajo pasar por alto la incesante sensación de que algo quemaba en su nariz, en el interior, entre medio del cartílago y la piel. Sin mencionar que se extendía hasta llegar a la boca, que se encontraba entumecida y con una mascarilla puesta.

Más abajo, los costados los sentía molidos, alguien había arrancado cada una de sus costillas con unos alicates y las había vuelto a poner en su lugar, sin importar el orden o la dirección, solo una tras otra. Mientras su mano derecha parecía moverse con toda libertad, la izquierda no corría con tanta suerte, estaba con una férula metálica y muchos, muchos vendajes. Sin contar la enorme cantidad de agujas conectadas a las bolsas de suero y los cables que la unión a un monitor.

Había algo más saliendo de entre sus piernas, como una manguera muy delgada.

La joven mujer, de uniforme impecable, se acercó con una tablilla en manos, la cual contenía su trágica historia médica, además de una larga lista de indicaciones.

—Camila, mi nombre es Azumi —se presentó, manteniendo ese tono suave y tranquilo, junto a una mirada compasiva y movimientos suaves—. Soy tu enfermera y he cuidado de ti estos días, ¿cómo te sientes?

La cayó como un balde de agua helada.

¿Días?

—¿Dónde... dónde está mi mamá? —fue lo primero que salió de su boca, con mucha dificultad— ¿Dónde está mi papá?

—Tus padres casi acaban de irse —le explicó, sin dejar de lado ese ambiente tan pacífico que intentaba crear, quería que se sintiera segura y se tomara las cosas con calma—. Vienen todos los días a verte, pero hay límite de tiempo para las visitas. Los llamaremos para avisarles que ya despertaste.

Teenagers [Chifuyu Matsuno x Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora