⦗𝟎𝟏⦘ 一𝐔𝐧 𝐩𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐞𝐭𝐞𝐫𝐞𝐬.

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Si algo odiaba el rubio era la física. Simplemente no entendía nada de lo que la profesora explicaba, y estaba seguro que no le serviría ni un poco en el futuro. Pero lo que más odiaba era perder su preciado lunes festivo estudiando. Eso sí era un asco.

Bueno, adivinen quién perdió un lunes festivo en clase de recuperación de física por perder el examen de final de trimestre. Sep, desgraciadamente él.

Como siempre, el destino estaba en su contra, y sufrió una serie de desgracias intentando llegar a clase a tiempo, cosa que no logró. Tras de que no durmió casi por culpa del gato del vecino, ni siquiera alcanzó a desayunar porque se quedó dormido de pie en la ducha bajo el agua caliente, que no le ayudaba mucho con su propósito de mantenerse lúcido. Despertó cuando de repente la temperatura del agua pasó a estar helada, casi matándolo de hipotermia y haciendo que se de cuenta de que iba tarde. Tuvo que rondar apurado por la casa semidesnudo, con el pelo goteando y el estómago vacío, buscando su zapato derecho extraviado, y para colmo al salir se percató que a su bicicleta se le había pinchado una llanta; tuvo que correr todo el camino al colegio. Cuando llegó, agitado y sudoroso, el profesor le dio un extenso sermón de por qué no había que llegar tarde y lo importante que era la puntualidad. Quería arrancarse las orejas. Arrastró los pies camino a su escritorio, sentándose en el último puesto al lado de la ventana. La chica a su lado lo miró sonriente para luego saludarlo.

—Bonito día, ¿no?

Mala elección de palabras.

Claro, muy bonito, a pesar de que su día había sido una completa mierda y todavía no iba ni por la mitad. Sonrió de manera forzada para asentir lentamente. La chica volvió su atención al tablero pensando en la "buena obra" que acababa de hacer al saludar a un desconocido, más el rubio solo quería botarse por la ventana. Soltó un pesado suspiro, cruzando sus brazos sobre la mesa para recostarse en ellos. Sus párpados pesaban. La tentadora idea de una pequeña siesta lo invadió, y Naruto debía admitir que nunca fue muy bueno resistiendo tentaciones. La profe no se molestará si dormía por solo un ratito, ¿verdad?


[ . . . ]


Caminaban por las calles de la ciudad hablando de cualquier tema que surgiera. No tenían rumbo alguno o un lugar específico al que llegar, pero la compañía del otro les era reconfortante. Ajenos al resto del mundo, no se dieron cuenta que se había hecho de noche hasta que el más bajo estornudo, empezando a tiritar de frío. Maldijo en voz baja. ¿Por qué no había traído una chaqueta?. Las risas de su acompañante lo sacaron de sus pensamientos; el muy maldito se estaba burlando de él. Volteó a verlo listo para reclamarle cuando un suéter azul oscuro se estrelló contra su cara. Lo tomó, mirándolo con sorpresa. Volteó a ver al azabache, luego al suéter, luego al azabache de nuevo y al suéter otra vez. Pocas eran las veces en las que Sasuke Uchiha mostraba compasión por otro ser humano, y Naruto no desaprovecharía la oportunidad. Se puso lo más rápido que pudo la prenda solo por si el orgulloso ojionix se le diera por arrepentirse, sonriendo como un niño pequeño. Le quedaba un poco grande, pero la intención es lo que cuenta, ¿no?

—Te queda mejor a tí —su azulada mirada se iluminó. ¿Acaso acababa de elogiarlo?

—¿¡En serio!?

—No —la sonrisa burlona de su mejor amigo le hizo querer golpearlo.

—Teme —le saco la lengua de manera infantil. ¿Quién se creía?—. ¿Sabes qué?, estoy más que seguro de que me queda mejor a mi que a ti, así que me lo quedo. Tú no puedes sacar a relucir toda su belleza— hizo una pose tonta, haciendo que el más alto sonriera con gracia. ¿Así quería jugar? Dos personas pueden jugar el mismo juego.

𝐇𝐞𝐚𝐭𝐡𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora