⦗𝟐𝟐⦘ 一𝐕𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐢́𝐚.

231 31 19
                                    

La tensión en la sala era agobiante, intentaba ahogarlo. Esa sensación tan parecida a estar bajo el agua a la que nunca podría acostumbrarse, dejándolo sin oxígeno.

Sin embargo, los dos adultos presentes no parecían poder leer el ambiente.

Mikoto iba vestida en un elegante vestido negro sin mangas y con una abertura en la pierna, la cual mostraba parte de las medias veladas de un tono más oscuro a su piel y que terminaban en un par de hermosos tacones dorados. El atuendo simulaba sutilmente las vestiduras japonesas tradicionales por su cuello alto y el fino bordado en hilo dorado que le daba un toque más sofisticado. Su cabello iba recogido en una trenza que rodeaba parte de su cabeza en forma de corona y terminaba derramándose por su hombro, dejando algunos mechones oscuros caer y perfilar los bordes de su rostro. Un par de aretes colgantes que parecían de oro puro terminaban de resaltar el atuendo. Su mano sostenía el brazo de su marido, Fugaku, quien igual que ella iba a gala, con un traje negro de tres partes, los bordes de la camisa blanca perfectamente planchados y una corbata dorada que hacía juego con los detalles del vestido de su esposa. Su cabello arreglado de manera perfecta, como si se hubiera esmerado para que cada mechón esté en el lugar indicado y no se estropee durante toda la noche.

Sakura acababa de salir, y tanto él como Sasuke se habían preparado ya para cenar. El estupor en la cara de ambos al ver a los cabecillas de la casa tan arreglados para una noche corriente en casa le hizo a Mikoto soltar una risita.

—Oh, supongo que olvidé mencionarlo. Discúlpenme —dijo ella, mientras tomaba una bonita cartera de mano, dorada también, y sacaba sus llaves—. Fugaku tiene una cena de negocios hoy, y como socia de la empresa fui invitada.

—Hoy no podremos acompañarlos —el tono de Fugaku, aunque igual de firme como siempre, sonaba más tranquilo, como si le emocionara la idea de salir con su mujer después de tanto, así fuera de alguna manera por trabajo.

El hombre se despidió con un asentimiento de cabeza, mientras que la madre de su amigo sacudió la mano delicadamente antes de posar ambas en el brazo de Fugaku.

La puerta se cerró.

El comedor se quedó en silencio.

Se quedaron solos.

Todo su alrededor se puso aún más tenso, como si en vez de estar sumergidos bajo el agua estuvieran hundiéndose en cemento fresco, y sus ojos vagaron por todo el cuarto nerviosamente —menos hacia Sasuke. No podía mirar a Sasuke ahora—. Entonces el azabache suspiró, y empezó a caminar hacia la cocina dispuesto a preparar algo.

—¿Qué quieres comer?

—Estoy bien con cualquier cosa.

Y ahí murió la conversación.

Lo que le siguió fue un Sasuke cortando, fritando, y poniendo cosas en una olla, y Naruto atrás, mirando en silencio, incómodo e inquieto porque quería ayudar pero no sabía si en cambio iba a terminar molestando.

Ahí estaba de nuevo, esa sensación de lejanía a pesar de estar en el mismo cuarto. Ese sentimiento de no conocer a la persona que revuelve ingredientes enfrente suyo a pesar de que sea su mejor amigo desde antes de los siete. Esas ganas de iniciar una conversación que le presionan la garganta como si fuera a vomitar pero al final las palabras nunca salían. Ni siquiera había palabras que sacar. Conoce a ese chico de toda la vida y no sabe de que carajos hablarle porque Sasuke esta tan diferente que parece otra persona.

¿En realidad es el mismo Sasuke?

¿Por qué cambió?

¿Qué pasó?

¿Tenía algo que ver con él?

¿Era su culpa?

Se seguía repitiendo que no, que todo estaba bien, que no había cambiado y aunque lo hubiera hecho no había forma de que fuera su culpa porque él nunca hizo nada malo pero mierda, su cabeza era una maldita traicionera que le seguía tirando este tipo de pensamientos cada que bajaba la guardia y dolía. Dolía.

𝐇𝐞𝐚𝐭𝐡𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora