Su rostro, tan parecido al mio, esos labios gruesos y los profundos ojos verdes tan clásicos en la familia real. No era el mismo niño de ocho años al que vi marcharse acompañado de muchos médicos, habían pasado doce años, y quien estaba frente a mis ojos era un adulto.
No pude evitar que mi mente relacionara el miedo que antes había sentido con este encuentro, quizá no había nada extraño en la fiesta, nada a lo que temer, quizá solo eran nuevas personas acercándose al palacio. Pero mi intuición sabia que algo malo pasaría.
-¿Por qué...
-Es mi casa, por eso estoy aquí, al parecer mi cuarto se lo han entregado a ¿mi futuro cuñado?
-¿Sanaste?
-¿Sanar? Por favor hermanita, ambos sabemos que yo no estaba enfermo, se que eras muy pequeña cuando me fui, pero no eras nada tonta.
-¿Papá sabe que estas aquí? ¿Él te trajo de vuelta?
-¡Tu padre no lo sabe! Me enviaría al mismo agujero al que me mando si lo supiera. Estoy en casa para que entiendas muchas cosas, te han mentido mucho, toda la vida.
Él hablaba con dulzura y con mucha tranquilidad, jamás lo había visto así cuando eramos pequeños, quizá estaría sedado. Mire a mis alrededores y comprobé que la habitación estaba tal cual la había dejado, él no había tocado nada. También trate de ver si tenia algún tipo de arma o herramienta con la cual hacerme daño, pero no podía ver con claridad por la posición en que se encontraba. Su expresión tranquila me ponía los nervios de punta, en algún punto me sentí culpable por no alegrarme de ver a mi hermano, quizá debería estar muy feliz de su regreso. Tal vez todos los malos recuerdos que tenia relacionado a él eran infundados, tal vez nunca fue malo.
-Te recuerdo con claridad, recuerdo la clase de monstruo que llegaste a ser ¿Cómo entraste al palacio?
-Por la puerta- contestó encogiéndose de hombros como si fuera obvio. Di un paso hacia atrás, esperando acercarme a la puerta para huir cuando estuviera distraído, pero me miraba fijo, ni siquiera parpadeaba. -Sabes que tu padre hizo muchas cosas malas ¿verdad?
-También es tu padre.
-Dejo de serlo el día que me quitó el derecho al trono para dártelo a ti, me saco de la batalla con un solo movimiento, y yo siendo tan solo un niño no pude hacer mas que resignarme.
-¿Entonces viniste para vengarte o para tomar el mando de este país?
Mi miedo había cesado, él no iba a intimidarme como a una niña pequeña. Yo ya había sido manipulada antes, ya había sentido terror, incluso había sido golpeada. Ser la futura reina de esta nación me había puesto en peligro, también a prueba cientos de veces y ya no iba a acobardarme cuando alguien amenazaba con destruir la paz que había logrado. Ahora soy una mujer fuerte, me dije a mi misma y lo mire con la frente en alto.
-¿Qué cambio en ti?
-Yo pregunté primero.
-Es mi derecho legitimo, nunca fue el tuyo, soy el primogénito, y soy hombre.
Y soy hombre ¿Por qué siempre utilizan los hombre esa frase para enaltecer lo que son? Es una mera característica, algo que va en una ficha medica, no tiene nada que ver con la fortaleza o los derechos, no lo hace mas apto para el puesto.
-Dejó de serlo cuando demostraron que tenias... ¿Problemas psiquiátricos? Si, eso, cuando descubrieron que eras un demente.
Su actitud cambió, dejo de mostrarse tranquilo. Vi como sus músculos se tensaron y su mirada pareció incendiarse. Bien, había despertado a la fiera, una fiera que seguramente se había potenciado estos doce años, lo suficiente como para mantener la calma y ser meticuloso cuando la situación lo requiere. Aunque se había exaltado con mi tono soberbio, siempre funciona para desenmascarar falsos amables.
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La Princesa de Hielo
General FictionUna princesa con un corazón congelado por el daño y un apuesto protector serán los encargados de liberar a una enigmática y perdida nación en medio del océano.