April no podía fijar la mirada en otra cosa que no fueran los dulces y penetrantes ojos negros de John. Había algo especial en su mirada, algo indescifrable, como si fueran dos laberintos interconectados sin fin, repletos de misterios.
El corazón de John latía rápido, golpeaba con fiereza y parecía que iba a salírsele del pecho.
April tragó saliva intentando retener los nervios, sus labios tenían un sutil hormigueo, parecían estar atraídos por una fuerza mayor, algo que se veía, pero allí estaba.
John abrió ligeramente sus labios y el corazón de April dio un vuelco, a la vez que su respiración se agitaba.
-¿Interrumpo algo?- preguntó una voz masculina.
-¡Sí!- respondió April frunciendo el ceño, mientras el alma le caía al suelo. Tomó una gran bocanada de aire y observo a Frank, estaba a unos escasos dos metros de ellos, pero ninguno lo había escuchado llegar. Tenía los brazos en jarra, lo que pronunciaba sus músculos y daba la sensación de que el saco negro iba a rajarse en cualquier momento.
-No- contestó John casi al mismo tiempo, mientras adoptaba una posición estoica y perdía su mirada en el horizonte.
-Y... ¿Se puede saber que interrumpo entre voz y el soldadito de plomo?- su voz sonaba cavernosa e invadida de sentimientos negativos. Su expresión no era de duda, tampoco de preocupación, él se veía realmente enojado. Su mandíbula estaba siendo apretada con ferocidad, su ceño fruncido y su respiración parecía la de un animal.
-No leíste esa historia ¿Verdad?- le preguntó April, recordando cuanto la había odiado desde el momento en que su madre había enunciado el trágico final. La pregunta no hizo más que alimentar el enojo de Frank. –Lo que interrumpió, señor- dijo utilizando un tono formal, más en tono de burla que por respeto- fue una discusión entre la futura soberana y un integrante de la guardia real, más precisamente, mi guardia real-
-Perdón belleza, no tiendo a ser celoso- dijo acercándose con una sonrisa de lado, no sin antes echar un vistazo a John que seguía erguido mirando a la nada –Soy un tonto, una princesa jamás se fijaría en un soldado- dijo con tono despectivo mirando a John, quien traía puesto su uniforme.
-Soy Capitán, señor- Contestó este con expresión de póker.
-Los celos no son una actitud digna de admirar- le contestó April mientras recordaba sus clases en el palacio - sólo hablan mal de quien los porta y dejan al descubierto su inseguridad. Buenas noches- Concluyó y comenzó a andar.
-¿No te gustaría que te acompañe?- le preguntó Frank a lo lejos, se oía desilusionado y arrepentido.
-El puesto de custodio no está bacante, pero muchas gracias- le contestó ella sin darse la vuelta o frenar su paso.
El instituto estaba desierto y oscuro, John caminaba tras ella con paso firme, sin decir ni una sola palabra. Él la acompaño hasta la puerta de su habitación y April giró para ver su rostro. Intentaba de alguna manera predecir sus movimientos, sentimientos o pensamientos, pero era prácticamente imposible. John aún mantenía su postura, estaba recto y mirando a la nada, su rostro no expresaba nada, su mirada estaba vacía y su cuerpo solo adoptaba su postura más conocida.
April se mordió el labio inferior y se acercó un poco más a él, lo miro a los ojos, aunque no recibió una mirada de vuelta. Dudo unos segundos y luego estirándose beso su mejilla. Ni siquiera eso había hecho perder la seria postura a John y April sabía que había sido entrenado para mantener esa postura incluso después de recibir una bala. Así que con un corazón pesado se adentró en su habitación.
Para su asombro la luz estaba encendida, su prima ya se había despojado de todo maquillaje, aunque su rostro era igual de bello sin él. Vestía un pijama y miraba a April de modo acusador.
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La Princesa de Hielo
General FictionUna princesa con un corazón congelado por el daño y un apuesto protector serán los encargados de liberar a una enigmática y perdida nación en medio del océano.