Capítulo 31

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Valerie

Sus labios rozan los míos y me olvido de todo. El beso es duro, los dos estamos descargando todo el estrés de la semana, nuestras leguas dan una batalla y no pienso perder. Sus manos se deslizan de mi cara a mis caderas para acariciarme suave, todo lo contrario del beso.

Nuestras respiraciones se van dificultando hasta que tenemos que separarnos unos centímetros para que podamos respirar.

—Me vuelves loco. —dice con voz ronca y jadeante.

—Lo mismo pienso. —digo antes de poner mis dedos en su nuca y volver a unir nuestros labios.

No pude parar esto, no ahora. Lo necesito.

El beso es desesperante y necesitado. Llevo mis manos a su cabello y empiezo a acariciarlo. 

Este beso me hace olvidar de todo los problemas y peleas que había entre nosotros.

Daniel desliza su boca de mis labios a mi mandíbula.

—Me has ignorado por una semana y aun así me tienes comiendo de tu palma.

Ahora sus besos húmedos recorren un camino por mi cuello enviándome escalofríos.

—Eres todo lo que necesito…

Da un mordisco en un punto de mi cuello que hace que se me salga un gemido.

—Y lo que más deseo.

De repente no me interesa más. No pienso en Nicole en su apartamento ni que Daniel piensa que tuve una aventura. Solo me dejó llevar por esta sensación.

Una pequeña, pero gratificante recompensa por todo este enrollo y desastre de semana.

Antes de que pueda ir más abajo regando besos, alguien nos interrumpe. Muy a mi pesar

Nos separamos los dos jadeantes para encontrarnos con la mirada divertida de Carlos y la mirada de odio por parte de Nicole que está detrás del pelinegro fulminándome con la mirada.

—Disculpa, pero necesito hablar con Daniel… —dice Carlos. Su diversión era más que obvio.

Por otro lado, Nicole estaba viendo las manos de Daniel en mi cadera con una mirada que si supiera podría lanzar fuego.

Mi cara se convierte en un tomate por la vergüenza por ser descubiertos—aunque no sé que me importa que nos hayan descubierto—, nada más asiento. Daniel da un paso atrás fulminando a su amigo.

—Me… me tengo que ir —digo sin saber qué hacer—. Nos vemos por ahí.

Me fui hasta el baño que era lo más cercano para escapar de lo que sea que estuviera pasando allá. Me miró en el espejo y me arreglo mi cabello alborotado.

Poco después aparece la persona que ha querido voltear mi mundo de cabezas. La pelinegra me da una mirada indescifrable y se mete a uno de los cubículos del baño.

—¿Sabes? Pensé que lo tuyo con él había terminado. Pero parece que esta vez estoy equivocada.

Frunzo el ceño ante la rareza de su confesión y más aún en el lugar desde que está hablando. Aun así me quedo callada.

Pasan unos segundos y ella sale del cubículo y se lava las manos y sin más se va. 

—Qué raro… —murmuro a la nada.

Me voy de nuevo hacia la fiesta con mis mejillas rojas, por lo que hace poco paso. Apenas llego me uno Albert y las chicas del trabajo.

—Tienes el labial corrido —me dice Albert con una sonrisa divertida.

Perfecta ConquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora