[Frustración]

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Ewen paso todo el verano junto a su amigo, o lo que quedaba de él, las primeras semanas no hizo más que acompañarlo en su habitación, iba cada día a visitarlo con Emil, apenas comía, apenas hablaba, con mucha insistencia lo convencieron de que se diera una ducha, después, lo iban a buscar y lo llevaban a sus casas, era lo mismo, parecía un cuerpo sin alma, pero al menos ya era una victoria hacer que saliera de su cama, Emil tenía obligaciones que cumplir con su familia así que se ausento por un mes aproximadamente, Ewen temia que si lo dejaba solo pudiera atentar contra su vida, así que no lo hizo, le propuso que fueran a la playa para distraerse, al principio se negó, pero luego termino aceptando, fueron días tranquilos, Damián se sentaba en el balcón a mirar las olas del mar durante horas, Ewen le interrumpía de vez cuando para preguntarle si querría ir a meterse al mar, pero él negaba, al menos ya estaba volviendo a comer casi con normalidad, era otro gran avance, el último día que les quedaba ahí lo sorprendió cuando a su pregunta habitual dijo que si, emocionado fue a buscar unas toallas y se encaminaron a la orilla del mar, lo vio sumergirse y casi por inercia se acercó rápido por si decidia no salir, y cuando al fin lo hizo sintió un alivio, peino su cabello hacia atrás y le dijo:

~¡Esta fría!~

Ewen sonrió, parecía algo tan tonto pero sentía como poquito a poquito su amigo estaba mejorando, se alegraba de estar ahí para apoyarlo, se metió al agua y lo hundió para molestarlo, faltaba poco para que empezarán las clases en la universidad, estaría bien, entre los libros, exámenes y deberes se distraería de todo esto y quizás podría volver a sonreír, lo estaría esperando con ansias.

Anya paso unos días con su familia, se había vuelto buena fingiendo porque al parecer ellos no notaron la tristeza tras su falsa expresión, salieron de paseo juntos a una ciudad aledaña que Yor quería conocer, era un pueblo pequeño más estaba lleno de encantos y de naturaleza, al regresar se dedicó a hacer sus maletas porque pronto tendría que partir a Westalis, debía ir mucho antes del comienzo de las clases porque debía visitar apartamentos y escoger uno adecuado, debía comprar todo lo que pudiera necesitar para sentirse cómoda, y dedicarse también un poco a conocer la ciudad que la hospedaria por al menos cuatro o cinco años, Loid iría con ella durante tres días para mostrarle dónde debía ir y presentarla con las personas de la agencia que estarían a su cargo y luego se devolvería.

Cuando llegó el momento de partir todos la fueron a despedir, su tío Franky le dijo que si necesitaba cualquier cosa podía contar él (ya sabía que iba para convertirse en espía), su tío Yuri le llevo un gran ramo de rosas, como era que había terminado encariñandose con esa tonta niña Chihuahua, Yor lloraba al despedir a su pequeña, y a lo lejos pudo distinguir incluso a Fiona que no se atrevió a acercarse, Loid a su lado, el grupo estaba casi completo, faltaba su querido amigo Bond que había fallecido hace algunos años, sintió nostalgia, está familia que inicio como una farsa, había continuado y lo sentía como lo mejor que pudo haberle pasado, se subió al tren llena de esperanza y de convicción, ahora comenzaría una nueva aventura.

Cuando llegó a Wise fue bien recibida, le mostraron las instalaciones y le dijeron que le darían una semana para instalarse en el nuevo país, luego de eso comenzaría de inmediato su entrenamiento. Recorrieron varios apartamentos hasta que escogió uno que le pareció acogedor, además de la cercanía que tenía con la agencia, caminaron por su nuevo vecindario y tras los tres días Loid se marchó, a Anya la invadió la soledad, hubiera preferido iniciar de inmediato su entrenamiento, ya que estando sola sin nada que hacer, sabía que él vendría a su mente, volviendo nublada su vista, tenía un par de días en los que no tenía frente a quien fingir alegría, había dicho que no se traería esos sentimientos a Westalis, pero ahí estaba, hundida abrazando sus piernas, se sentía tan pequeña en esa habitación, sumida en la profunda tristeza que había tenido que ocultar a sus padres, tenía frío, y el ruido de su llanto no la dejaba oír ni sus pensamientos.

Casi algo | DamiAnya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora