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Cuando las personas se miran en el espejo ven su reflejo. Entonces ¿por qué cuando yo lo hacía veía a otra persona?

Algo había cambiado y lo sabía. Algo que estaba empezando a adueñarse de mis pensamientos y acciones. Algo que se me calaba en los huesos y me susurraba al oído lo que tenía que hacer.

Trataba de ignorarlo, pero se sentía tan jodidamente bien que me negaba a mi mismo a ver la realidad.

Dentro de mi se estaba empezando a crear un monstruo que llevaba mi rostro.

Finalmente, la figura que veía en el espejo empezaba a cobrar sentido.

El monstruo se había formado y se llamaba Kim Taehyung.

____

Para el pequeño Taehyung era normal escuchar gritos en su casa. Ya no se inmutaba cuando eschaba un vidrio quebrarse o los gritos de su madre suplicando que la dejara en paz. Solo tenía que cerrar los ojos e imaginar que no estaba allí.

Las peleas que sus padres tenían todos los días se habían vuelto rutina. Tanto así que cuando la casa permanecía en silencio por un día entero sabían que algo malo pasaría en los próximos.

Pero un niño de tres años y otro de uno no le tomarían importancia a eso ¿verdad?

-¡YA TE DIJE QUE NO TENGO NADA QUE VER CON ÉL, DOYUN!

-¡NO SEAS HIJA DE PUTA, NO ME MIENTAS!

-¡NO TE ESTOY MINTIENDO, MALDITA SEA! ¡DEJA DE SER UN PUTO CELOSO!

Taehyung se puso se pie en silencio. Su hermano Jimin dormía plácidamente en la otra cama, como si nada pasara. Y Taehyung había empezado a desarrollar cierto desprecio hacia su hermano, pues desde que había nacido las peleas entre sus padres incrementaron. Abrió la puerta de a poco y pudo ver a sus dos progenitores mirándose fijamente; el rostro de su padre estaba rojo de la ira y sus manos estaban hechas puños.

-Mírame.

-Doyun...

-Mírame- Kim Doyun se acercó a su mujer y la agarró por el cabello con fuerza-. Si me entero de algo los voy a matar a los dos  ¿entiendes? Los voy a picar en pedazos y luego le daré de comer a los perros su restos.

-Ya te dije que...

-No me sirven tus palabras, ya no.

Doyun la soltó y se metió en su oficina sin decir nada más. La mujer se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas y por instinto volteó hacia la puerta del cuarto que compartían sus hijos. Se encontró la mirada de Taehyung y solo pudo sonreír como si todo estuviera bien.

Los meses pasaron. Jimin había cumplido dos años y Taehyung cuatro.

Eran las seis de la tarde de un tres de enero. Sus padres habían empezado a pelear como siempre, pero esta vez había una razón que Taehyung conocía muy bien: Jimin.

-Doyun por favor ¿cómo se te ocurre pensar eso?

-No me quieras ver la cara de estúpido ¡ni siquiera se parece a mi!

ESTOCOLMO | KTH&JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora