La dama roja

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Mi caballo descendió acelerado por las tablas de madera que daban al puerto de la ciudad pesquera. Volví a respirar aire puro después de tantas semana de encierro viajando, al igual que Kaleshe. Podría haber besado el suelo pero mi apuro no me lo permitió, su bien descendi, busque quien pueda llevarme a Yunkai lo mas rápido posible.
Hace cinco meses atrás mi vida se había ido al garete, la familia que me había recogido había sido casi toda asesinada, Jon Snow , el bastardo de mi maestro o padre, como lo llamaba yo, había partido hacia el muro para ser caballero de la noche, mi padre había sido nombrado mano del rey pero una vez que este murió, Joffrey Baratheon o Lannister no tardó en asesinarlo y retener a Sansa en desembarco del rey. A su vez, cuando Robb se enteró de todo esto partió con sus estandartes y todo un ejercito por detrás para asesinar al nuevo rey, pero en la boda de su tío, lo mataron a el, a su esposa, y a mi madre, Lady Catelyn Tully. Antes de esto hecho, tuve que escapar de Invernalia, ya que quien decía ser mi hermano, Theon Greyjoy la invadió junto a asquerosos hombres que violaron hasta las cabras de las granjas cercanas. Desde esa noche no supe mas nada de mis hermanos mas pequeños, ni de Hodor, ni del destino de mis pocos hermanos que habían quedado con vida.
Cuando escapé, llegué a una granja cercana, unos humildes campesinos me ofrecieron de su protección y me brindaron hogar y alimento por una semana, por ellos me enteré de la madre de los dragones, la única Targaryen viva que estaba armando un ejercito al otro lado del mar para recuperar el trono de hierro. Enseguida me puse en movimiento para tomar el primer barco que zarpara hacia donde ella estaba. No quería conocerla por ser la única verdadera Reina, sino, porque se decía que tenia tres dragones que la consideraban su madre.
Cuando ya estuve a las afueras del pueblo pesquero, abrí mi abrigo rojo y Kaleshe voló fuera de el, empezó a revolotear a mis alrededores y Sonreí cuando se tiró de cabeza en la nieve acumulada a los costados del camino. El invierno se acerca pensé al ver el paisaje blanco que me rodeaba. Kaleshe me rugió para llamar mi atención y congeló en su totalidad a un árbol que tenia en frente.
Por eso quería visitar a Daenerys Targaryen, porque ella debía saber mas de dragones que yo, debía saber porque mi dragón era albino y en vez de escupir fuego, escupía hielo.
Yo ni siquiera sabia como había hecho para traerlo a la vida, simplemente desperté una mañana y me percate que el huevo que me había dejado mi madre se estaba rompiendo y que horas después un pequeños cuerpo lleno de escamas salia de él y me rugía tenuemente. Esto fue unas semanas antes que Theon nos invadiera.
Kaleshe crecía rápido, en menos de un años ya media casi tanto como ni brazo extendido en su totalidad, sus alas eran mas grandes que toda mi altura, sus escamas recubrían su espalda y su cola, mientras que su cabeza tenia una especies de escamas mas grandes que cuando se enfadaban se paraban y le daban un aspecto mas amenazante a mi dragón.
En el camino desde Invernalia hasta el puerto del Poniente, no hubiera vivido sino por él, era un excelente cazador, así que el cazaba y yo encendía el fuego.
Me preguntaba constantemente que sucedería cuando tenga a la madre de los dragones en frente, ¿Que le diría? ¿Y si le mostraba a Keleshe y me lo quitaba?
Pero para mi fortuna todavía faltaban quince días para llegar a Yunkai, donde ella se encontraba junto a la tropa de los segundos hijos.
No paré de cabalgar por dos días seguidos, hasta que encontré una pequeña aldea que parecía fantasma. Estaba hambrienta, mi caballo ya no daba mas y necesitaba al menos dos días de reposo, pero no podía permitirme ese lujo, mas rápido llegue junto a la Targaryen, mas rápido sabré quien soy.
Desmonte y miré a mi alrededor, en medio de todo aquel pueblo había un gran granero que se escuchaban gritos desde adentro. Una taberna, seguramente.
Entré a ella y en cuanto todos los que estaban allí adentro se volvieron para mirarme se quedaron callados. El dueño de la taberna que estaba tras la barra abrió los ojos como platos.
¿Tan mal aspecto llevaba?
Me habló, en una lengua desconocida, y yo le respondí en la mía.
-¿A que vienes, mujer?
-Necesito comer y mi caballo albergue -Respondí, tratando de mi miedo no se denotase en mi voz.
-¿Quien eres?
-Mi nombre es Raeghara.
Se escucharon murmullos alrededor.
-¿Iceller?
Dudé unos segundos antes de responder.
-Si.
Todos se pararon y me hicieron una reverencia. Yo no entendía nada.
-Bienvenida a mi humilde morada, reina del hielo.

La ultima reina del hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora