Dany decidió hacer una fiesta por haber liberado la ciudad, todos los esclavos bailaban, comían y bebían felices.
Dany me dijo que debía vestir como esas tierras, así que me obsequió uno de esos vestidos de tela translúcida y que se ataban al cuello, dejando toda la espalda descubierta y tapando muy poca piel.
Moría por ver la reacción que iba a provocar en Nicolkask, que en las ultimas horas no me había dejado en paz y me había puesto una guardia personal para cuando él no pudiera estar cerca.
Pero Nicolkask estaba muy ocupado bailando y riendo con una esclava morena y de curvas que matarían a cualquier hombre.
Congele mi vaso de vino sin querer, según el maestre Desmond, una vez que mis capacidades se hayan liberado, seria muy difíciles controlarlas y mas si me enfadaba a menudo. Pero en ese momento hubiera querida congelar y destruir a esa morena y quebrarla en mil pedazos.
-¿Disfrutas de la fiesta?
Martos se sentó a mi lado, y me contemplaba con su único ojo.
-Estoy acostumbrada a otras cosas.
-¿Miles de lords haciendo reverencias y besándote las manos?
Reí.
-Tal vez.
Martos siguió mi mirada y se encontró a Nicolkask escuchando lo que le decía la esclava a su odio con cara de puta. Maldita puta. Odio las putas.
-¿Te vas a casar con él?
-No lo sé.
-¿Sabe que hay mas allá del muro?
-Lo dudo...
-Antes era un cuervo.
Lo miré con el entrecejo fruncido.
-Iba a expediciones, luchaba contra todas esas bestias tratando de que el Poniente alguna vez me lo adradezca. Y ahora estoy con la reina de mas allá del muro.
Reí, no me lo imaginaba vestido de negro.
-Una sola vez en mi vida me crucé con un caminante blanco. Fue una noche en la que Craster entregó uno de sus hijos varones como ofrenda. Recuerdo que esa cosa lo tomó, y luego subió a su caballo y se marchó. Lo vi de lejos, pero hasta el día de hoy sigo soñando con esos ojos azules. Hasta que conocí los tuyos.
Aparté la mirada enseguida, ruborizada ante el halago. Hasta me parecía interesante su historia.
-Él no sabe lo que hay mas allá. No está preparado, pero yo...
Quería apartarme de él, de repente, dejé de disfrutar de su compañía.
-Raeghara, es un salvaje. No es el esposo indicado para una reina...
-¿Y tú sí?
Se quedó callado.
-Para ti si, somos iguales.
-¿A donde quieres llegar?
-Quiero que te cases conmigo, no con él.
Levanté la mirada, Nicolkask seguía en su posición, pero me miraba. Me miraba con los ojos prendidos fuego, con un gesto que decía que si no me alejaba de Martos me mataría. Se había sentado en una especie de trono de madera, junto su hermano. Tres esclavas intentaban llamar su atención, pero sus ojos estaban atentos en mi.
Su fuego me llegaba como ondas. Quería quemarme en él, quería hacerlo. Por primera vez me sentí segura de querer pasar el resto de mi vida con ese hombre y reinar el hielo con su fuego.
Nuestras miradas estaban conectadas, ya no escuchaba a nadie, solo eramos él y yo, en aquel espacio. Sentía como me iba llenando nuevamente, se iba metiendo bajo mi piel. Su fuego me completaba, me acariciaba el alma.
Sé que el lo sentía, como mi frío invadía su cuerpo.
Traté de creer que no era solo una joven ilusa enamorada de alguien imposible. Él era mi prometido. Él seria mio. Él sentía como yo lo llenaba y lo dejaba flotando en el mar de hielo, cuando yo flotaba en sus mares de fuego.
-Raeghara - Me reclamó Martos y me obligó a cortar la conexión casi mágica que había sucedido. -Piensalo. - Rogó y se fue.
Volví a mirar a Nicolkask, caminaba hacia mi con los ojos encendidos. Empecé a tener calor, no podía quitar mis ojos de los de él.
Llegó a mi y me levantó de mi silla como si fuera una pluma, no tuve tiempo a quejarme que ya estaba sentada en su regazo. Si bien seguían bailando y riendo, a ninguno le pasó desapercibido el gesto. Daario sonrió desde su posición.
-¿Que estas...
Me besó. Frente a todos. No fue uno de esos besos que me daba en privado, mas bien fue un choque agresivo de labios.
-¿Que te dijo Martos?
Estaba aturdida. Se me escapó un risita nerviosa.
-¿Que es tan gracioso, que te dijo Martos?
-Creo que el vino me ha sentado mal. - Murmuré admirando la forma carnosa de sus labios.
-¿Te ha puesto algo en la bebida?
Parpadee sorprendida. ¿Tan mal concepto tenia de Martos?
-Pues no.
-¿Y entonces? Habla, Raeghara.
Humedecí mis labios con mi lengua. Su mirada bajó a mis labios y si respiración se alteró un poco.
-Me propuso matrimonio. - Susurré.
Sus manos se apretaron contra mi cintura.
-Eres solo mía.