Verdades

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-¿Como sabían quien era? -Pregunté temerosa ante la respuesta. La señora regordeta se limpio sus manos en el delantal guante.
-Antes teníamos un solo rey antes de que nos separáramos por estados. Xetucar Iceller lo era. Decían que escapaba de algo de detrás del muro. Fue uno de los primero hombres en cruzar el mar y armar un imperio aquí, antes de que el verano llegara. Luego, ya sabes, lo de siempre. La guerra vino y se llevo todo.
En mi vida había escuchado ese nombre y nunca se me habían contado historias sobre la familia Iceller. Puede haber sido por dos razones, o porque no eran importantes, o porque no querían que supiera cuanto poder había tenido mi familia en su tiempo de reinado.
Mas preguntas sobre mi familia y sobre mi misma de formulaban sin cesar en mi cabeza. ¿Quienes eran los Iceller? ¿Cuales de ellos había sido mi padre? La idea del viaje ya no me resultaba tan atractiva, no estaba segura si quería descubrir quien era.
Me miré en el espejo de agua que se formaba sobre donde se lavaban los platos. La imagen me devolvió un chica de cabellos rojizos y ojos tan azules que se confundían con la tonalidad del agua. Esa era yo, comúnmente caracterizada por lo chocante que eran mis rasgos, la combinación de colores, el blanco de mi piel, las diminutas pecas rojiza que cubrían el puente de mi nariz y parte de mis mejillas, el azul profundo de mis ojos, la tonalidad casi roja de mi cabello. Todos se quedaban mudos o shockeados, y yo no sabia porque, al fin y al cabo tenia los mismos rasgos finos y delicados que Sansa, un poco mas desarrollada, por supuesto. Sansa era apenas una niña cuando yo empecé a formarme como mujer, mi cintura se estrecho, mis pechos crecieron de manera que era de poco esperar cuando se trataba de una dama de alta cuna, mis caderas se agrandaron, algunos de mis rasgos comenzaron a cambiar.
Luego de esto, a mi padre, le llovieron peticiones de cortejo y de boda, él no podía aceptar ninguno porque no era mi verdadero padre, y yo debía decidir con quien quería casarme, y ninguno de mis pretendientes me llamaba la atención para hacerlo.
A decir verdad nunca alguien del sexo masculino había llamado mi atención de tal forma que alborotara mis sentidos, yo era mas bien el tipo de chica seria y que planeaba todo anteriormente. El maestre me enseño a ser así, de esta forma nunca nadie pasaría por mis narices sin que yo supiera.
-¿Y que mas se sabe de ese rey?
Pregunté llevándome un pedazo de queso a los labios.
-Tenia una criatura en el castillo, el que entraba en el y no estaba preparado, moría congelado.
Medité esas palabras por varios segundos. ¿Un dragón blanco?


La ultima reina del hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora